Fotoglass: la luz en la lucha contra el cáncer y en la desinfección
La empresa, del grupo Hisbalit, utiliza las propiedades de la luz para delimitar áreas cancerosas y desinfectar espacios sanitarios o industriales
Cuando oímos hablar del negocio de la luz, resulta inevitable evocar a las compañías eléctricas. Sin embargo, hay actividades del ámbito biomédico e industrial en las que la luz, como fenómeno físico, es una herramienta muy sofisticada. La biotecnológica cántabra Fotoglass, que comparte instalaciones con su socio mayoritario Hisbalit, en Soto de la Marina, ha desarrollado métodos ópticos para solucionar problemas en ámbitos muy diversos, desde la lucha contra el cáncer a la inactivación de patógenos, como la Covid19, en centros sanitarios e industrias.
El glioblastoma es el tumor cerebral más agresivo. Hasta ahora, su extirpación es la principal vía para aumentar la supervivencia del paciente. Por ello, la precisión del cirujano a la hora de discernir la zona tumoral de la que no lo es resulta clave para evitar complicaciones mucho más graves.
Con la ayuda de medios ópticos, Fotoglass ha conseguido desarrollar un biosensor óptico basado en tecnología nanoplasmónica capaz de diferenciar el tejido tumoral del sano, e incluso definir la línea de corte entre ambas áreas durante una intervención quirúrgica.
El sistema está formado por una fina capa de oro que se asienta sobre una base de vidrio con una zona central nanoestructurada. Su tamaño y forma recuerdan a los de las tarjetas de crédito y funciona analizando todo aquello que se encuentra sobre su superficie.
Después de tocar el tejido durante unos segundos, el dispositivo analiza los restos que han quedado en la superficie. Para ello, se hace pasar un haz de luz a través del chip y se recoge el espectro resultante mediante una fibra óptica conectada a un espectrofotómetro. “Hemos comprobado en el laboratorio que este espectro es diferente en función del origen del tejido, tumoral o sano, es decir, el tejido tumoral nos da un espectro de tipo A y el sano un espectro de tipo B” comenta la investigadora.
Este biosensor ofrece al cirujano un guiado en tiempo real de gran utilidad para la toma de decisiones in situ y además, tiene la ventaja de que no requiere ningún tipo de marcaje. “No necesitas inyectar nada al paciente ni echar nada al tejido, solamente hay que tocar y ver la respuesta”, sentencia.
Las pruebas de este dispositivo ya se están realizando en quirófanos y la directora de operaciones de Fotoglass, Paloma Rovira, indica que la compañía ya ha obtenido el modelo de utilidad, lo que le permite pasar a la fase de comercialización. “Ahora pasamos a la fase de comercialización. Ya contamos con el interés de una multinacional neurotecnológica americana líder en equipos médicos y quirúrgicos”, avanza.
Luz ultravioleta C contra el coronavirus
La biotecnológica cántabra tiene otro campo de trabajo muy definido, los sistemas de luz ultravioleta. La capacidad de esta luz de dañar el ADN de cualquier tipo de virus, incluido el SARS-CoV-2, hace que se use para inactivar sus mecanismos de reproducción. Su uso se empezó a extender en los hospitales para controlar los brotes de tuberculosis y, posteriormente, para detener la transmisión de las enfermedades nosocomiales, infecciones oportunistas que pueden adquirir los pacientes durante una estancia en un centro hospitalario.
Fotoglass no se dedica al desarrollo de estos dispositivos, pero sí asesora a los fabricantes en su diseño y hace los estudios bioópticos necesarios para conseguir la máxima eficacia en la instalación.
Rovira explica gráficamente que “no son tostadoras que se encienden, irradian y ya está” y subraya que la puesta en marcha de estos sistemas de luz ultravioleta requiere seguir unos protocolos muy estrictos.
El primer paso es un análisis microbiológico para identificar los puntos del centro sanitario o de procesamiento industrial donde la probabilidad de contagio es más elevada. Una vez detectados, se efectúa un análisis radiométrico para decidir cómo debe efectuarse la radiación, desde dónde y durante cuánto tiempo, para evitar las zonas de sombra o una pérdida de efectividad, por no estar bien ajustado el ángulo de incidencia de la luz.
También ha de decidirse es el sistema ultravioleta a emplear. No es lo mismo destinarlo a un hotel que una oficina.
Antes de afrontar una radiación real se realizan ensayos en los que se toman importantes medidas de seguridad. Los científicos de Fotoglass colocan en esos puntos calientes unos biodosímetros que contienen material biológico real, concretamente dos tipos de bacterias no patogénicas, Staphylococcus Epidermis y la Escherichia Coli para verificar que el aparato produce el efecto germicida deseado. También hacen pruebas con el ARN del SARS-CoV-2.
A Fotoglass acuden, sobre todo, mutuas, clínicas y hospitales para realizar este tipo de estudios, aunque empiezan a aparecer otros interesados, como las industrias cárnicas que necesitan mantener sus estancias y equipos perfectamente desinfectados. En este caso, su principal preocupación está en los dispositivos de las salas de despiece y de maduración, sobre todo ganchos y cintas transportadoras.
Paloma Rovira también augura un futuro prometedor a la radicación ultravioleta en el transporte. Desde hace tiempo se usa en aeropuertos y escaleras mecánicas y se está empezando a introducir como un equipamiento más en la desinfección de coches. La directora de Fotoglass cree que, en unos años, esta tecnología será exigida por la normativa. “Tras esta pandemia es fundamental haber aprendido que hay que estar preparados. Tenemos que tener mecanismos de prevención para que los ambientes sean más sanos”, augura.
Los rayos ultravioleta, además de tener una función germicida, permiten alargar la vida útil de alimentos como harinas, cereales o verduras, ya que aumenta su actividad antioxidante y reduce el amarilleo del fósculo. También disminuye la gravedad de las lesiones por frío en los pimientos, al mejorar la firmeza de su tejido y consigue potenciar la perdurabilidad de las uvas pasas y retrasar el ablandamiento de las fresas.
Luz y alimentación
El color es un buen indicador del estado en el que se encuentra un producto alimentario. Las variaciones pueden ser señal de un proceso de degradación y de pérdida de calidad. No obstante, las percepciones subjetivas de las personas a través de los sentidos no son tan fidedignas como los estudios de colorimetría que también realiza Fotoglass.
La empresa cántabra trabaja con compañías jamoneras que investigan cómo sustituir los nitritos y nitratos, que proporcionan un tono de color más intenso en los jamones muy demandado en el mercado. También realiza trabajos de colorimetría para madereras. Es capaz de acelerar el proceso de envejecimiento de la madera noble para estudiar cómo evoluciona el color y determinar qué productos son idóneos para su conservación.
La evolución de Fotoglass
La empresa de Soto de la Marina nació en 2009 de la mano de los profesores Fernando Moreno, director del Grupo de Óptica de la Universidad de Cantabria, y Francisco González, director del departamento de Física Aplicada. Una spin-off de la UC que formó parte del departamento de I+D del fabricante de cerámica Hisbalit, que en aquella época desarrolló un mosaico capaz de absorber y almacenar energía luminosa y liberarla en forma de luz de color verde, azul o violeta. También desarrolló unos tejidos modificados mediante nanotecnología para Textil Santanderina, que permiten emitir luz en situaciones de oscuridad.
Con la incorporación al equipo de Fotoglass del responsable de la Unidad de Genética de Valdecilla, José Luis Fernández Luna, como asesor científico, la empresa experimentó un giro en su modelo de negocio, y pasó a centrarse en trabajos bioópticos. “No existen empresas en España con este grado de especialización”, comenta Rovira.
Fernández Luna contactó con Paloma Rovira, que había sido directora de marketing de Siemens en Madrid y consultora estratégica de negocio durante 13 años en Cantabria, en los que colaboró con más de 300 empresas de la región.
Con su incorporación, Fotoglass pretendía dejar de ser solo un laboratorio científico y convertirse en una empresa de innovación, reforzando su departamento de administración y gestión. Rovira, por su parte, buscaba un proyecto con el que renovar su ilusión. “Yo soy ingeniero de Telecomunicaciones, pero me di cuenta de que mi perfil no era técnico, sino de gestión y me formé en ello”, explica.
En estos momentos, Fotoglass cuenta con un equipo de ocho personas, incluyendo los socios científicos. Aunque dispone de un laboratorio y una oficina de unos 70 metros cuadrados en la sede de Hisbalit –ahora en reformas– su personal pasa la mayor parte del tiempo en un laboratorio del Grupo de Óptica de la UC o en las instalaciones de los clientes, donde se realizan los estudios bioópticos previos a la instalación de dispositivos ultravioleta.
Fernández Luna recuerda que una empresa biotecnológica tarda en rentabilizar la inversión unos cinco años, ya que a menudo resulta complicado transformar el conocimiento científico en proyectos, dispositivos o productos susceptibles de comercialización. Rovira, sin embargo, pretende conseguir que Fotoglass lo consiga mucho antes, sobre todo con el área de los sistemas de luz ultravioleta para la desinfección, que cada vez son más demandados.
David Pérez