De tecnólogos a empresarios
Tres décadas desde el ‘big bang’ de la informática en Cantabria
Las nuevas tecnologías llegaron a Cantabria de la mano de un pequeño grupo de pioneros, muchos de ellos físicos o matemáticos, que acabaron reconvertidos en empresarios. Hoy, varias de aquellas primeras consultoras y desarrolladoras de software son modelos de éxito y el sector cuenta con más de un centenar de firmas, en su mayoría micropymes, pero también con algunas que tienen cientos de trabajadores y delegaciones en el extranjero. Los 31 socios de Ascentic, la patronal que les representa, pero en la que no está todo el sector, dan empleo a unas 1.500 personas.
Tres décadas significan un cambio importante en la historia de cualquier sector, pero cuando se trata de uno tan joven como el de las nuevas tecnologías, que irrumpió en los años ochenta, los cambios han sido tan vertiginosos como la velocidad a la que se desarrollan las innovaciones en el mundo digital.
Los primeros pasos de las firmas tecnológicas que se crearon en Cantabria en los años ochenta no difieren de los que se daban en cualquier otro lugar. Se trataba de introducir los ordenadores, por lo general grandes equipos fabricados por IBM, en la gestión empresarial, algo que exigía en aquellos años una elevada inversión y sobre lo que había un gran desconocimiento en las propias empresas.
El margen de las distribuidoras era suficientemente grande como para que les bastara con la comercialización de esos equipos y para añadir de forma gratuita la instalación y la formación de quienes los iban a manejar. También hubo empresas que comenzaron a especializarse en la creación de software a medida de las necesidades de cada cliente, al no existir todavía los programas informáticos estandarizados solventes.
Cesoin o Semicrol son dos de aquellas empresas pioneras que han resistido con éxito el paso del tiempo y cuyos respectivos gerentes, Pedro Bárcena y Vicente Alciturri, son dos de las figuras más representativas del sector y testigos de su mutación a lo largo del tiempo.
También son los casos de Compudata; de Enyca, creada en 1988 por Pablo de Castro y Juan de la Hoz a partir de otra empresa de la época llamada ABS Informática Industrial, y vendida después al grupo Mondragón.
El caso de Cesoin es un buen ejemplo del impulso que llevó a la creación de las primeras empresas de servicios informáticos. La familia Lostal adquirió un enorme y costosísimo ordenador en 1964 para la gestión de su negocio de materiales de construcción, cuando el mundo de la informática era un gran desconocido. En realidad, se trataba de un conjunto de grandes equipos que ocupaban una sala, aunque la memoria de la unidad central era de unos modestísimos 12 kilobytes. La tabuladora de fichas perforadas y la maquinaria complementaria costaron 2,6 millones de pesetas de la época. Ese carácter pionero y la relación entre Lostal e IBM darían origen, con el tiempo, a la creación de Cesoin, con la idea de comercializar en Cantabria los productos de la multinacional norteamericana y ofrecer este tipo de servicios a otras empresas.
El despacho Herreros y de la Fuente, a su vez, propició la creación de CIC Consulting también como un apéndice informático de su actividad, sin presumir que unas décadas después CIC sobrepasaría los 300 trabajadores.
Las empresas locales de informática también se veían obligadas a redactar programas a la medida para las necesidades básicas de cada negocio (contabilidad, ventas, nóminas etc), algo que hoy resuelven con holgura los paquetes estandarizados que se ofrecen en el mercado.
A finales de los ochenta empezó a desarrollarse también la informática industrial. Se necesitaban aplicaciones que comunicasen con los autómatas programables de las fábricas o monitorizasen los procesos. Un nicho de mercado que dio pie a la creación de empresas como la citada ABS Informática (uno de los primeros distribuidores de IBM en España) y, más tarde, a la ingeniería IPS Norte, creadora de una plataforma de monitorización de plantas industriales, pensada sobre todo para el sector metal-mecánico, que tienen una gran presencia en la región.
La evolución del sector y el conocimiento adquirido por quienes formaban aquella primera oleada de programadores (físicos y matemáticos sobre todo, porque en aquella primera etapa apenas existían las titulaciones en informática), fomentó que muchos de ellos se lanzasen a la creación de empresas en un mercado que estaba casi virgen.
Enyca, nacida en 1988, se convirtió en un referente en el campo de la ingeniería de informática y telecomunicaciones, ya antes de ser vendida al grupo Mondragón.
En paralelo a la llegada de la informática de consumo con la progresiva generalización de los PCs, y de la ofimática, aparecieron los programas genéricos de gestión empresarial integrada (los ERP) que podían manejarse en un PC, pequeños equipos que iban ganando capacidad de procesamiento a pasos agigantados y abaratando su precio. Los programas se universalizaron y muchas compañías informáticas locales parecían quedar en fuera de juego.
Aquellos pioneros que habían vivido de la venta de ordenadores y de la programación a medida tuvieron que mutar hacia la prestación de servicios. Algunos se reinventan como distribuidores e integradores de paquetes de gestión de grandes multinacionales, implantándolos en las empresas y personalizando los programas estándar. Otros se especializaron en aspectos como el control de accesos o la seguridad (como Setelsa o ITM) y en servicios de consultoría.
La tercera etapa significativa en la evolución de las TICs fue la irrupción de internet que, al filo del cambio de siglo, llevó a muchas empresas a volcarse en el aprovechamiento de las inmensas posibilidades que brindaba el incipiente y revolucionario universo digital. En Cantabria surgieron compañías como Geofactory, dedicada a la cartografía digitalizada; Factoría Gris, que actuó como incubadora de empresas especializadas en servicios on line; o Mundivía, un proveedor de servicios con grandes servidores en los que podía albergar las herramientas y los contenidos digitales que precisaban las empresas en su nueva faceta virtual.
Las expectativas que generó internet en aquella primera etapa fueron sobredimensionadas y se creó una burbuja tecnológica e inversora que acabó con muchas de las iniciativas empresariales generadas en ese campo.
Una fórmula de éxito
A pesar de la progresiva estandarización de los programas, cada empresa tenía peculiaridades que exigían una adaptación de las aplicaciones genéricas. Pero también se necesitaban desarrollos a medida para negocios y procesos muy específicos que escapaban al interés de las grandes multinacionales de software. Un nicho de mercado muy atractivo para las empresas informáticas locales que, sin embargo, se enfrentaban con un inconveniente: hasta ese momento atendían a clientes de actividades demasiado variadas. “Muchas empresas nos dimos cuenta de que no podíamos seguir saltando de un proyecto a otro”, recuerda Pablo de Castro, presidente de Ascentic, la asociación que agrupa a las empresas TICs. “Había que buscar un core de producto y luego personalizar”, añade.
Este enfoque se generalizó y entre 2003 y 2010 muchas de las empresas más representativas del sector migraron hacia una informática de producto y hacia la especialización.
La clave de ese proceso fue el alto grado de conocimiento que habían adquirido sobre las interioridades de los sectores industriales a los que prestaban servicio. De ahí a elegir un nicho de mercado y desarrollar un software para todas las empresas de ese sector solo había un paso, que acabaron dando con gran éxito Semicrol, Quiter, CIC o Ceinor.
En el caso de Semicrol, el desarrollo que más mercados le ha abierto, tanto en España como en Sudamérica, ha sido un programa de gestión para fundaciones y centros de investigación. Quiter, de la mano de Javier Polidura, es otro de los más paradigmáticos en la especialización en un nicho de mercado. En su caso, con aplicaciones informáticas para la gestión de concesionarios de automóviles, un sector en el que se ha convertido en una referencia mundial al contar con la homologación de prácticamente todas las grandes firmas de automoción.
Por su parte, Ceinor ha creado una aplicación con la que se gestionan talleres mecánicos de toda Europa.
Estas tres empresas son los más claros exponentes de la proyección internacional que han logrado iniciativas nacidas en Cantabria en el exigente sector de las TICs.
También ha desbordado el marco local CIC Consulting, creada por cinco jóvenes físicos en alianza con el despacho HFC para dedicarse al desarrollo de software empresarial en una época en la que prácticamente se desconocía la utilidad de los ordenadores para la gestión de los negocios. La evolución les llevó a especializarse en la gestión de dispositivos y redes en el sector energético y en la gestión de planes hidráulicos, entre otras utilidades con las que también se han abierto paso en el mercado internacional.
Softec, creada en 1998 por Roberto Fernández y otros dos socios, buscó otro camino distinto, las posibilidades que el entonces incipiente internet le brindaba a las empresas, ofreciéndoles servicios de alojamiento web y de registro de dominios.
En 2009 reorientaron la actividad hacia la tecnología para la venta por internet, con herramientas que permitían automatizar todos los procesos del comercio electrónico. El éxito de las integraciones de sistemas para los clientes que querían vender sus productos en la red les animó a crear un departamento específico, SoftCloudiT, que acabó siendo comprado en 2014 por la multinacional norteamericana Ingram Micro. La sede de Santander, situada en el PCTCAN, se ha convertido en otro gran centro de trabajo, ya que con la multinacional se ha ampliado muy notablemente la plantilla.
El éxito de Softec puede ser un buen ejemplo de las ventajas competitivas que tiene Cantabria en el campo informático frente a otras comunidades, como el contar con técnicos bien formados y a un coste razonable, además de una ubicación que propicia una baja rotación en las plantillas, lo que da más estabilidad a las empresas.
No obstante, la dinámica de estas tecnologías no solo conduce a mercados sin restricciones geográficas y mucho más competitivos sino que también da lugar a centros de trabajo ‘en remoto’, que pueden operar desde cualquier lugar del mundo, sin necesidad de que sus operarios estén cerca de donde se encuentra la empresa cliente.
Una referencia en telecomunicaciones
La otra pata de las nuevas tecnologías, la de las empresas de telecomunicaciones, también está representada por firmas que han sabido dar el paso entre la vocación de tecnólogos que tenían sus creadores y su conversión en empresarios.
Quizá la figura más representativa en el desarrollo de las telecomunicaciones en Cantabria sea la del desaparecido José Luis García, que supo aunar su condición de catedrático en la Escuela de Ingeniería de Telecomunicaciones con la de impulsor de iniciativas empresariales como Acorde, creada por él en el año 2000. García fue también el animador de una cantera de futuros emprendedores, de la que han salido empresas como Ambar, Erzia o ITT.
Esa transición entre la condición de técnico y la de empresario, en la que radica el éxito de las TICs que se han consolidado, no es un paso fácil y precisa de formación. “Yo creo que coger a tecnólogos y formarles como empresarios tendría un retorno para la economía más alto que muchas otras iniciativas para fomentar el autoempleo”, señala Jaime Gómez, fundador de Iteisa, especializada en el desarrollo de soluciones online.
A esta formación como empresarios, compartiendo experiencias y conocimientos, contribuye Ascentic, la asociación creada en 2002 por once firmas tecnológicas. Al compás del desarrollo del sector, Ascentic ha ido creciendo hasta contar con 31 socios, aunque el tejido de empresas de nuevas tecnologías en Cantabria supera el centenar, en muchos casos micropymes.
Entre las estrategias para afrontar los retos que plantea la rápida evolución de este sector está la creación de un cluster de empresas, algo que no se descarta desde Ascentic pero que se matiza: “Puede tener sentido para desarrollar nuevos productos o nuevos servicios con un alto grado de especialización”, señala su presidente, Pablo de Castro.
Aplicar las TICs a las finanzas, al turismo o a nichos de mercado todavía inexplorados pero que alberguen un gran potencial es el objetivo al que deben dirigirse las iniciativas empresariales que ahora surgen en este campo, tal y como hicieron en su día las empresas pioneras que han convertido las tecnologías de la información en uno de los sectores más dinámicos de la economía de Cantabria.
Jesús Polvorinos