El año de la Inteligencia Artificial
Desde marzo, Cantabria Económica ha sido la primera publicación en utilizar sistemáticamente la IA para sus portadas e ilustraciones
En noviembre de 2022 saltó a los informativos de todo el mundo la existencia de un asistente de inteligencia artificial que podía ser utilizado gratuitamente por cualquier persona, incluso por los absolutamente legos en informática. La empresa norteamericana que lo había desarrollado, ni siquiera buscaba el beneficio. Se trataba de una fundación, Open AI, en la que algunos de sus primeros mentores (como Elon Musk) no depositaban mucha confianza. Uno de tantos proyectos de innovación en los que las grandes empresas procuran estar presentes pero sin demasiada convicción.
El éxito ha sido tan rotundo que en este año han cambiado muchas cosas en el mundo. De hecho, si en lugar de una fundación sin ánimo de lucro, Open AI (inteligencia artificial abierta) hubiese sido una empresa convencional, se habría convertido en una de las mayores del mundo por capitalización.
Su Chat GPT pronto fue una referencia para todos, a pesar de la actitud distante que adoptaron las empresas y las universidades, que no parecían darle mucho recorrido a un producto gratuito que consideraban poco menos que un divertimento para sorprender a los amigos y a los compañeros de trabajo. Parecían esperar algo “profesional”, con un catálogo de utilidades más o menos cerrado y solo al alcance de los expertos.
Nada nuevo en esa actitud. Cuando llegó la informática en los años 60 y 70, todos dábamos por sentado que era un producto utilizable exclusivamente por técnicos muy preparados. Quienes los manejaban lo hacían con batas blancas en espacios cerrados de las empresas y centros de investigación (en parte porque tenían que estar refrigerados), y el acceso estaba vetado a los trabajadores de otros departamentos.
Hoy a nadie se le ocurriría pensar en la necesidad de usar una bata blanca para sentarse delante de un ordenador, pero seguíamos dando por sentado que el uso de la inteligencia artificial, cuando llegase, estaba reservado para un grupo muy selecto de expertos. Por eso, muy pocos de ellos imaginaron que el popular Chat GPT iba a marcar una nueva era.
Es cierto que quienes se subieron a ese carro lo hacían atraídos por la curiosidad, y casi nunca por motivos profesionales: era interesante –y divertido, a la vez– saber qué respuesta daba ante preguntas equívocas o malintencionadas. Para los estudiantes, era un auténtico chollo: una máquina les hacía en pocos segundos y gratuitamente un trabajo que a ellos les hubiese llevado muchas horas para hacerlo bastante peor.
Pero Chat GPT no tardó mucho en demostrar sus inmensas posibilidades y, sobre todo, sirvió para estimular a muchos otros desarrolladores. Hoy, hay ya un puñado de programas de pago de inteligencia artificial especializados en imágenes, con una capacidad de ofrecer respuestas imaginativas que acabarán pronto con la idea de que la inteligencia artificial solo vale para recopilar información existente sin aportar nada nuevo. Como hace la mente humana, estos programas son capaces de relacionar millones de imágenes, de forma que el resultado ni siquiera tiene por qué parecerse a alguna de ellas. Y la prueba está en que la propia Open AI ha desistido de seguir investigando en un programa para descubrir trabajos literarios o imágenes hechos con inteligencia artificial. Trataba de ofrecer una antídoto contra el mal uso de la IA, pero los resultados que estaba obteniendo eran descorazonadores. A medida que la AI se desarrolla, incorpora nuevos algoritmos, una especie de autoaprendizaje, que la hacen aún más compleja de detectar, incluso para sus creadores.
Aunque previamente ya se utilizase inteligencia artificial en algunos programas o para algunos trabajos, ha sido Chat GPT el desencadenante de esta nueva era, al popularizarlo a nivel de usuario, una revolución comparable a la que se produjo en la informática con la aparición de los PCs, una herramienta que ni siquiera su creadores de IBM imaginaron que llegaría a estar en todos los hogares.
Apenas tres meses después de la aparición en Estados Unidos del Chat GPT, Cantabria Económica ya publicó la primera entrevista con esta IA para saber qué conocía de Cantabria y el futuro que le atribuía a la región. El resultado fue sorprendente. En una entrevista de más de 3.000 palabras, solo cometió un par de errores (decir que Llanes era una población cántabra o que el cocido montañés se hace con garbanzos).
A pesar de estar programado en inglés, demostró entender a la perfección todas las preguntas realizadas en castellano y respondió sin un solo error sintáctico. Eso sí, eludiendo cualquier respuesta comprometedora sobre los partidos, el presidente Miguel Ángel Revilla o los posibles resultados electorales, explicando que sus programadores no le permitían pronunciarse sobre estas materias ni opinar.
Cantabria Económica, que en 1991 fue la primera publicación de la comunidad autónoma en ser elaborada en un ordenador con programas de autoedición, con los que bastaba enviar a la imprenta los archivos digitales para que se imprimiesen sin ninguna intermediación más, también fue la primera (1995) en utilizar el sistema francés Multitel para el acceso a través de la línea telefónica a los bancos de datos que estaban disponibles en ese momento. Un preámbulo de lo que sería internet muy poco después. En 1996, la revista ya empezó a formar parte de esta comunidad universal a través de un proveedor vasco y a tener presencia en la red con una web y no solo como usuaria. En ese momento, el acceso a Internet era de pago y en Cantabria solo había 60 usuarios, casi todos relacionados con el ámbito universitario.
Eran varias revoluciones simultáneas: los ordenadores con programas profesionales muy evolucionados y la conexión instantánea entre todos ellos a través de las líneas telefónicas (internet), que se juntaban con la popularización de la telefonía móvil.
Desde entonces ha habido otros avances muy importantes, pero no tan rupturistas como los citados (los smartphones) hasta la llegada de la IA. Y en este terreno, Cantabria Económica también ha querido ser pionera. Desde marzo, la revista viene elaborando muchas de sus portadas con herramientas gráficas de inteligencia artificial a las que se ha abonado. Bastantes de las ilustraciones que hemos publicado en el interior tampoco pueden considerarse ‘fotos’, puesto que, aunque lo parezcan, se trata de recreaciones realizadas por IA, a las que llegamos tras una breve exposición sobre lo que se requiere a la que la máquina responde con varias propuestas. En el caso de no aceptar ninguna de ellas, sigue ofreciendo tantas imágenes como se sigan demandando. Se puede seleccionar cualquiera de ellas para pedirle modificaciones (‘pónme otro fondo en el que se vea una playa cántabra, quítame esa mesa o añade otro personaje’). El resultado casi siempre es sorprendente en calidad, en realismo y en creatividad (sí, también en creatividad), aunque es cierto que en ocasiones, aparecen errores que requieren ser depurados con los programas convencionales de tratamiento de imágenes, como manos o pies con seis dedos o una pierna de más. Por qué la mayor parte de los errores se producen en las extremidades de la figura humana no es fácil de entender.
Cuando el pasado verano una revista internacional de prestigio como Forbes anunciaba su primera portada con IA, Cantabria Económica llevaba tres. En España también se ha realizado alguna en periódicos deportivos pero siempre posteriores a nuestra publicación y de forma muy esporádica y experimental.