La cultura vende menos que la playa
La inmensa mayoría de los visitantes extranjeros no muestra interés alguno por las regiones monumentales
De los más de 80 millones de turistas extranjeros que van a llegar este año a España, apenas 400.000 pasarán por Cantabria. En términos absolutos no es una mala cifra; en términos relativos, es decepcionante que una comunidad que tiene nueve monumentos declarados patrimonio de la humanidad apenas consiga atraer a uno de cada doscientos visitantes que llegan al país. Peor aún lo tienen otras regiones, como Extremadura o Castilla La Mancha, que también pueden presumir de un patrimonio monumental, lo que indica que los turistas no buscan la cultura. Esa polarización hacia la costa cálida hacer que en España se produzca una gran paradoja: cuenta con las regiones con mayor concentración de turistas de Europa y, a la vez, con algunas de las menos visitadas de todo el espacio comunitario.
El enorme esfuerzo que ha hecho Cantabria para poner sus recursos culturales en el mercado turístico, con cuevas visitables, museos, centros de interpretación o rehabilitación de cascos históricos, no tiene el aprecio del turismo internacional. Crecen los visitantes extranjeros, pero mucho menos que en aquellos destinos turísticos que solo ofrecen sol y playa.
Es la misma frustración que viven las regiones sin costa, por mucha historia y monumentos que puedan ofrecer. El visitante medio tiene una idea muy somera de lo que puede encontrar en España y casi siempre está vinculada a unas pocas palabras: sol, playa, hoteles razonablemente baratos para su poder adquisitivo, sangría y paella. Es cierto que en algunas encuestas uno de cada siete visitantes extranjeros menciona la cultura, pero nunca en primer lugar, lo que no impide que entre los más de 80 millones de visitantes que este año pueden convertir a España en el primer destino turístico del mundo (si el terrorismo no cambia la tendencia) haya suficientes como para repartir por casi toda la geografía, pero apenas muestran ningún interés por los museos de provincias. De los 460.000 visitantes que, según el Ministerio de Cultura, tuvieron los museos cántabros en 2014, solo 3.500 fueron extranjeros, una cifra insignificante.
Con más del 80% de las pernoctaciones contratadas por nacionales, Cantabria tiene un amplio margen de crecimiento en el turismo internacional
El Centro Botín no facilita, por el momento, datos sobre los visitantes que está teniendo ni sobre sus nacionalidades, pero no parece que la proporción del público internacional resulte mucho mayor.
A primera vista, puede darse por satisfecho con la acogida que ha tenido desde su inauguración, pero eso no quiere decir que consiga atraer, por sí mismo, oleadas de visitantes internacionales. Eso sí, los pocos que llegan por esa pulsión cultural tienen un alto poder adquisitivo y gastan bastante más que la media.
Sin riesgo de ‘turismofobia’
Aunque una parte de la población santanderina siempre ha manifestado su escaso agrado por el tráfago turístico del verano, es difícil que Cantabria llegue a padecer la ‘turismofobia’ que se apunta en otros lugares. Y es que los esfuerzos de promoción internacional tienen un éxito relativo. Basta ver el escaso porcentaje de viajeros de ferry que se detienen en la región antes de emprender su viaje hacia destinos más soleados, tengan o no monumentos.
No es un caso único. España puede presumir de tener las regiones europeas con más concentración de pernoctaciones turísticas por kilómetro cuadrado (Canarias y Baleares) pero a la vez tendría que lamentar tener varias de las más despobladas de turistas de todo el espacio comunitario: Castilla-La Mancha, Extremadura, Castilla y León y Aragón, que apenas superan a las regiones árticas en visitantes por kilómetro cuadrado, según datos de la agencia estadística europea Eurostat. Resulta llamativo, por ejemplo, que Baleares tenga una concentración 23.000 veces superior a La Mancha, que solo está a unos cientos de kilómetros.
Poca esperanza cabe albergar sobre las motivaciones culturales de los turistas viendo el mínimo tirón que tiene entre ellos Extremadura, a pesar de que Mérida, Cáceres o el Monasterio de Guadalupe han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Cantabria elude esa condición de isla ajena al turismo internacional gracias a su condición costera y a la proximidad a Bilbao y a la frontera, pero no consigue mucho más. Afortunadamente, la comunidad cuenta con un turismo nacional muy fiel, que le garantiza este año un lleno histórico, a pesar del tropiezo meteorológico del verano. Un turismo interno que sí aprecia los valores culturales o los gastronómicos y aporta más del 80% de las pernoctaciones.
Eso no puede conducir a renunciar al turismo extranjero que llega a España. Cualquier mordisco, por pequeño que sea, sobre el ingente número de personas que atrae el país supondrá un salto espectacular para la región.