La ganadería de carne se impone en silencio

El censo de vacuno de la región ha cambiado radicalmente y ahora las razas cárnicas suman el doble de ejemplares que las de leche

Cantabria es una región ganadera y con una clara vocación lechera que tradicionalmente ha dejado la producción de carne en un segundo plano. Pero ese reparto de papeles está cambiando. A día de hoy, hay más vacas de carne en la región que de leche, algo que ha pasado inadvertido incluso para muchos de quienes se dedican a esta actividad. No es necesario ordeñarlas dos veces al día; su manejo es más sencillo; la ganadería extensiva aprovecha muchos espacios sin uso que deja el abandono del medio rural; la IGP ha prestigiado la carne de Cantabria… Son varios los factores que han provocado este vuelco pero en muchos ámbitos aún parece un tabú, porque nadie quiere que la leche pierda protagonismo


El censo de animales vacunos siempre ha sido casi tan elevado en Cantabria como el de humanos, al menos desde que queda constancia estadística. Y, tradicionalmente, ese vacuno ha permitido tres aprovechamientos: su fuerza para mover mercancías o para arar las tierras; la leche y, cuando el animal ya había dado sus lactaciones más rentables, la carne.

Con la introducción de la raza frisona, el siglo pasado, se inició en Cantabria una especialización láctea cada vez más intensa, sobre todo después de que la motorización acabase con las carretas de bueyes y con los arados romanos para sustituirlos por tractores.

La leche se impuso y, aunque siempre hubo cebaderos y alguna raza autóctona de carne, como la tudanca, su relevancia económica era menos relevante, hasta que en las últimas décadas del siglo XX, el abandono del campo y las cuotas recondujeron a muchos ganaderos hacia una actividad que ni estaba limitada por decisiones políticas ni exigía la misma atención que las explotaciones lecheras. Un ganadero de carne puede tener sus animales casi en semilibertad pero quienes se dedican a la producción láctea deben ordeñar todos los días.

Las vacas de carne se convirtieron en la alternativa más viable para aquellos que no querían o podían dedicarse a la leche, y para que sus hijos (que no tenían una cuota propia) se independizasen.

La carne, que antes era un ingreso menor de las explotaciones ganaderas, se ha convertido en un negocio de primer orden y con mayor margen de crecimiento que la leche.

Desde los años 60 se empezaron a introducir razas cárnicas de otros países donde esta actividad estaba más evolucionada, especialmente de Francia, y a propiciar cruces para conseguir animales de engorde más rápido y rotundo, que además estuviesen adaptados a la geografía y al clima de Cantabria.

‘El sorpasso’

En 1995, había 124.660 vacas de leche en Cantabria frente a las 60.765 de carne. Con el paso de los años las distancias se fueron recortando y en 2010 se produjo un auténtico ‘sorpasso’. El Instituto Cántabro de Estadística deja constancia de que en ese momento ya había en la región 97.885 vacas de carne y solo 72.651 de leche.

Desde entonces, esa tendencia no ha hecho más que acentuarse. En 2017 solo quedaban 66.549 frisonas (de leche), mientras que las vacas de carne habían subido a 101.571. Una evolución que no tiene vuelta atrás, porque ahora se requieren la mitad de vacas de leche de las que se necesitaban hace veinte o treinta años para producir las 500.000 toneladas que se obtienen en la región.

Todo indica que la producción láctea se va a mantener en volumen pero seguirá reduciéndose el número de ganaderos que la producen, que ya son pocos más de mil. Las explotaciones lecheras tienden a ser cada vez más grandes, y con mayor número de cabezas, porque son las únicas que se pueden permitir la maquinaria más moderna y obtener certificaciones adaptadas a las nuevas exigencias alimentarias.

También se van a racionalizar mucho más las recogidas, porque la mayoría de las ganaderías de leche que sobrevivan estarán situadas en la zona litoral de la región.

Las ubicadas en comarcas de montaña, menos mecanizables, tendrán que reorientarse a la producción cárnica, si no lo han hecho ya, o dedicar la leche a la producción de quesos o de otros productos de valor añadido para poder subsistir.

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