La reforma del edificio del Paseo de Pereda del Banco Santander

ANA BOTÍN SOBRE LA REFORMA DE LA SEDE: ‘La gente querrá ir al Banco’

En un día complicado para el Banco Santander y para ella misma, Ana Botín presentaba en público la reforma del edificio del Paseo de Pereda y de la antigua sede del Banco Mercantil. El primero se convertirá en un complejo cultural donde la colección de arte acumulada por la entidad compartirá los espacios con una oficina vanguardista, a la que los clientes, “que no quieren ir al banco, porque a la gente no le gusta ir al banco”, reconoció la presidenta, “vayan porque se lo pasan bien”. Nada será parecido a lo que hay, aunque las restricciones urbanísticas impiden modificar los exteriores, con dos concesiones: la parte superior del arco se aprovechará para conectar las plantas de cada pata del edificio y se levantará una planta más sobre parte de la terraza con una cafetería de libre acceso que ofrecerá otra perspectiva singular de la ciudad.


Ana Botín, presidenta del Banco, durante la presentación del proyecto.

El 26 de julio, la fecha elegida para presentar el proyecto de remodelación de la sede del Santander no era precisamente el mejor día para la entidad. Y no por la lluvia. Se había filtrado a la prensa la reclamación judicial de 110 millones de euros presentada por el efímero consejero delegado Andrea Orcel, que no llegó a ejercer, y el banco contraatacaba haciendo públicas las discutibles formas del frustrado candidato, que se dedicó a grabar las conversaciones que mantuvo con varios directivos. En ese escenario tan oscuro, lo único luminoso eran las imágenes de las futuras estancias de la sede del Banco, un museo con galerías muy diáfanas y una oficina vanguardista destinada a crear más marca.

El proyecto del Santander ha tardado más de un año en madurar y pasar el filtro del Ayuntamiento, que no puede aceptar cambios en dos edificios protegidos, que son considerados históricos aunque el aspecto actual de la sede, con el arco tan característico, sea una solución de los años 60.

En estos meses, el proyecto ha ido ganando en espacio público (casi todo el edificio se dedicará a los visitantes, sean o no clientes del Santander) y en sutilezas. Por ejemplo, la entrada al museo y a la terraza, que se hará desde la calle del Martillo (bajo el arco), lo que exige ampliar la acera y dejar un solo carril.

El arco, la solución para varios problemas

Sobre la actual terraza se construirá una planta más, de cristal, con usos hostelero-recreativos, que tendrá unas magníficas vistas sobre la bahía.

El aspecto exterior no cambiará, excepto en dos detalles significativos: el arco y la terraza. Seguirán pasando los coches y los viandantes por debajo del enorme vano que forma el puente entre las dos patas del edificio pero alrededor de dos tercios de su superficie estarán acristalados para crear un nuevo volumen que permitirá que los visitantes deambulen entre las dos alas del edificio con facilidad (ahora solo se conectan por la última planta o por el sótano).

Ese nuevo espacio acristalado servirá también como galería de exposiciones y como mirador, además de aportar una importante fuente de luz al interior de un edificio en el que no cabe la posibilidad de rasgar las ventanas para ampliarlas.

El arquitecto David Chipperfield, especializado en dar nuevos usos a inmuebles históricos, ha encontrado otras dos soluciones para seducir al público. Recrecerá el edificio con una planta superior acristalada y diáfana, disimulada en parte por el frontón sobre el que se apoyan las cuatro esculturas que coronan la fachada, y dará libre acceso a la terraza resultante, en la que se instalará un café-bar.


HERNÁN CORTÉS, LA FUTURA SEDE TERRITORIAL.– El palacete del antiguo Banco Mercantil quedará dividido horizontalmente en dos partes: la planta baja y el semisótano (donde estaba la enorme caja de seguridad del banco) acogerán la sucursal abierta al público mientras que en las plantas superiores se reubicará la sede territorial de la entidad. En el ático se hará un espectacular mirador acristalado abierto al público. Cada una de las seis plantas del edificio tiene un patio octogonal que será preservado y se convertirá en un gran pozo de luz desde la coronación hasta el subsuelo. Ese enorme atrio vertical, rodeado de columnas de fundición (las que ya existen, desde que en 1900 Casimiro Pérez de la Riva proyectó el edificio) proporcionará una enorme transparencia a todo el inmueble y permitirá, según los arquitectos Cruz y Ortiz, comprender el edificio completo desde cada planta.

El conjunto va más orientado a provocar experiencias en el visitante que al negocio bancario. En el museo se podrá ver la colección de arte acumulada por el Santander en las sucesivas absorciones, que ahora se exhibe en el Ciudad Financiera, de Boadilla del Monte (Madrid). No cabe toda, porque está compuesta por más de mil obras, y algunas de un tamaño descomunal, como los murales de Sert, pero se irá rotando.

Antes de empezar las obras, será necesario reformar un plan parcial y el Plan General

A pesar de contener piezas de El Greco, Rubens, Picasso o Miró y la mejor colección de Gutiérrez Solana, Chipperfield reconoce que el público tiende a no volver a los museos si no se producen cambios periódicos en ellos, y también dispondrá de grandes espacios para exposiciones temporales.

En las dos plantas subterráneas, que ahora muy pocos conocen, porque está ocupada por la caja fuerte de la entidad, se expondrá parte de la historia del Banco, con algunas colecciones que atraerán la atención del público, como la que acumuló Banesto sobre la evolución del dinero desde la antigüedad.

Un año de espera y tres de obras

La terraza se habilitará para el público y estará ocupado por una cafetería.

A pesar del tiempo transcurrido en las tramitaciones previas, el proyecto empieza ahora su recorrido urbanístico. En el caso de la sede es necesario hacer un plan parcial y para reformar el edificio de Banesto habrá que modificar el Plan General de Santander. En el mejor de los casos, unos nueve meses a partir de ahora.

La construcción es otra incógnita. Antonio Ortiz, uno de los dos arquitectos responsables de la reforma del edificio Banesto se compromete a tenerla hecha en 18-20 meses, mientras que a Chipperfield le cuesta mucho poner fecha a la terminación. No ha querido arriesgarse, aunque Ana Botín le instase a ello. El Banco, en cualquier caso, maneja un plazo de 36 meses.

Las obras supondrán una inversión de 60 millones de euros y darán trabajo, mientras se ejecuten, a unos 150 operarios. La entidad se ha comprometido a que sean realizadas por empresas cántabras.

Una vez estén construidos los dos edificios, el Banco necesitará una dotación de 50 personas para la gestión de las actividades y el mantenimiento.

Mientras se realizan las obras, las dependencias que tiene la entidad en la sede del Paseo de Pereda y en la del antiguo Mercantil se van a repartir por los alrededores. La oficina se instalará en el local alquilado que ocupó la tienda de Adolfo Domínguez, en la calle Ataúlfo Argenta, y las otras unidades administrativas se repartirán por los locales que el Banco ha ido adquiriendo en  los alrededores.


Todo lo que cambiará tras la reforma del edificio

El arquitecto inglés David Chipperfield ha obtenido un gran reconocimiento mundial por reorientar el uso de edificios históricos de forma muy respetuosa, como la ampliación de la Royal Academy de Londres o la remodelación de la isla de los museos, en Berlín. En la sede del Santander va a conseguir que cambie poco por fuera y mucho por dentro. Y no era fácil encajar las piezas, al tratarse de un inmueble encerrado en sí mismo, como corresponde a un uso bancario, repartido en dos volúmenes que solo están unidos por un puente, algo muy poco funcional para un museo.

Era imprescindible crear un núcleo de comunicaciones entre ellos y Chipperfield ha encontrado una solución imaginativa, que enlaza las dos alas de una forma natural, sirve de eje y no consume el espacio anterior: ocupar parte del enorme vano del túnel. Ese es el auténtico protagonista del proyecto, ya que despeja buena parte de los problemas que planteaba el aprovechamiento del edificio, pero no es el único cambio sustancial.

Estos son los más significativos, empezando por el propio arco:

UNA GALERÍA ACRISTALADA DENTRO DEL ARCO.- Para encajar las escaleras  que comuniquen en el futuro los dos edificios, se cierran con cristal los dos tercios superiores del arco que forma la entrada a la calle Martillo. De esta forma, el edificio conserva el perfil arquitectónico tradicional pero gana un importante espacio con tres utilidades: se podrá enlazar cada planta de los dos edificios;habrá más metros para galería de exposiciones y surgirá un mirador a varias alturas. Esos pasillos suspendidos en el aire serán un inesperado balcón hacia la bahía pero también servirán para los contenidos expositivos pueden ser vistos desde la calle a través de los cristales. Los coches y peatones pasarán por debajo de las obras de arte, lo que resultará bastante novedoso.

LOS SÓTANOS SALEN  A LA LUZ.- Las dos plantas subterráneas que tiene el edificio, eran el sancta sanctorum del negocio, porque allí estaba la caja fuerte, accesible para muy pocos y absolutamente inexpugnable. Después de la demolición –que no será fácil, por los enormes muros de hormigón– quedarán dos plantas diáfanas, que será aprovechadas para exponer parte de las colecciones que el Banco ha acumulado en su historia.   

ACCESOS AL EDIFICIO POR EL INTERIOR DEL TÚNEL.-Se estrecha la calle del Martillo con una ampliación de las aceras, y eso permite que las futuras entradas al edificio estén precisamente ahí, bajo el arco. Así se soluciona un problema complejo, ya que las puertas actuales son demasiado pequeñas y no se permite alterar las fachadas. Lo probable es que en este tramo de la calle finalmente quede un solo carril para el tráfico.

EL EDIFICIO CONSERVA EL ASPECTO ACTUAL PERO NO EL HISTÓRICO.-El planeamiento urbanístico exige mantener el aspecto actual pero, en realidad, ese no es el histórico. Durante muchas décadas fueron dos edificios a ambos lados de la calle, sin conexión alguna y bastante distintos entre sí. A lo largo del siglo pasado han sufrido muchas evoluciones y la imagen actual data solo de 1961, después de que el Santander adquiriese el edificio oeste, lo derribase y construyese otro simétrico al que entonces tenía como sede, uniendo ambos a través de un arco, para salvar la calle Sanz de Sautuola.

RENUNCIA A TODOS LOS ELEMENTOS SINGULARES DEL INTERIOR.- En realidad, el único interior que podía tener interés para ser conservado era el del edificio de la izquierda, con un gran vestíbulo, el despacho de Emilio Botín Sanz de Sautuola y la sala de consejos, ya que todo lo demás es funcional. En la presentación inicial del proyecto se hablaba de conservar algunos de estos elementos, pero finalmente se ha descartado, para dar continuidad a las salas de exposiciones.

El abuelo de la actual presidenta se hizo construir un despacho con una gran riqueza de maderas, basándose en el estilo Adam, con el que se familiarizó mientras permaneció en Inglaterra, en los años 30. Podría tener un interés histórico o artístico pero el hecho de que se trate de una imitación de ese estilo, y no del original, ha acabado por inclinar la balanza hacia la no conservación.

DESAPARECE UNA PLANTA.- Las dos plantas superiores del edificio van a estar dedicadas a salas de exposiciones y van ser casi diáfanas. Ni siquiera habrá columnas, porque se van a apoyar en los muros de carga que se construirán rodeando las cajas de los ascensores, ubicados uno a cada lado del arco. En realidad, esas dos plantas saldrán de la fusión de las tres últimas actuales. La retirada de uno de los forjados permitirá techos más altos, como requiere una exposición y unas superficies tan amplias.

Y APARECE OTRA PLANTA POR ENCIMA DE LA CUBIERTA.- En la actual azotea se instalará una cafetería pero una parte de esta planta se recrecerá con una altura más, un pabellón-mirador de cristal que en parte quedará oculto por el frontispicio superior de la fachada, sobre el que descansan las cuatro esculturas que la coronan. Esta planta mirador puede tener usos muy diversos pero, en principio, complementar el espacio de cafetería.


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