La historia, reescrita por Juan Gómez Bárcena
El niño que buscaba vestigios de los dinosaurios por todos los vericuetos de su pueblo de verano, Toñanes, acabó las indagaciones que ocupaban sus jornadas vacacionales al perder la esperanza de hallar el mínimo rastro pero no desapareció su carácter inquisitivo. Recorrió los portales y cuadras de sus vecinos extrayendo recuerdos con la perseverancia que proporciona una infinita curiosidad hasta encontrar menos resistencia a cada vuelta de sacacorchos. De ahí pasó a los libros bautismales de la parroquia, a los del obispado más tarde y, finalmente, a la web de los mormones de Utah que digitalizaron los ancestros de todos aquellos lugares del planeta donde tuvieran la costumbre de documentar natalicios y fallecimientos, con tanto empeño que hubiesen llegado hasta Adan de haber podido.
El espíritu de ese niño de los dinosaurios que es el escritor cántabro Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) le llevó a recrear con minuciosidad la historia de un microcosmos sin historia, el pueblo de Toñanes en su último libro ‘Lo demás es aire’. Los propios vecinos se muestran incapaces de recordar un hecho reseñable de su pasado colectivo que no sea algún episodio personal y, sin embargo, él ha creado una extraordinaria novela de esa nada. Un moderno Quijote, lleno de pequeñas historias sublimes, como la del cura del siglo XVI que perdió la razón coleccionando fósiles proporcionados por los vecinos (más bien vendidos), al estimularle a iniciar unas indagaciones pseudocientíficas con las que acabó por poner en duda casi todo lo que representaba su magisterio, más olvidado a medida que llenaba de papeles y conjeturas el atrio de su iglesia; o el emocionante relato de la madre capaz de aprender por sí misma a escribir tras memorizar las cartas de su hijo emigrado a Andalucía que le leía el cura y comparar esa oralidad con la grafía, para poder escribirle lo que tanto deseaba contarle y preguntarle lo que tanto deseaba saber; una carta inmensa y mil veces rehecha que nunca llegaría a enviar porque nunca parecía estar a la altura de sus sentimientos.
La profusión de libros ambientados en Cantabria, algunos de ellos muy notables, y la enorme producción editorial de otras procedencias no permite hacer justicia a la mayoría, pero el libro de Juan Gómez Bárcena es un punto y aparte. No hay nada parecido en la producción editorial española, al construir un inmenso retablo de historias entrecruzadas en siglos entremezclados ocurridas en un espacio de tan solo dos kilómetros cuadrados en el que nadie diría que pase ni el tiempo.
Las historias humanas no tienen hueco en las páginas de la oficial pero podrían explicar mucho mejor la evolución de los pueblos. La obra de Juan Gómez, que pretende llenar de pequeñas anotaciones individuales cada una de esas líneas de las historias oficiales, parece tan imposible a primera vista que lo que más deslumbra en el libro es haberlo conseguido. Introducir, renglón a renglón y sin un orden aparente, todos esos microacontecimientos; hacerlo con esa sabiduría y madurez literaria y añadir en los márgenes los años solapados, por si el lector se pierde, da la impresión de ser una aventura estilística imposible. Más que imposible, inaguantablemente aburrida. Pero, por insólito que parezca, esas quinientas y pico páginas de la historia particular de un ámbito que se reduce del límite con Cóbreces al molino de El Bolao (un minuto y medio en coche) y pasada por una turmix que entremezcla todos los tiempos, son cautivadoras.
Como el Quijote, es una novela de novelas, y como la Biblia, una historia de estirpes que en realidad es una sola porque el árbol familiar iniciado por el padre del protagonista para matar el tiempo de las tardes de verano demuestra que la secuencia matemática (cuatro abuelos, ocho bisabuelos, 16 tatarabuelos…) hace que los ancestros de todos nosotros coincidan unas pocas generaciones atrás y se entremezclen mucho más de lo que suponemos. Si estiramos esa serie a 40 generaciones (al año 400 antes de Cristo, más o menos) cada uno tendríamos un billón de ancestros, una cifra absolutamente imposible y más en aquellos tiempos, en los que el mundo no alcanzaba, seguramente, los cien millones de personas.
La sabiduría y la memoria popular de Toñanes que recopila con tanta paciencia como inquietud el niño de los dinosaurios a lo largo de toda su adolescencia y primera madurez es la de miles de pueblos. Se podría contar la misma historia cambiando los escenarios una y otra vez y eso es lo que convierte en universal este microcosmos tan próximo a nosotros. Es un lujo del que nos acordaremos mucho tiempo que un modesto pueblo cántabro como Toñanes (apenas 200 almas) haya servido de patrón gracias al ingenio, a la osadía para afrontar el reto y al dominio de los recursos literarios de Gómez Bárcena.
Lo demás es aire
Juan Gómez Bárcena Editorial:
Seix Barral 544 páginas. 21,9€.