Las exportaciones siguen tirando de la economía regional

Hay países que tienen vocación exportadora y otros que lo hacen solo por necesidad. España es uno de ellos y en Cantabria es especialmente notoria esta circunstancia. A pesar de que tradicionalmente la región exporta más de lo que importa, muchas empresas lo hacen únicamente cuando no pueden colocar toda la producción en el mercado interno. Eso da lugar a que el censo de exportadores de continuidad no pase de tres centenares, aunque los que venden ocasionalmente en el exterior son muchos más. Una de las razones que lo justifica es que, para la mayoría, las ventas en España siguen siendo más rentables, pesar del estrechamiento de márgenes que se ha producido a partir de la crisis.

Repetir los datos de comercio exterior de 2018 no era fácil para la economía cántabra, porque en ese momento la industria avanzaba a velocidad de crucero y se había incorporado una empresa con clara vocación exportadora, Santander Coated Solutions, que dio un buen empujón a las cifras. No obstante, 2019 ha sido otro buen año en los intercambios de la región, porque tanto las exportaciones como las importaciones han seguido creciendo más que la media nacional y han resultado esenciales para mantener el crecimiento económico.

En 2019, Cantabria ha estado a punto de igualar su record histórico de exportaciones que, curiosamente, se produjo en plena crisis, en 2012, cuando las empresas de la comunidad vendieron al exterior productos por valor de 2.713 millones de euros, impelidas por la necesidad de encontrar mercados donde colocar lo que no podían vender en el interior del país. A medida que crecía el consumo interno se reducían las exportaciones, porque hay productos, como el cemento, que se cotizan menos en el mercado internacional y los márgenes se ven aún más penalizados por los portes.

Las ventas al exterior crecieron un 3,4% en 2019 y las importaciones, un 4,9%

Entre noviembre de 2018 y el mismo mes de 2019, la comunidad vendió en el exterior 2.641 millones de euros (de diciembre aún no hay datos oficiales), un 3,4% más que en los doce meses anteriores.

La exportación de productos industriales volvió a resultar determinante, pero nunca es fácil saber qué parte del crecimiento de las ventas en el exterior es producto de la buena o de la mala marcha de la región. Es evidente que, en parte, es consecuencia de la creciente competitividad de nuestros productos y de la pérdida de complejos a la hora de salir al exterior, pero también está relacionada con otra circunstancia completamente opuesta, las dificultades del mercado interno, que obliga a muchas empresas a vender fuera, cuando lo que desean es vender dentro, donde sus márgenes son mejores.

La prueba más evidente de que esto ocurre es que el año en que más exportó la región fue 2012, probablemente el más duro de la crisis, con el consumo interno hundido. 

Variedad

El exportador cántabro tipo es un gran empresa del sector industrial, por lo general de capital extranjero, que fabrica productos semimanufacturados y que vende, sobre todo, en la Unión Europea. Hasta aquí las coincidencias, porque en los productos hay una gran variabilidad.

En ninguna otra comunidad es tan variada la cesta de productos de exportación. Mientras que hay regiones claramente especializadas en productos alimentarios, como Extremadura o Andalucía; y otras basculadas hacia el automóvil, como Navarra o Castilla y León, donde hay grandes fábricas de ensamblaje, o a los bienes de equipo, como Madrid o el País Vasco, Cantabria tiene un poco de todo. Los productos semimanufacturados (como los aceros de GSW) que encabezan la lista, solo concentran el 22,5% de las ventas al exterior. Luego, la retahíla es tan larga como variopinta. La región exporta chocolates (Nestlé), celulosa (Sniace), textiles (Textil Santanderina), tabacos (Altadis); todo tipo de piezas y componentes de coches, conservas de pescado, y hasta equipos críticos de centrales nucleares.

Por su reducida dimensión (el equivalente a una de las ciudades dormitorio de Madrid), se podría comparar toda la actividad de Cantabria con la de uno solo de los macropolígonos industriales que rodean la capital del país, pero ninguno podría ofrecer una diversidad de actividades semejante. Desde fabricaciones de química gruesa (el carbonato de sosa de Solvay) a las de química fina (los medicamentos de Moehs); desde la confitería artesana (sobaos, barquillos…), a los generadores para centrales nucleares (ENSA); las semiconservas de pescado; el caucho sintético (Dynasol); el negro de humo (Columbia); los grandes cigüeñales de forja para barcos y centrales eléctricas (Sidenor Forgings & Casting); o los plásticos (Aspla). Y algunas otras que aprovechan su condición litoral, como la pesca oceánica que se exporta o las reparaciones y transformaciones de buques.

Todas las actividades citadas y muchas más tienen un componente exportador sustancial, aunque el censo de empresas que exportan con continuidad y en unas cuantías relevantes hace tiempo que está estancado en torno en poco más de tres centenares, un número relativamente pequeño si se compara con otras comunidades, que está claramente relacionado con el escaso tamaño de las empresas locales. Una de las estrategias de la empresa pública Sodercan para obviar este problema es la creación de clusters de empresas del mismo sector, que de esta manera adquieren una dimensión suficiente como para participar en proyectos nacionales e internacionales a los que por sí mismas no podrían acceder.

Importación de materias primas

En el último año, la evolución de las exportaciones ha sido especialmente positiva en el caso de los productos alimentarios. En noviembre, ya superaban ampliamente las de todo el año anterior, con casi todos los epígrafes en positivos. En cambio, hay un retroceso en las ventas al exterior de cauchos y, probablemente también haya cerrado el ejercicio a la baja la venta de plásticos. Mejora la exportación de maderas y de celulosa y hay un salto sustancial en las prendas de vestir.

En las importaciones, el cambio más significativo es el fuerte descenso en la entrada de electrodomésticos y de otros aparatos eléctricos.

Cantabria importa, sobre todo, chatarras para fundición y materias primas, en general, desde cereales a papel para reciclar o maderas. En una región productora de leche por antonomasia, no deja de llamar la atención que también se compren al exterior importantes partidas de productos lácteos.

Tanto en las exportaciones como en las importaciones aparecen los automóviles como un capítulo muy relevante, aunque en realidad no forman parte de la economía regional y su registro aduanero en Cantabria es consecuencia de la tramitación administrativa que hacen en esta comunidad algunos de los que pasan por el puerto de Santander.

Cobertura

Las importaciones han seguido creciendo (un 4,9% interanual), aunque no con tanta fuerza como el año anterior, y sumaron 2.174 millones de euros en los doce meses que van de noviembre de 2018 a noviembre de 2019. El saldo comercial, por tanto, registra un superávit de 445 millones de euros, lo que supone una tasa de cobertura de más del 121,4%, holgada, pero algo inferior a la del año precedente y bastante alejada de la que se consiguió en 2012, cuando se produjo un fortísimo descenso de las compras al exterior, por las dificultades que atravesaba la economía regional y la tasa de cobertura cántabra llegó a un nivel, casi alemán, del 154,7%.

El comercio internacional de la región, en cualquier caso, sigue estando por debajo del peso que tiene su economía (el 1,2% del PIB nacional). Las exportaciones solo suponen el 0,9% de las que realiza España y las importaciones apenas el 0,7%. Eso indica que la economía regional gira excesivamente sobre sí misma, y que la diversificación de exportaciones puede ser una debilidad y no una fortaleza. Muchos pocos, que no acaban de encontrar un mercado estable en el exterior, por su escaso tamaño, y muchos empresarios que, por eso mismo, creen que no les merece la pena aventurarse fuera.

El hecho de que la UE se haya convertido en un mercado interior, con la única barrera del idioma, apenas ha cambiado esta realidad. Tampoco el tratado CETA negociado con Canadá, que facilita el abordaje de aquel mercado. En cambio, el año pasado aumentaron un 26% las ventas a Estados Unidos, donde Trump se negó a firmar el acuerdo TTIP que había negociado su antecesor con la UE.

La incertidumbre del Brexit

El Reino Unido es el cuarto destino más habitual de las exportaciones cántabras. No solo se produce un flujo muy importante de mercancías sino que la balanza comercial es francamente favorable a Cantabria, lo que no ocurre en otros países europeos, con un superávit de 63 millones de euros. Además, a través del puerto de Santander, hay un flujo de 200.000 pasajeros anuales.

Aunque Gran Bretaña necesite los mismos productos y quienes viajan en el ferry mantengan el mismo interés los destinos, el Brexit no será neutro. La complejidad en las tramitaciones aduaneras bastará para desanimar a algunos y, en el caso de las mercancías, queda por saber el estatus que van a tener. El hecho de que no se haya producido una ruptura sin acuerdo ha creado una falsa sensación de normalidad, pero eso no resuelve el problema que afecta a muchas empresas cántabras y especialmente a Brittany Ferries, la que más se juega.