Sidenor Reinosa encuentra más novias de las previstas
El cántabro Javier Cavada presentó una oferta
El grupo vasco Sidenor ya tenía pactada la venta de la planta de Reinosa el pasado verano a unos brokers norteamericanos cuando apareció un cántabro, Javier Cavada, un candidato mucho más tranquilizador para los intereses de la región. Sidenor ha remoloneado pero finalmente va a admitir a estudio esta propuesta competidora que, al tiempo, le permite elevar el listón de sus pretensiones. La fábrica de Reinosa parecía un mal negocio, porque perdía dinero y requiere importantes inversiones pero para Jainaga y su equipo va a salir francamente rentable.
De las 17 propuestas de compra que aspiraban a quedarse con el grupo vasco Sidenor cuando hace tres años la brasileña Gerdau decidió ponerlo a la venta, solo una apostaba por la continuidad de la planta de Reinosa. El presidente del Gobierno cántabro, Miguel Ángel Revilla, consciente del gigantesco problema que se avecinaba de producirse el cierre de la principal industria del sur de la región, trató de mover los hilos para que el destinatario fuese el grupo de directivos de Sidenor que quería quedarse con todo el grupo. Su mejor valedor fue el Gobierno vasco, que deseaba exactamente lo mismo, para evitarse problemas en las plantas de su comunidad.
El Ejecutivo del PNV apoyó económicamente la oferta de los ejecutivos de Sidenor, encabezados por el entonces director general, José Antonio Jainaga, que finalmente fueron los adjudicatarios. Aparentemente, habían desaparecidos los negros nubarrones que se cernían sobre la continuidad de la fábrica de Reinosa, pero a los pocos meses Jainaga hacía unas declaraciones desconcertantes, en las que se anunciaba su intención de deshacerse de la planta cántabra en cuanto tuviese la oportunidad. Calculadas para conseguir apoyo financiero del Gobierno cántabro o no, tras sus manifestaciones, Reinosa volvía a quedar en una situación muy comprometida y la comunidad autónoma tuvo que utilizar, una vez más, a Sodercan como bombero.
Sidenor pedía dinero para seguir en Reinosa, y el entonces director de Sodercan, Salvador Blanco, ofreció una alternativa inesperada: en lugar de subvenciones ofrecía entrar en el capital de la fábrica de grandes piezas forjadas, de forma que, además de tener algo que decir sobre su futuro, en su calidad de accionista, si un día la planta recuperaba valor en el mercado, la comunidad autónoma pudiese beneficiarse de ello.
Sidenor racaneó cuanto pudo y finalmente firmó un compromiso de permanencia de dos años, que no parece dispuesto a ampliar.
Los quince millones de euros inyectados por Sodercan le llegaron como agua de mayo a unos compradores que partían con un músculo financiero mínimo, pero Reinosa ha consumido ese dinero demasiado deprisa. 2017 fue un mal año para el negocio de la forja pesada y para la planta campurriana, que prácticamente perdió esa cantidad. En 2018 las cosas han ido bastante mejor, y es probable que declare un pequeño beneficio simbólico. Eso no es suficiente para los propietarios de Sidenor, que necesitan devolver los préstamos con los que adquirieron el grupo, y no pueden permitirse acumular más deuda.
El escenario no parece el mejor para vender una fábrica que ha cumplido ya un siglo, que no acaba de encontrar el ciclo de remontada y en la que se han hecho muy pocas inversiones en los últimos años. En teoría, es un sector poco atractivo, por lo que sorprende que en estos momentos Sidenor se encuentre con dos ofertas sobre la mesa, la que han presentado dos brokers norteamericanos del acero, en alianza con un financiero alemán, y la encabezada por el ingeniero cántabro Javier Cavada, que ha sido vicepresidente mundial del principal cliente de la fábrica reinosana, la multinacional finlandesa Wartsila, el mayor fabricante del planeta de motores y componentes de barco.
Este inusitado interés demuestra que la fábrica puede ser más rentable de lo que se suponía. Si en estos momentos, trabajando a poco más del 30% de su capacidad puede equilibrar sus cuentas, los aspirantes a la compra son conscientes de que con un razonable aumento de los pedidos podría tener unos beneficios significativos y tanto los traders americanos como Cavada creen que pueden conseguirlo. Unos, incrementando las ventas de palanquilla, el producto básico de la fundición, con menos valor añadido. Cavada, con las grandes piezas forjadas, los productos más caros.
El ingeniero cántabro tiene detrás el respaldo del único cliente que puede garantizarlo, su antigua compañía, Wartsila, que ha sido tradicionalmente el principal cliente de la planta de Reinosa, a la que ha comprado cigüeñales y ejes para los motores marinos que fabrica. Sidenor es su tercer proveedor de estas piezas, en orden de importancia. Bastaría con pasar a ser el segundo para mejorar sustancialmente su facturación, y Cavada confía en conseguirlo, igual que cree que se pueden conquistar nuevos mercados internacionales, especialmente aquellos que Gerdau le vetaba a la fábrica cántabra mientras formaba parte de su grupo, y a los que aún no ha logrado acceder.
Ahorros internos
Los candidatos a la compra también son conscientes de que hay otra vía aún más inmediata para mejorar las cifras de la empresa. La factoría paga a su grupo alrededor de ocho millones de euros anuales por los servicios centrales que le presta, entre ellos los de ingeniería. Un importe que podrá reducir mucho y que ahora pesa como una losa en las cuentas de una empresa que factura poco más de 90 millones.
La situación de la fábrica no es buena pero tampoco desanima a los candidatos. Solo hay nueve plantas en el mundo de gran forja y prácticamente todas tienen el mismo problema de falta de actualización en las inversiones, quizá porque todas esperan que llegue el ciclo alcista, en un sector acostumbrado a los buenos y malos tiempos. Tarden en aparecer o no, Sidenor ya está en disposición de rentabilizar la planta de Reinosa como si hubiesen llegado, vendiéndola al precio de sus mejores expectativas, por la concurrencia de compradores, algo que no estaba en el guión.