Beatriz Bermejo, abogada: ‘Antes, el abogado era un dios’
Irradia belleza y una energía tan juvenil que resulta difícil creer que pertenezca a la segunda promoción de Derecho de la UC y lleve más de tres décadas ejerciendo como abogada, principalmente para bancos y grandes empresas. Experta también en divorcios, es una negociadora nata que ha convertido la rapidez, la organización y la empatía en las señas de identidad de su despacho, BBM Abogados, uno de los más grandes de Cantabria. Se enamoró de la profesión viendo películas de juicios de cine clásico americano y decidió que iba a mejorar el trato que daban los abogados a los clientes y a su propio equipo, apostando por el factor humano y por el valor de las personas que nos rodean.
P.- Si tuviera que decir que Beatriz Bermejo ha sido la abogada de… ¿qué caso mencionaría?
R.- De los que más orgullosa me siento, por su dificultad, es de haber ganado en el Tribunal Supremo, actuando en nombre del BBVA, frente a Mercasantander y otros imputados. Aunque, en una trayectoria tan larga como la mía, hay muchos casos que me han marcado por distintos motivos. Uno que me dejó huella, por tratarse de un drama humano, fue la caída del edificio de la Cuesta del Hospital, en el que fui abogada de los propietarios. Otro que recuerdo especialmente, por ser uno de los primeros importantes de mi carrera y por el gran número de afectados, fue la quiebra de Intra.
P.- ¿Y el caso con mayor repercusión mediática en el que ha participado?
R.- Quizá el que me ha hecho vivir más anécdotas con la prensa fue la defensa de Angela Bustillo, la Miss Cantabria a la que quitaron el título por haber tenido un hijo. Investigando, demostré que había hombres con el título de Mister España que habían sido padres y gané el caso. La polémica estaba servida y me llamaron para participar en programas de televisión en los que conocí a muchos famosos. A raiz de aquello, me ofrecieron incluso presentar un programa y entrar en algún partido para ocuparme de temas relacionados con la mujer, pero nunca he querido entrar en los medios para no perder seriedad, ni me he asociado con ningún grupo político, para mantener mi independencia. Tampoco dar clases en la universidad, aunque me lo han ofrecido. Sólo me he vinculado a Big Data Jurist, una enciclopedia para la que he escrito textos legales.
P.- ¿Siempre quiso ser abogada o es de esas personas que acabaron en la carrera de Derecho de rebote?
R.- No. Soy de las vocacionales, de las que han querido dedicarse a esto desde la infancia sin tener ningún abogado en la familia. De pequeña fui a uno con mi madre y no me gustó nada el trato que le dieron. Así que quise en convertirme en abogada para atender a todo el mundo bien, evitando la soberbia que había observado en aquel hombre. Además, me encantaban las pelis americanas de juicios como ‘Testigo de cargo’ y siempre pensé que podía hacerlo bien. Estaba dispuesta a irme a Oviedo, porque en Santander no había la carrera, pero un año después comenzaron los estudios aquí y yo pertenezco a la segunda promoción de Derecho de la Universidad de Cantabria. Como no existía una escuela de práctica jurídica como ahora, antes de acabar ya me puse a buscar prácticas en un despacho.
P.- ¿Y le resultó fácil encontrar trabajo?
P.- Tenía 22 años y llamé a puerta fría al despacho de Ramón Mateo Merino. Aquel hombre maravilloso se echó a reír cuando le dije que estaba allí para convertirme en abogada. Me dio una oportunidad y empecé a acompañarle mientras despachaba y, después, a los juzgados y a la prisión. Al poco tiempo, me fui al despacho de otros dos grandes abogados, Carlos Zamora de la Sota y Carlos Zamora Rivero. Con ellos estuve otro año más y decidí apuntarme al turno de oficio.
Cuando ya tenía 75 clientes abrí mi propio despacho en un piso de alquiler en Miguel Artigas, junto a la procuradora Teresa Moreno. De esos años recuerdo la ilusión. Solo tenía una mesa de ordenador, un par de sillas prestadas y unos cuantos libros de derecho que me regaló una editorial. ¡Pero me fue bien! Desde aquel momento empecé a tener mucha clientela y me fui, otra vez de alquiler, a Jesús de Monasterio, ya con pasantes y secretarias. Finalmente, en el año 96-97, compré un piso en la calle Cádiz donde continúo actualmente, con BBM Abogados.
P.- ¿Cuál fue su secreto para crecer tanto?
R.- Un compañero me dijo entonces que cualquier abogado nuevo debía tener un valor añadido y yo decidí que el mío iba a ser la rapidez. En aquellos tiempos, no había móviles y todo iba muy lento, por lo que podía marcar la diferencia si trabajaba con agilidad. Metía muchas horas y solía comer en el despacho con un bocadillo que me traía mi padre. Esa rapidez unida a mi experiencia en los juicios me ayudó a ir progresando. Entonces era muy habitual celebrar vistas orales, por ejemplo, para los accidentes de tráfico, y yo me pasaba todo el día en el juzgado.
Mi especialidad siempre ha sido la negociación, por mi carácter conciliador y, cuando tienes hasta diez juicios en una sola mañana, aprendes a desenvolverte. Con el paso del tiempo, he seguido trabajando mucho pero he sabido organizarme bien, respetando los horarios y dando prioridad a la labor administrativa para cumplir con los plazos y no esperar a última hora.
P.- ¿En qué área del Derecho se ha especializado?
R.- Más que especializarme, ha sido la experiencia profesional la que ha marcado mi camino. En los años 80, las empresas tenían un abogado de cabecera que llevaba todo tipo de asuntos, pero la legislación empezó a cambiar rápidamente y cada vez se hacía más necesario especializarse. Por tanto, fui desechando algunos ámbitos, como el administrativo o el fiscal para ir orientándome hacia el civil y el mercantil. Estoy muy vinculada al mundo bancario y soy abogada de grandes empresas. Sin embargo, quizá se me conozca más por haber llevado muchos divorcios y herencias, en los que siempre he hecho lo posible para lograr que fueran de mutuo acuerdo. En otras ramas, como laboral o propiedad horizontal, he ido contratando a abogados especializados que ahora forman parte de mi despacho.
P.- ¿Cuántas personas son en BBM Abogados?
R.- Somos uno de los despachos más grandes de Cantabria, con una decena de profesionales. La mayor parte de ellos llevan mucho tiempo conmigo, sobre todo Miguel Sierra y Juan Esteban. Es un equipo grande y, en lo personal, estamos muy unidos. El factor humano me parece muy importante y me siento feliz porque vamos contentos a trabajar. A mí siempre me trataron bien y me ayudaron mucho los abogados con los que estuve, tanto Ramón Mateo como Carlos Zamora, y yo quería transmitir esa buena experiencia a las personas que trabajan conmigo. Eso nos ha llevado a implantar medidas de flexibilidad laboral para conciliar mejor, como horarios de entrada escalonados, jornada de verano o dos tardes libres por semana.
P.- ¿Ha cambiado mucho la abogacía?
R.- Lo que más he notado es que existe mayor conocimiento sobre el derecho en la calle y eso me parece muy positivo. Antes, el abogado era como un dios y ahora te cuestionan las decisiones y se esfuerzan por entender el proceso, aunque a veces confundan una legislación con otra o tu papel con el de un notario o el de un registrador. Otro cambio que, afortunadamente, he detectado es que la mujer ha ido ganando poder. A mí nunca me ha supuesto ningún problema ser mujer a la hora de ejercer, pero no podía invitar a comer a un cliente como hacían mis colegas masculinos y tenía que escuchar comentarios, hoy intolerables, como que iba a aburrirme en una conversación entre hombres o que dejaría de ejercer para cuidar de mis hijos.
P.- Echando la vista atrás sobre su trayectoria ¿Con qué se quedaría?
R.- Con la suerte que he tenido con todas las personas que han trabajado conmigo y con mi familia. Mi éxito profesional, si puede considerarse así, se lo debo al apoyo que tengo a mi alrededor, tanto en el despacho como en mi casa. Es gracias a personas como Tata, sin la que no hubiera podido criar a mis hijos, o Julia, mi secretaria, que también me ayuda en absolutamente todo. Yo intento corresponder en lo que puedo y me siento muy querida. En todos estos años me han hecho muchos regalos, desde las croquetas o los calcetines que me llevaban clientes del turno de oficio hasta artículos de gran valor, pero nunca he valorado lo material sino a las personas que me rodean porque sin ellas no podría haber tenido esta vida. Son mi mayor fortuna.
P.- ¿Tiene alguna afición fuera del despacho?
R.- La principal es mi perrita, Marnie, que se llama así por la película Marnie la ladrona. Se podría decir que soy una abogada con perro porque me la llevo a todas partes, incluso a trabajar. También me encanta el cine clásico americano y la lectura. Es curioso, porque doy la impresión de ser muy autoritaria e inquieta pero luego, en mi vida privada, soy muy tranquila. Me gusta estar en casa, relajada y en paz. Valoro mucho el sentido del humor y pasar tiempo con mis amigos, aunque prefiero cenar en casa que irme de fiesta.
Patricia San Vicente
Puedo decir con mucho orgullo, que es mi amiga primero, me ha ayudado mucho dándome consejos y teniéndose que poner un poco dura en momentos que he de caído. Es mi abogada donde todo lo consulto con ella. Aunque no tenemos una relación de cercanías, a nuestra manera nos queremos. Sobre todo en las Navidades, siempre nos une lo que mi padre comenzó, y ella me pidió que siguiera con esa tradición.
Cuando hay gente que me pregunta si conozco un abogado, por supuesto que se lo llevo a BBM