‘Los festivales viven su mejor momento’

ERNESTO CASTAÑEDA (Moverground), director del Festival Sónica:

En un solo año, el sector de la música en directo ha crecido un 70% y se calcula que entre esta temporada se van a celebrar en España 900 festivales. Un dato que convierte a nuestro país en el primer destino mundial en turismo de conciertos y nos ilustra sobre lo que mueven estos grandes eventos. Un buen ejemplo de ello es el Festival Sónica de Castro-Urdiales. Su director, Ernesto Castañeda, reflexiona sobre esta ola tras una larga experiencia como promotor, productor, agente y músico. Hace tiempo que se bajó del escenario pero la música sigue siendo el hilo conductor de su vida junto a su pasión por la psicología.


P.- ¿Qué está ocurriendo con los festivales de música? ¿Hay público para todos?

R.- A veces yo también me hago esa pregunta, porque hay mucha oferta. 2023 puede ser el año en el que más conciertos y festivales se organicen en España, pero la frontera entre el éxito y el fracaso no siempre está clara, como hemos visto en otros sectores como la vivienda, en el que subyace el recuerdo de la burbuja inmobiliaria.

En cualquier caso, pronto lo sabremos. Podemos estar ante la tormenta perfecta porque, por una parte, regresamos del parón de la pandemia y, por otra, ha habido un cambio de mentalidad en la gente hacia el carpe diem.

P.- ¿La creación musical también está en un buen momento?

R.- Continuamente aparecen nuevos formatos y avances vinculados a la realidad virtual o a la inteligencia artificial. Y hay mucha producción porque la tecnología permite grabar música con facilidad y compartirla. Pero, al final, el público es el que consume y decide lo que quiere. Hoy en día, la música es tan accesible que hay artistas con miles de seguidores en las redes sociales que nunca han dado un concierto. En ese sentido, yo conservo un pensamiento romántico sobre la energía que desprende la música en directo. Por mucho que cambien las cosas, esa magia que genera entre el público no creo que vaya a desaparecer.

P.- ¿Y no cree que algunos artistas abusan de la tecnología?

R.- Habrá casos, pero la tecnología es compatible con la calidad, siempre que tengas calidad, claro. Además, a los profesionales nos ayuda en cuestiones relacionadas con la industria, como controlar la venta online de entradas o hacer un seguimiento analítico de las personas que acuden a un concierto. Eso nos ha permitido saber que el 65% del público de la última edición del Sónica era de fuera de Cantabria o que generaron más de 2,3 millones de euros para la región.

P.- Además de promover y producir conciertos, tiene su propia agencia de management, Movergroud. ¿Cómo le afectan estos cambios que vive el mercado musical?

R.- Precisamente, lo que me ha dado la oportunidad de activar la agencia han sido la pandemia y la tecnología, que ha democratizado la música y nos ha demostrado que casi todo se puede hacer desde aquí. Para mí, la pandemia ha supuesto cerrar una etapa y abrir otra, volver a empezar. En mi caso, con una agencia creativa de management, producción y proyectos culturales con tres talentos musicales de Cantabria: Jaguayano, Drei y Kerchak. Mi fantasía era promover, desde una agencia cántabra, todo lo bueno que se hace aquí y ayudar a los artistas locales a contactar con la industria con la misma facilidad con que lo harían desde otros lugares.

P.- Leo en su web que el reto de Moverground es “activar emociones a través de experiencias inolvidables”. ¿Solo se puede ser empresario musical desde la pasión?

R.- A mí me gusta distinguir entre promotores y empresarios. Muchos promotores venimos de haber sido músicos y nos importa la cultura, no solo la parte puramente empresarial del negocio. De hecho, el lema de la agencia es Amamos la música, y eso es algo absolutamente real. Sería ideal que cualquier empresa decidiera ir un poco más allá y tener un trasfondo social.

P.- Y ¿cuál es el compromiso de su festival?

R.- Hemos puesto en marcha medidas pioneras a nivel regional para reducir la huella de carbono y el impacto sobre el entorno. Antes de la pandemia ya veníamos trabajando en proyectos de este tipo, así que los pusimos en marcha cuando se reactivaron las cosas. La primera edición del festival fue de observación y estudio, porque el momento era muy inestable y todavía estábamos sentados y con mascarilla. Después ya hemos probado más fórmulas como vasos reutilizables o lonas decorativas sostenibles para poner nuestro granito de arena en el cuidado medioambiental.

P.- Sónica también colabora en la investigación contra el cáncer. ¿En qué consiste este proyecto?

R.- Apoyamos al instituto Idival con parte de lo que recaudamos por la venta de entradas y abonos, los vasos o los donativos de los invitados por artistas y patrocinadores privados. Además, cualquier persona que quiera donar puede hacerlo a través de la web. Es una iniciativa de la cantautora cántabra Drei, con la que mantenemos una relación muy cercana desde que tocó en la primera edición del Sónica. Andrea Turienzo es todo un ejemplo por la forma de afrontar su enfermedad y de divulgarla, para que la gente tome conciencia. Su deseo era apoyar la investigación y por eso contactamos con el Idival, diseñamos el cartel del festival en los colores del cáncer y pusimos su nombre a una de nuestras sirenas.

P.- ¿Cuándo comenzó en la música?

R.- Me gusta tanto lo que hago que no sabría marcar el inicio. La única diferencia desde que empecé a estudiar música con siete años es el día en que empecé a ganar dinero con ello. Al principio era un juego que se fue profesionalizando a medida que fui ganando responsabilidad y compromiso. Empecé tocando como músico. Es más, organicé mi primer concierto para poder tocar yo. Algunas cosas las hacía por necesidad y otras porque me interesaba la producción, la técnica o los protocolos de organización…

En todo lo que me ha ido pasando hay algo intangible, pero la música siempre ha sido el hilo conductor. Una vez fui al concierto de un grupo al que no conocía porque me atrajo la portada de su disco y nos hicimos tan amigos que les acabé ayudando a tocar en Cantabria. Se llamaba Buenas Noches Rose y entre sus integrantes estaba Rubén Pozo, que luego formó “Pereza” con Leiva, hoy cabeza de cartel en el Sónica.

P.- ¿Llegó a tener su propia banda?

R.- Sí, colaboré con varias y fui mánager del grupo de folk cántabro Untu de Osu. A finales de los 90 formamos El Club de Las Moscas junto a mi hermano y dos amigos. Con esa formación grabamos un disco. Yo tocaba la batería y escribía las letras de las canciones. Para mí escribir ha sido una necesidad vital. Escribí también un pequeño libro de poesía titulado “Antología de letras sucias”. Después estudié fotografía y eso me llevó a trabajar como coordinador de la revista musical Mondosonoro en Asturias y Cantabria durante 17 años. Eso me ha permitido ir a muchos conciertos y conocer a músicos estupendos. Y desde ahí, producir espectáculos para otros promotores o empezar a contratar a artistas.

P.- ¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?

R.- Acompañar a los músicos en su proceso creativo y también en la parte emocional, porque siempre me ha interesado la psicología humana. Empecé la carrera de Psicología, aunque no continué porque la música volvió a cruzarse en mi vida.

Los artistas suelen tener una sensibilidad especial y no siempre encuentran su lugar, por eso creo que todo lo relacionado con la salud mental se acabará incorporando antes o después a este mundo. Con lo que yo realmente fantaseo es con unir ambas disciplinas profesionalmente, la psicoterapia y la música, porque las dos tienen un gran poder sanador.

P.- ¿Cuál es el momento de su trayectoria profesional en el que más haya disfrutado?

R.- El mejor momento siempre está por llegar, aunque uno de los últimos fue escuchar al Niño de Elche cantarle el Cumpleaños Feliz a C. Tangana en el Sónica. ¡Fue mágico y un broche perfecto! Lo disfruté mucho porque me ayudó a relajarme después de superar todos los obstáculos que rodean a un gran evento. Me gusta poder aportar en la gestión de equipos de trabajo y solucionar problemas logísticos, pero para mí es clave normalizar lo que hacemos y olvidarse de los egos artísticos. Es importante saber bajarse del escenario.

Patricia San Vicente

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