‘Moriremos con las botas puestas pero la calidad no la vamos a bajar’
Carmen López, gerente de SALAMI
Habla de sus padres y se le ilumina la cara. Por eso, hacerse cargo del negocio familiar era para Carmen el mejor tributo que podía brindarle a Antón, un luchador incansable que comenzó vendiendo morcillas en una carnicería de Vargas y acabó levantando una gran empresa cárnica que factura cerca de tres millones de euros. Ni el fallecimiento del fundador ni la crisis del mercado han podido acabar con Salami, una empresa asentada sobre la alta calidad de sus productos y un equipo humano que se mantiene fiel desde el origen. Como dice su eslógan, la de Salami es “una historia de superación diaria’ y todavía les esperan muchos retos para seguir creciendo.
CP.- Ocupa la gerencia de Salami desde hace poco tiempo. ¿Alguna vez se imaginó al frente de la empresa familiar?
R.- No, nunca me lo imaginé. No me gustaba mucho estudiar aunque, siguiendo el consejo de mis padres, acabé Secretariado bilingüe de alta dirección y cursé un Master en Gestión de Empresas. He trabajado toda mi vida en sectores muy diferentes pero en Salami sólo llevo cuatro años. Estuve de secretaria en un centro deportivo, trabajé en una asesoría, en una carnicería, en una tienda de deporte y, durante 13 años, fui empleada de El Corte Inglés. Todo cambió cuando mi padre enferma y fallece y debemos ocuparnos de la gerencia los hermanos.
P.- Ahora, ¿cómo es un día normal en su vida?
R.- Trabajando a tope (ríe). Lo mismo estoy visitando un centro comercial que estoy con un mayorista o en un matadero. Mi vida ha cambiado. No son los mejores años para una empresa cárnica como la nuestra, pero yo me he marcado una meta muy clara, porque para mí Salami es mi padre.
P.- ¿Cuál es su principal reto?
R.- Al principio, empecé haciéndome cargo del departamento comercial, porque lo que más me gusta es el trato con la gente, pero a los pocos meses acabé llevando la gestión de las ventas tanto en Cantabria como a nivel nacional y en grandes superficies. Actualmente, me sigo ocupando de la dirección comercial, además de la gerencia, y mi meta personal no es otra que sacar adelante la empresa porque Salami era la vida de mi padre y él nos dejó como legado su vida entera.
P.- Le cambia la cara cuando habla de su padre, el fundador de Salami, Juan Antonio López ‘Antón’. ¿Cómo le recuerda?
R.- No he conocido persona como él. Llevaba la bondad escrita en la cara y todo el mundo le quería. Era muy buena gente, un hombre carismático y con un gran afán de superación. Nació en San Sebastián, en una familia de 13 hermanos, y tuvo que trabajar mucho porque se quedó sin padre cuando todavía era muy joven. Era muy hábil en todo… Estoy convencida que de haber estudiado una carrera, también hubiera sido súper brillante. Lo que levantó lo hizo desde cero, por su su deseo de tirar hacia adelante y de que nunca nos faltara de nada.
P.- Salami es una empresa con casi sesenta años de historia. ¿Cómo fueron los inicios?
R.- Mi padre empezó en 1958 en una carnicería de Vargas, primero como empleado y después haciéndose cargo de ella. Tuvo mucho éxito y la gente hacía cola para comprar sus productos, especialmente la morcilla y el lunch. Fue allí donde conoció a mi madre, que era clienta, y se enamoraron. Debo decir que el papel de mi madre ha sido fundamental porque, mientras él se pasaba el día trabajando, ella crió a seis hijos prácticamente sola y siempre supo adaptarse a las circunstancias. Mi padre solía decir que ‘sin su señora, no hubiera llegado tan lejos’. De hecho, mi madre viene a la fábrica prácticamente todos los días.
P.- ¿Cuál fue la clave del crecimiento de la empresa?
R.- El afán de trabajar y de superarse que tenía mi padre. Las cosas les empezaron a ir bien y, primero, se trasladaron a unas naves que están detrás de lo que hoy es Carrefour. Después, en 1996, abrieron las instalaciones de Mercasantander en las que estamos hoy.
P.- ¿Qué legado de gestión les dejó su padre?
R.- Mis padres nos enseñaron que lo más importante de Salami es el capital humano y que debíamos tratar a las personas como iguales, porque nadie es más que nadie. Por eso, seríamos capaces de reducir cualquier gasto para mantener la plantilla intacta. Hay personas que trabajan con nosotros que me conocieron en la barriga de mi madre. Dos de las chicas que están en la fábrica empezaron con 14 años y hoy tienen 54. Esa filosofía de empresa familiar la dejó impregnada y cuando una persona se incorpora a Salami esperamos que sea para toda la vida. Para nosotros es muy importante que exista un buen ambiente de trabajo y que los trabajadores no se sientan presionados, porque ellos son los primeros interesados en que la empresa se mantenga.
P.- ¿Por dónde van a dirigir sus pasos en los próximos años?
R.- En España las cosas están difíciles, así que el mejor camino es la exportación. En 2014 formamos un consorcio agroalimentario, Santander Fine Food, junto a otras siete empresas agroalimentarias cántabras, para optimizar gastos, establecer sinergias y, en definitiva, unirnos para poder llevar nuestra producción fuera. Pero no es la única vía que hemos puesto en marcha. También tenemos un gestor de exportaciones y estamos realizando estudios de mercado para lanzarnos a exportar de forma individual.
P.- ¿Para la industria alimentaria es más difícil exportar que para otros sectores?
R.- Desde luego, no es un camino fácil. Antes de exportar debes hacer rigurosos estudios de mercado y valorar el etiquetado del producto, las aduanas y las certificaciones. De hecho, ahora estamos en proceso de obtener la IFS, la norma de calidad y seguridad alimentaria más exigente que existe a nivel mundial y que nos piden determinados clientes para poder vender en grandes superficies. Estamos muy satisfechos porque estará lista esta primavera.
P.- ¿Qué mercado cree que va a acoger mejor sus productos?
R.- Hay gente que piensa que, cuanto más lejos llegues mejor, pero yo no estoy de acuerdo. Exportar a países lejanos conlleva mayores gastos de transporte, más tiempo y algunos problemas, como los de caducidad. Sin embargo, hay mercados cercanos a España, como Portugal o Francia, que en mi opinión son los que mejor pueden funcionar.
P. ¿Cuál es su producto estrella?
R.- Uno de nuestros productos más exitosos es el lunch. Hay personas que, por error, lo denominan mortadela pero no tiene nada que ver. El lunch sólo lleva materias primas de primera calidad, carnes magras seleccionadas y proteínas, mientras que la mortadela tiene un contenido muy elevado en grasas. En Cantabria, la gente aprecia el producto porque lo conoce desde hace muchos años pero en otras zonas de España es más complicado introducirlo, porque no le dan el valor que realmente tiene. Lo bueno es que, cuando lo prueban, se enganchan.
P.- ¿Qué otros productos son esenciales para Salami?
R.- Otro producto estrella son los callos. Hoy en día no resulta fácil conseguirlos, porque la materia prima es muy cara y nosotros los compramos limpios, aunque aquí los volvamos a limpiar dos veces más. A los chinos les ha dado por comerlos y ese es un problema añadido ya que están acabando con ellos. Lo que también nos va muy bien es el codillo precocinado. Lo hemos introducido en el resto de España y está funcionando. En Cantabria hay menos cultura de comer codillo.
Estamos ilusionados porque dentro de poco vamos a lanzar nuevos productos.
P.- ¿Les resulta difícil competir con las grandes marcas?
R.- Lo es, pero queremos que los productos nuestros se asocien con la calidad. Aunque nos lo han pedido, nunca vamos a hacer una segunda línea porque seguimos utilizando las mejores materias primas y la receta artesana. Moriremos con las botas puestas pero la calidad no la vamos a bajar nunca.
P.- ¿Qué hace diferentes sus productos?
R.- Además de la calidad, nos distingue nuestra preocupación por las alergias alimentarias. Nuestros productos no llevan gluten ni lactosa ni proteína de huevo y, en el caso de los callos, no tienen ningún tipo de alérgeno. Eso es muy importante para cualquier familia que tenga a uno de sus miembros afectado por alguna alergia. Nosotros decidimos adaptar los productos a estas circunstancias pero manteniendo su precio, porque no sería justo que fueran más caros. Estoy muy concienciada porque a mí misma me ocurrió con mi hija pequeña, Mercedes, que tuvo una intolerancia a la proteína animal de la leche. No quería ni imaginarme que no pudiera llegar a comer el lunch de su abuelo.
P.- ¿Cómo es Carmen en la distancia corta?
R.- Soy una persona alegre, optimista, transparente y con mucho carácter. Desde el primer momento se me nota en la cara lo que estoy pensando. Soy extrovertida y, al mismo tiempo, tímida hasta que voy rompiendo el hielo. Pero, sobre todo, soy muy amiga de mis amigos y cuido la amistad porque me parece fundamental en la vida.
Respecto al trabajo, ahora mismo estoy encantada porque me gusta y lo vivo. Esto lo crearon mi padre y mi madre, es mi casa.
Patricia San Vicente