‘Deberíamos preguntarnos: ¿Qué puedo hacer yo para que Cantabria sea un lugar mejor?’
Lidia Ruiz, consultora en gestión de proyectos y transformación empresarial
La ingeniera civil Lidia Ruiz Revilla regresó a Santander en el otoño de 2022 tras pasar los últimos seis años de su vida en el Reino Unido, el país donde ha desarrollado una sólida carrera en gestión de proyectos para ingeniería. Se esfuerza en establecer redes de colaboración entre los cántabros que están dentro y fuera de la región, y es muy crítica con aquellos modos de enseñanza que, en vez de apostar por la motivación, vinculan el prestigio a los suspensos masivos. Además, defiende la conveniencia de salir al exterior para desarrollar todas las potencialidades, “porque vivir en Cantabria es muy fácil y muy cómodo, tal vez demasiado”, dice.
Lidia Ruiz me recibe en el despacho de su casa medio año después de su regreso a Santander. Graduada en Ingeniería Civil por la Universidad de Cantabria en 2015, ejerce en la actualidad como consultora a través de su empresa, Go Management Solutions, con la que ayuda a todo tipo de compañías en la gestión de proyectos, equipos y procesos de transformación. Su apego a Cantabria le ha llevado a participar en iniciativas que conectan cántabros residentes en el extranjero y en proyectos solidarios, como Cantabria Respira, que logró dotar al Servicio Cántabro de Salud con respiradores y material sanitario básico en los primeros meses de la pandemia.
“Me crié entre Santander y Cayón, y mi primera experiencia en el extranjero consistió en ocho meses de estancia en Inglaterra, donde conviví con una familia trabajando como au pair mientras preparaba el par de asignaturas que me quedaban para terminar la carrera”, cuenta Lidia. “El año siguiente pude hacer unas prácticas de tres meses en la Manipal University de Jaipur, India, gracias al programa IAESTE, y fue entonces cuando tuve claro que quería desarrollar mi carrera en el extranjero”.
‘Vivir en Cantabria es muy fácil y muy cómodo, tal vez demasiado’
La buena impresión que le había causado el Reino Unido en su primera visita y la posibilidad de trabajar en inglés la llevaron a mudarse a Inglaterra en 2016: “Me fui con una mano delante y otra detrás, pero, sobre todo, con unas ganas terribles de aprovechar cualquier oportunidad de aprender y crecer”, comparte. “Encontré pronto trabajo en un bar-restaurante mientras enviaba currículos a las empresas que más llamaban mi atención, y en apenas dos meses tuve mi primera entrevista en la multinacional Mott MacDonald, donde pude entrar a trabajar unas semanas más tarde como ingeniera civil dentro del sector del agua”.
Más adelante pasaría a Severn Trent, el cliente principal de la consultora, llegando a ejercer como engineering project manager para el Reino Unido: “Aunque mis inicios fueron como ingeniera de diseño, me di cuenta enseguida de que lo que a mí me gustaba era tener una visión total del proyecto, y la gestión de equipos. Así, poco a poco, me fui especializando en gestión de proyectos, primero en un ámbito más técnico y más tarde en puestos de gestión y dirección de equipos. Al volver a España, encontré en la consultoría la forma ideal de seguir trabajando en este campo con clientes de todo el mundo y colaborando con pymes y startups, algo diametralmente opuesto al mundo corporativo del que venía y con ritmos muy distintos”.
Pregunta.- ¿Qué la llevó a salir de España?
Lidia Ruiz.- Salí de España porque sabía que siempre estaría a tiempo de volver. Buscaba ante todo salir del ecosistema-Cantabria. Es fácil pensar que el mundo se limita a lo que uno ha visto y, por mucho que te cuenten esto o lo otro, las experiencias vividas son irremplazables. Yo quería conocer mundo y también a mí misma en otras circunstancias. El crecimiento profesional y el personal son inseparables, y salir al extranjero en busca de oportunidades era una forma de justificar mis inquietudes a un nivel más personal.
P.- ¿Qué diferencias percibe entre los contextos laborales inglés y español?
L.R.- Creo que lo que ocurre en el mundo laboral no deja de ser un reflejo de la mentalidad que abunda en cada país. En el libro ‘El Señor de las Moscas’ de William Golding, un grupo de niños británicos viaja en un avión que sufre un accidente y los niños se quedan atrapados en una isla del Pacífico. Hay un momento crucial del libro en el que uno de los líderes de grupo dice: “Vamos a salir adelante”, y otro contesta: “¿Cómo lo sabes?”, a lo que la respuesta es: “Porque somos ingleses”. Es un claro reflejo de la forma de pensar de la sociedad británica: “Sé que puedo y lo voy a conseguir”.
En España seguimos arrastrando cierto complejo de inferioridad, y en cierto modo se debe a que se continúa educando en ese sesgo. Yo estudié en una escuela en la que muchos profesores se jactaban de que en sus asignaturas solo aprobara un 10% o un 20% del alumnado, y a eso lo llamaban “prestigio”. La perspectiva de salir y ver de cerca otros modelos educativos te enseña que el prestigio está más relacionado con el éxito que con el fracaso, con potenciar las habilidades y capacidades de los estudiantes, avivar su entusiasmo, motivarlos y prepararlos para el mundo laboral real que con ponerles trabas continuamente a través de prácticas desmoralizantes. La exigencia es necesaria, pero el respeto también lo es. Durante la carrera estudié con compañeros brillantes que terminaron muy frustrados y en muchos casos, desempeñando puestos de trabajo que están muy por debajo de sus capacidades.
‘Tenemos que desprendernos de la cultura del ‘machaque’ y la titulitis aguda’
Tenemos que desprendernos de la cultura del machaque y la titulitis aguda si queremos prosperar como sociedad. Es necesario que los estudiantes adquieran capacidad de esfuerzo, disciplina y sentido de la exigencia en la universidad, porque son valores principales para salir adelante. Pero no son menos importantes el respeto, el compañerismo, el trabajo en equipo, ser resolutivo y creativo o cultivar una autoestima sana. Si queremos potenciar el emprendimiento, si queremos crear líderes, necesitamos líderes en las aulas. Un líder es quien inspira, no quien castiga.
Por supuesto que también hay una cuestión de oferta-demanda (en Inglaterra, el sector de la ingeniería está lleno de oportunidades), pero el trato, en general, es mucho más humano y menos jerárquico. Por ejemplo, lo normal es que un director se dirija a un empleado en prácticas con respeto y empatía. Esto es algo que se va gestando durante la etapa universitaria, como decía, y está muy relacionado con la forma en la que enfocamos luego las relaciones laborales: tratamos a los demás como nos tratan. Estar en Inglaterra ha potenciado mi autoestima, me ha hecho apuntar más alto y sobre todo me ha enseñado que la cualidad más importante de un jefe no es que tenga más control sobre los demás, sino que sea más admirado.
P.- ¿Qué es lo más positivo que le ha traído desarrollarte personal y profesionalmente en el exterior?
L.R.- Sin duda, haber aprendido a sacarme las castañas del fuego. Es cierto que hay ambientes que pueden ser más propicios para según qué cosa, pero una vez aprendes esta habilidad, llevas cierta ventaja. Estar expuesta a situaciones incómodas, a problemas de toda índole, y contar en muchos casos solamente contigo misma, cambia tu relación hacia tu persona y hacia el mundo.
Tener una sensación de control (con todo lo relativo del término) te hace más libre. Cuando te responsabilizas de tus actos y piensas que tus oportunidades, éxitos o fracasos dependen de ti, y no de otros, las cosas cambian y mucho. Al final, salir fuera y estar incómodo es un gran potenciador.
“No ves de igual modo un lugar cuando es una opción entre tantas que cuando es la única opción”
P.- ¿Su relación con Cantabria fue variando a lo largo de los años?
L.R.- Sí, mi conexión con Cantabria ha cambiado: no ves de igual modo un lugar cuando es una opción entre tantas que cuando es la única opción. Durante mis años de universidad hubo momentos en los que me sentí un poco atrapada. Cantabria es un lugar maravilloso en muchos aspectos, pero yo sentía que las cosas estaban pasando en otra parte, y no quería perdérmelo. Hoy vuelvo a Cantabria por decisión propia, con ganas, con proyectos personales y desde la elección personal; eso lo cambia todo.
P.- ¿Cómo ha sido su regreso a Cantabria?
L.R.- Volver a Cantabria ha sido, en parte, un premio al esfuerzo. Siento que vuelvo a Cantabria en un gran momento vital y profesional, donde estoy amortizando todo lo que he aprendido en estos años mientras disfruto del lujo de vivir en un lugar como este.
El gran reto ahora es no acomodarse (vivir en Cantabria es muy fácil y muy cómodo, tal vez demasiado); mi prioridad es seguir creciendo y exponiéndome a ciertas incomodidades. Y, sobre todo, seguir aprendiendo, ya que considero que el mayor error que uno puede cometer es volver y pensar que ya lo sabe todo, o que sabe más que quienes le rodean.
Estoy segura de que vivir y rodearme de personas nuevas en Cantabria me va a brindar un gran aprendizaje, tanto a nivel profesional como cultural. Los españoles, y los cántabros en particular, nos relacionamos de una forma que se echa mucho de menos cuando estás fuera. Y por supuesto, volver a estar cerca de mi familia y de mis amigos de siempre no tiene precio.
P.- ¿Iniciativas como la Red C2030 de CEOE-CEPYME y Cantabria Overseas le han ayudado a estar más cerca de la región mientras se encontraba fuera?
L.R.- Opino que son iniciativas muy necesarias. Por un lado, es indiscutible que las personas necesitamos de otras para seguir avanzando y creciendo, y no me refiero solo a nivel profesional. Durante la pandemia vivimos tiempos difíciles, y reunirnos virtualmente, trabajar en proyectos con un interés común, como Cantabria Respira y las iniciativas posteriores que surgieron hasta dar nombre a lo que hoy es Cantabria Overseas, fue emocionante. Hasta ahora han surgido lazos muy fuertes entre muchos de los miembros, y estoy segura de que seguirá siendo así en el futuro. Los cántabros somos personas muy particulares, para bien y para mal, y bastante inimitables; estar rodeado de cántabros es una toma de tierra necesaria cuando vives fuera. Al final, se podría decir que Cantabria Overseas va más a lo personal y la Red C2030 potencia más el carácter profesional y las sinergias que se puedan crear en la propia región. Pero, como comentaba antes, lo profesional y lo personal van de la mano, así que ambas iniciativas se complementan perfectamente.
P.- ¿Qué puede aportar el talento cántabro en el exterior y las personas que ya están de vuelta?
L.R.- Haber vivido y trabajado fuera aporta una visión diferente. Lo que antes era “normal” ahora lleva el apellido de lugar. Por ejemplo, comer a las 14:30 es normal en Cantabria, y hacerlo a la 12:00 es normal en Inglaterra, y así con todo.
‘Salir fuera y estar incómodo es un gran potenciador’
La Red C2030 tiene un gran potencial y en ella hay personas brillantes, pero lo que es más importante que los individuos es el poder del grupo en su conjunto. Creo que las empresas cántabras que tengan la intención y la modestia suficientes para aprender, crecer y transformarse pueden encontrar en la Red un gran soporte.
P.- ¿Qué consejos le daría a alguien que está valorando la posibilidad de salir de Cantabria y de España?
L.R.- Que salga. Que no se lo piense, porque la experiencia va a ser única y a Cantabria siempre se puede volver. Salir al extranjero no solamente añade valor a través de las experiencias que uno vive, sino que es un proceso de transformación y todo un ejercicio de humildad.
P.- ¿Cómo ve el panorama social, laboral y económico cántabro en estos momentos?
L.R.- Creo que quien quiera volver a Cantabria ha de hacerlo con una mente emprendedora. A mi parecer, sobran opositores y faltan emprendedores y, si bien hay alguna empresa en la región interesante que parece estar despuntando, a Cantabria no se vuelve por motivos laborales a día de hoy. Quizá deberíamos preguntarnos: “¿qué puedo hacer yo para contribuir a que Cantabria sea un lugar mejor?”, y desprendernos del: “¿qué me ofrece Cantabria?”.
‘Salir al exterior es un proceso de transformación y de humildad’
El cambio está en todos nosotros y debería fomentarse desde la etapa universitaria, ya que, a pesar de los pasos que se han dado ya en la dirección correcta, aún existe una gran desconexión entre la empresa privada y la universidad, entre lo que estudias y lo que luego vas a hacer en el mundo real. Por ejemplo, yo apenas hice prácticas durante los estudios y la única vez que tuve que exponer en público fue para presentar el proyecto fin de carrera. Si no sabes comunicar y defender tus ideas de forma coherente y convincente, cuando saltas al mundo laboral eres carne de cañón.
‘En Cantabria sobran opositores y faltan emprendedores’
Por otro lado, las oportunidades que han surgido como consecuencia de la pandemia en lo que se refiere al trabajo remoto son una ventaja con la que no contábamos hace unos años. De hecho, ya existe una comunidad a día de hoy llamada “Cantabria Remota” para aunar a todos aquellos que viven en Cantabria y trabajan desde casa. Ya somos más de 80 personas con 18 nacionalidades y el grupo no deja de crecer.
José María Sainz-Maza del Olmo