Gloria Álvaro (Leitwandel Desarrollo Organizacional, Alemania): ‘Cantabria tiene mucho que vender fuera, de sus paisajes a su increíble gastronomía’
Gloria Álvaro nació en Wiesbaden (Alemania) y creció entre esta ciudad germana y San Felices de Buelna. Ingeniera civil y consultora de negocios, desde hace 15 años asesora a empresas alemanas en métodos de organización, pero siempre se ha mantenido estrechamente vinculada a Cantabria. Su espíritu emprendedor y su amor por la región natal de sus padres la han llevado a buscar proyectos que puedan contribuir a su desarrollo económico y social.
Gloria Álvaro Cueto me recibe en su casa en Wiesbaden, en el estado federal alemán de Hesse, poco después de regresar de una de sus frecuentes visitas a España. Nacida en Alemania de padres cántabros, divide su tiempo entre su ciudad natal y la casa que adquirió junto con su marido en Ajanedo, una pequeña localidad del valle del Miera. En la actualidad dirige un proyecto profesional propio, Leitwandel Desarrollo Organizacional, y participa en la Red del Talento Cántabro en el Exterior C2030, convencida de la necesidad de contribuir al progreso de la región y modernizar su paisaje empresarial.
Su infancia estuvo marcada por los viajes entre dos países y dos realidades. “Mi padre se trasladó a Alemania con 20 años para trabajar. A los 30 conoció a mi madre, que se fue a vivir con él sin conocer el país y sin hablar el idioma; no le resultó fácil adaptarse a la vida en Wiesbaden. Yo aún no había comenzado el colegio cuando mis padres se separaron, y me mudé a San Felices de Buelna (el pueblo de mi familia) con mi hermano y mi madre”, relata Gloria. “Comencé a ir al colegio en Los Corrales de Buelna, y es precisamente esa etapa la que más me marcó y la raíz de mi conexión con Cantabria. Vivíamos con mi abuela y yo pasaba mucho tiempo con ella, por lo que se ocupó de enseñarme muchas cosas que me han acompañado hasta hoy”.
A los 10 años regresó a Idstein, cerca de Wiesbaden, debiendo adaptarse a un nuevo sistema educativo, un entorno completamente diferente y un idioma que no hablaba. “De niña, en casa solo hablábamos español. Al no haber estado jamás escolarizada en Alemania, no había tenido que aprender alemán, por lo que los primeros meses no fueron fáciles. Sin embargo, no tengo un mal recuerdo de aquella época: los amigos de mis padres me ayudaron enseguida a integrarme en su entorno y en la cultura alemana, así como algunos de mis maestros, que me apoyaron enormemente desde que llegué al colegio. Pronto hice amigos y empecé a desenvolverme mejor en alemán. Comencé a hablar la lengua gracias, en gran parte, al coro de la iglesia a la que solíamos ir, por lo que puedo decir que aprendí alemán cantando”, explica Gloria con una sonrisa. “Todo este proceso de integración a marchas forzadas me dotó de una resiliencia y una capacidad de adaptación que me han resultado muy útiles a lo largo de toda mi vida”.
‘Mi abuela me inculcó el amor por la región que aún siento, y eso es algo que valoro muchísimo’
De su llegada a Alemania destaca también el contacto frecuente con personas procedentes de muchos otros lugares de Europa y del mundo. En Idstein comenzó a asistir a clase con niños y niñas cuyas familias habían llegado a Alemania desde Italia, Turquía, Polonia o Grecia, y pudo conocer la cocina vietnamita, india y de Oriente Medio. Gloria confiesa cómo ese cambio trasformó su forma de relacionarse y de entender el mundo.
En 1999, a punto de finalizar sus estudios en Ingeniería Civil en la Universidad de Wiesbaden, se trasladó a Cantabria para llevar a cabo las prácticas curriculares de la carrera en SIEC. “Tenía la intención de mudarme a España tras graduarme. Sin embargo, conocí a mi actual marido dos semanas antes de volar a España, y esto hizo que mi vida continuara en Alemania”, indica Gloria. “Siempre me he mantenido flexible respecto de cualquier nueva circunstancia en mi vida. Simplemente, evalúo lo que tengo, lo que quiero, lo que necesito, y busco la mejor solución en cada momento.”
Lo ejemplifica aludiendo al desarrollo de su carrera: “En mi vida profesional ha habido tres fases separadas por dos grandes cambios. A mis inicios en el mundo de la construcción de infraestructuras les siguió un período de casi una década en el sector IT, dedicándome a ventas y márketing. Después, cuando mi marido y yo decidimos formar una familia, busqué la forma de ser madre al tiempo que seguía aprendiendo, desarrollándome y enfrentándome a retos en el plano profesional. La respuesta fue hacerme autónoma. Estudié un máster en Ciencias de la Consultoría y puse en marcha mi propio negocio. Desde entonces, mi actividad profesional se ha dividido entre mi labor de bussiness coach, la de docente en la escuela de negocios Frankfurt School of Finance & Management, y la fundación de Leitwandel, una empresa dedicada al diseño de espacios y métodos de trabajo innovadores. Desarrollamos nuevas formas de colaborar entre equipos para ganar flexibilidad y agilidad en la toma de decisiones, aumentando con ello la productividad.”
Pregunta.- ¿Cómo ha afectado crecer en Alemania a su sentimiento de pertenencia a Cantabria?
Gloria Álvaro.- Siempre me he sentido dividida entre Alemania y España, aunque sin ningún problema de identidad; por encima de todo, me siento europea. Cantabria nunca estuvo ausente en mi vida y siempre he venido tan a menudo como he podido para ver a mi familia, para relajarme y para disfrutar de este paraíso natural con el que tenemos la suerte de contar. Mi abuela me inculcó el amor que siento por la región, y eso es algo que valoro muchísimo. Para mí, Cantabria es la montaña y el mar, mi lugar favorito.
Todo tiene un lado positivo y uno negativo, claro. Siempre digo que criarme en el extranjero me permitió desarrollarme de otra forma. Por ejemplo, cuando me comparo con algunos familiares y amigos que han crecido en Cantabria y apenas han salido de España, me doy cuenta de que ese ir y venir entre dos países me abrió la mente enseguida. Tengo la sensación de que, en general, me resulta más fácil tener ciertas conversaciones y coincidir en ciertos puntos de vista con otras personas que cuentan también con cierta experiencia internacional. No creo que esto me haga mejor o peor que nadie, por supuesto, pero reconozco que dispongo de una sensibilidad especial hacia ciertas cosas que no tendría si hubiera pasado toda mi vida en Cantabria.
Por otro lado, criarte fuera implica renunciar a parte de la familia: abuelos, tíos, primos… Solo los ves en vacaciones, lo que a veces causa una cierta sensación de desarraigo. Siempre he añorado ese contacto cercano con mis familiares, siento que lo necesito, y lo he suplido en Alemania con amigos íntimos. En cierto modo, he tenido que construirme mi propia familia lejos de casa.
P.- Está transmitiendo su amor por Cantabria a sus hijas. ¿Para usted es importante que exista ese vínculo?
G.A.- Para mí es algo importante, sí. Este fue uno de los motivos que nos llevó a comprar en 2007 una casa en Ajanedo, en el municipio de Miera. Gracias a esto y al apoyo incondicional de mi marido, que es un verdadero apasionado de la región, ha sido fácil transmitir el amor por Cantabria a mis hijas.
Como indicaba antes, en casa nos consideramos ante todo europeos, y siempre las hemos educado de forma bilingüe. Aunque ellas tienen un español algo pasivo (me contestan casi siempre en alemán), no tienen ningún problema al usarlo cuando quieren o cuando lo necesitan. Además, con los años han ido descubriendo cosas que les apasionan y que solo pueden hacer cuando están en Cantabria: en el caso de mi hija mayor, se trata del surf; en el de la pequeña, la equitación.
La mayor, que ya tiene 17, ha decidido pasar un año en Santander el próximo curso. Y su hermana, que se pasa todas las vacaciones en una yeguada de Entrambasaguas, nos pregunta por qué no nos quedamos a vivir en Cantabria. A mí me alegra mucho que ellas mantengan un vínculo tan estrecho con la región.
P.- En lo profesional, ¿qué cree que le ha aportado vivir en Alemania?
G.A.- Crecer y desarrollar mi vida profesional en Alemania ha hecho que emprender me resulte más natural y no me cause miedo. Me he percatado de que mucha gente en España —y especialmente en Cantabria— está preparando oposiciones para trabajar en la Administración. Es algo que sucede desde hace bastantes años, por lo que he podido comprobar a través de amigos y conocidos. En Alemania, sin embargo, ser funcionario no es algo deseable, y a menudo se percibe como aburrido y no particularmente gratificante. Esa es una gran diferencia entre los dos países.
Creo que se debe a que en Alemania hay muchas más posibilidades de progresar en el mercado laboral. Ayuda lo mucho que se valoran los oficios tradicionales, a los cuales se accede a través de un sistema de educación dual en el que los aprendices pasan gran parte del curso dentro de una empresa. También hay que destacar que Alemania dispone de un sistema educativo totalmente gratuito, sin tasas de matrícula para las universidades públicas, lo cual supone que las personas tengan multitud de oportunidades para aprender y educarse. Si sumamos esto a un mercado laboral más dinámico, un tejido industrial potente y numerosas facilidades de financiación ofrecidas por el estado y los bancos para emprender, es más fácil entender que la mayor parte de los jóvenes prefieran desarrollar sus carreras en el sector privado o probar suerte montando su propio negocio.
“En Alemania hay muchas más posibilidades de progresar en el mercado laboral y ser funcionario no se percibe como algo deseable.”
P.- ¿Salir al extranjero es algo que recomendaría a cualquier persona?
G.A.- Salir fuera te cambia el horizonte, te abre la mente. Se lo recomiendo a cualquiera. Estar expuesto a otras realidades y sentirte extranjero te hace acercarte a la realidad con más humildad, te obliga a aprender cada día y a esforzarte más. Estudiar nuevos idiomas y formarte constantemente es muy enriquecedor y es algo que te llevas contigo, independientemente de lo que decidas hacer después con tu vida. Por otro lado, vivir en otro país te ayuda a darte cuenta de lo bueno que tiene el tuyo y también de sus carencias, por lo que adquieres una perspectiva más amplia.
P.- ¿Qué piensa de iniciativas como la Red C2030 o Cantabria Overseas?
G.A.- Me parecen iniciativas fantásticas para estar conectados con otras personas de la región con intereses comunes. Aunque yo siempre he estado volviendo a Cantabria de vacaciones, buscando relax y conexión con la naturaleza, han sido este tipo de reuniones lo que me ha hecho ver que también puedo crear vínculos muy valiosos en el plano laboral. Me encanta que se puedan crear encuentros de trabajo con un componente emocional (el sentimiento de pertenencia a Cantabria) tan poderoso.
Fue así como entré en contacto hace unos años con Marián Sáncal y, algo más adelante, con Rafael Ruiz Bada. Como yo, ellos trabajan en el campo de la transformación empresarial, por lo que hemos tenido unas cuantas reuniones muy interesantes, de las que puede que surjan proyectos concretos. Es precisamente ese networking tan particular, vertebrado por las ganas que tenemos todos de hacer cosas por nuestra región, lo que me parece más destacable de estos grupos de cántabros en el extranjero.
P.- En su opinión, ¿cómo se podría mejorar el alcance de estos proyectos?
G.A.- Marián y yo estamos trabajando en formas mas fáciles y naturales de conectarse con otras personas de Cantabria en el extranjero. Pensamos que sería muy positivo crear grupos multidisciplinares que se reúnan de forma más sistemática, en vez de solo eventual, para ahondar en la búsqueda de soluciones innovadoras a los desafíos más acuciantes de las empresas cántabras. Es importante abordar la cuestión organizacional desde diferentes puntos de vista para averiguar cómo pueden generarse sinergias más profundas y con impacto real en la vida de los cántabros.
P.- ¿Qué piensa que puede aportar el talento cántabro en el exterior?
G.A.- Los profesionales cántabros que residimos fuera tenemos mucho que decir y podemos traer muchas ideas novedosas si alguien nos da la oportunidad. Ahí fuera hay una gran cantidad de personas muy cualificadas, con trayectorias profesionales brillantes, que han vivido en varios países y han adquirido muchos conocimientos y una visión global muy útil para cualquier empresa. Todo ese talento debería ponerse al servicio del desarrollo económico y social de Cantabria, y creo que esto es algo de lo que las instituciones y los actores económicos regionales por fin se están dando cuenta.
‘Los profesionales cántabros que residimos fuera tenemos mucho que decir, y las instituciones por fin se están dando cuenta’
P.- ¿Cómo ve la evolución del panorama laboral y empresarial cántabro en los últimos años?
G.A.- Las cosas parecen estar yendo en la buena dirección, y estoy verdaderamente sorprendida por la cantidad de empresas innovadoras y de personas con la mente abierta que me encuentro en mis cada vez más frecuentes visitas a Cantabria.
Sin embargo, es una pena que siga siendo difícil encontrar productos cántabros en el exterior. Nunca he conseguido encontrar tomates de Cantabria en ningún sitio, lo cual es una pena: los tomates que suelo ver en Alemania son todo agua y apenas tienen sabor. Tenemos mucho que vender fuera. Es necesario seguir potenciando el sector agrario y apostar por los productos ecológicos y de calidad; disponemos de todas las condiciones necesarias para que salga bien. Contamos además con una gastronomía de primer nivel, a la cual se presta cada vez más atención, y con una riqueza natural inmensa. En poco más de 5.000 km2 hay mar, alta montaña, praderías, cuevas y bosques, un verdadero lujo que puede atraer a personas que quieran teletrabajar lejos de las grandes ciudades, manteniendo una alta calidad de vida y sin renunciar a un amplio abanico de opciones de ocio y consumo.
Es importante seguir modernizando los espacios empresariales de la región, sobre todo en el área de Santander, y poder hacer la ciudad y su entorno más atractivos para nuevas empresas y para profesionales jóvenes, cuyas necesidades son muy distintas de las que existían hace dos o tres décadas. Atraer y retener talento joven es fundamental para Cantabria, y esto requiere, entre muchas otras cosas, contar con infraestructuras que faciliten la generación y el crecimiento del tejido empresarial.
José María Sainz-Maza del Olmo