IMEM: ‘El 98% de los ascensores que hacemos se exportan a 60 países’
IMEM celebra sus 50 años duplicando su fábrica de Peñacastillo
Muy pocos fabricantes nacionales de ascensores ha sobrevivido a la crisis de la construcción y uno de los que lo ha conseguido es IMEM. La empresa cántabra había repartido los huevos en muchas cestas y gracias a que la mitad de su producción se exportaba pudo afrontar el hundimiento del mercado interno. Ahora que cumple medio siglo, vende en el exterior casi el 100% de lo que produce y está especializada en unos ascensores singulares que ha colocado en grandes edificios de todo el mundo. Su propietario y director, Antonio Pérez, explicó su experiencia en la última reunión del Círculo Empresarial Cantabria Económica.
Antes de la crisis llegaron a instalarse en España 40.000 ascensores al año. Al llegar la depresión se bajó a 8.000. Con una evolución semejante no resultaba fácil la supervivencia de ningún fabricante de elevadores e IMEM tenía aún menos papeletas, porque sus competidores dentro y fuera del país son las grandes multinacionales que controlan este sector en todo el mundo. Sin embargo, la empresa cántabra cumple ahora sus primeros 50 años y lo celebra duplicando las dimensiones de su fábrica de Peñacastillo.
Antonio Pérez, director y propietario de IMEM reflexionaba en el último Círculo Empresarial Cantabria Económica sobre el valor que debiera concedérsele a la antigüedad en una empresa, “si tenemos en cuenta que durante la recesión han desaparecido en España nada menos que 250.000”, dijo.
Él ha vivido en primera persona la mayor parte de la trayectoria de IMEM, cuyo origen está en un taller minúsculo ubicado en la calle Magallanes, de Santander, en el que su padre trabajaba para Ascensores Muguerza. Cuando esta compañía abandonó la región, dejó un modesto parque instalado, que motivó la creación en 1968 de Industrias Electromecánicas Montañesas (lo que hoy es IMEM), por parte de su padre y dos socios que luego dejaron la empresa. No era una iniciativa extraña, porque Cantabria llegó a tener más fabricantes de ascensores que ninguna otra región (Ascensores Bolado, Saez, Rada, Pérez Solórzano…), tantos como hay ahora en toda España. Uno de esos fabricantes es IMEM, que manteniendo su carácter familiar se ha convertido en una de empresas más reputadas del continente.
Antonio Pérez entró a trabajar en la empresa apenas tres años después de crearse IMEM y reconoció en su charla que por entonces veían con cierta envidia los modelos que se hacían en otros países. Parecían inalcanzables, y por eso dice sentirse más orgulloso de que su gente esté “a la altura de aquellos que tanto admirábamos” y de “verles discutir un proyecto con franceses o ingleses”.
A pesar de que casi toda la producción se vende fuera, IMEM quiso hacer su nueva fábrica en Cantabria
IMEM exporta en estos momentos el 98% de los aparatos que fabrica a 62 países. Australia se está convirtiendo en uno de sus principales mercados, pero ha instalado muchos de los ascensores inclinados del metro de París; tiene un gran predicamento en Gran Bretaña, donde ha construido el gran elevador del Museo Victoria&Albert, o los de los estadios del Arsenal y del Aston Villa; en Marruecos ha instalado 1.300 y en Irán también fue muy activo, hasta las limitaciones comerciales que impuso Estados Unidos obligaron a las empresas occidentales a abandonar el país. Uno de sus aparatos está instalado en el aeropuerto de Teherán.
De cada tres ascensores fabricados en el mundo, dos se instalan en China
Los ascensores se inventaron hace siglo y medio en EE UU y hoy son el medio de transporte más utilizado, con mucha diferencia sobre cualquier otro, pero curiosamente Norteamérica (EEUU junto con Canadá y México) solo origina el 3% de la demanda mundial. Y es que en el mercado de los ascensores hay muchas circunstancias geográficas llamativas.
Quizá no sorprenda que China se haya convertido en el mayor mercado de ascensores del mundo, pero sí que en aquel país se instalen ya el 68% de todos los que se colocan cada año en el planeta. También es paradójico que España, con algo más de un millón de ascensores en funcionamiento, tenga el doble que Francia, proporcionalmente. Mientras que en nuestro país hay 19,8 ascensores por cada mil habitantes, en Francia hay 8,2. En EE UU tan solo hay 2,8 ascensores por cada mil habitantes.
Las razones no están claras, pero una de las principales puede ser el desplazamiento masivo de una gran parte de los habitantes de la España interior a las ciudades en muy poco tiempo, que obligó a construir en altura, dio lugar a un parque de viviendas más recientes y convirtió a España en el país donde más porcentaje de población vive en apartamentos, un 65%. No obstante, no deja de sorprender que Hong Kong o Shangai tengan la mitad de tasa de ascensores.
El mercado es muy poco homogéneo y eso da lugar a que uno de los países a los que más exporta IMEM sea Argelia. Pero donde tiene puestas sus expectativas es en Australia, un continente tan alejado que difícilmente podría suponerse que está en el punto de mira para un fabricante cántabro.
Apostar por la singularidad
A poco de incorporarse a la empresa, Antonio Pérez fue a una feria del sector en Italia y volvió con una idea muy clara de cómo debía orientarse la estrategia para poder sobrevivir: había que aprovechar un nicho de mercado incómodo para las multinacionales, el de los ascensores que son singulares, por sus grandes dimensiones o por sus especiales características, y salir al mercado exterior.
Su padre le dejó hacer, tal como él asegura que hace con su equipo. (“Aquí no hay más jerarquía que la necesaria por razones organizativas”, dice, y se precia de atender a cualquiera que ofrezca una sugerencia.
Esa política resultó doblemente efectiva cuando se produjo el hundimiento del mercado español de la construcción. Para entonces, IMEM ya tenía la mitad del negocio en el extranjero, por lo que se vio menos afectado que otros fabricantes. Hoy, después de esta década de parálisis inmobiliaria, casi la totalidad de sus ventas se hacen fuera.
En estas circunstancias, Antonio Pérez justificó la permanencia de IMEM en Cantabria por el arraigo a los orígenes y por su deseo de crear empleo en la región, los mismos motivos que le ha llevado a decidir la ampliación en unos terrenos contiguos a su fábrica de Peñacastillo. Una inversión de 6 millones de euros, que se financiará con los recursos propios acumulados por la sociedad gracias a una política de austeridad y de no repartir dividendos a los accionistas.
Dado que gran parte de las tareas de producción están automatizadas, las nuevas instalaciones no aumentarán sensiblemente la plantilla, que actualmente es de 212 trabajadores entre la sociedad principal y sus dos filiales de componentes, una de las cuales está en Raos y otra en Galicia. Los 7.000 metros cuadrados de ampliación, en cambio, permitirán atender más pedidos, diversificar la producción y mejorar las condiciones de trabajo, algo que la empresa cuida especialmente.
Empezar por Cuba y conquistar Gran Bretaña
El primer ascensor colocado por IMEM fuera del país no fue resultado de una exportación planificada ni parecía previsible, ya que se puso en Cuba. Fue consecuencia de una venta de maquinaria de su filial de componentes Lifemachine. “La verdad es que ni siquiera recuerdo cómo surgió esa oportunidad, pero lo cierto es que fui, y lo que vi al llegar es lo mismo que puede ver cualquiera, que había muchísimo que hacer (en los edificios) y poco dinero para hacerlo”, explicó Antonio Pérez. A pesar de ello, IMEM consiguió hacerse un hueco en aquel mercado.
Poco después, un viaje con la Cámara de Comercio a Inglaterra les dio los primeros contactos en las islas británicas. Con mucho esfuerzo y tiempo, el mercado británico llegaría a suponer cerca de un 40% de sus ventas. Por eso, hay un cierto temor a lo que pueda pasar tras el Brexit. Interpelado por ello, Antonio Pérez se acogió a algo que le dijo el exministro Margallo: “Al final todo quedará como estaba”. En su opinión, no tendría ningún sentido que los productos de la Unión Europea vayan a tener peor trato comercial en Gran Bretaña del que reciben los productos chinos, un país con el que el Reino Unido tiene un acuerdo comercial preferencial.
Un 10% de la plantilla se dedica a I+D
El corazón de la fábrica está en su departamento de I+D, en el que se encuadra un 10% de la plantilla. Un gasto muy elevado, pero “fundamental”, según Pérez, por la singularidad de sus modelos. Cada aparato que fabrica exige un alto componente de ingeniería y eso resultó decisivo en uno de los pocos trabajos que ha hecho la empresa en España en los últimos tiempos, los ascensores del Centro Botín, que inicialmente estaban adjudicados a otra compañía. IMEM defendió ante los promotores que había soluciones técnicas más avanzadas para hacer este ascensor panorámico, el más grande del mundo sin cuarto de máquinas, y finalmente la Fundación se lo adjudicó.
La nueva planta tendrá 7.000 m2 y costará 6 millones
La estela de ese proyecto, del que se siente especialmente orgulloso, está llegando más lejos de lo que imaginaba, porque después de ser divulgado por una revista internacional especializada, le han llegado peticiones de información de todo el mundo a sus oficinas de Peñacastillo. Su objetivo ahora es participar el proyecto más emblemático en este momento, el del museo Pushkin, de Moscú, sobre cuya reforma todavía hay muchas incertidumbres.
El secreto de IMEM, en palabras de su director, es ser “mucho más ágiles que las multinacionales”. Eso ha convertido a todas las grandes compañías del sector en clientes suyos. Con ellas se enfrenta en cada país y en cada proyecto a los que concurre y con todas trabaja, puesto que, cuando se trata de ascensores singulares, les resulta más rentable y fiable subcontratar a un especialista, como IMEM, que hacer un desarrollo propio.
El valor de los trabajadores
Pérez puso un especial énfasis en el factor humano. En su opinión, no siempre se reconoce la valía de los trabajadores de a pie dentro de las compañías, “que queda constatada cuando tienen que desplazarse a otro país, como puede ser a Alemania”.
El impulsor de IMEM se mostró satisfecho de haber podido mantener la plantilla tras la crisis, y reconoció que en la trayectoria de la empresa “hemos sufrido mucho. Durante mucho tiempo trabajamos solo para subsistir”. Luego, llegaron los beneficios pero, quizá por la experiencia anterior, la política interna ha sido siempre la de reinvertirlos. “No hubiese sido posible de otra manera”, reconoció con modestia.