Nestlé La Penilla, la fábrica más polivalente de donde salen marcas que consumimos cada día
ALBERTO LÓPEZ, DIRECTOR DE LA FÁBRICA: ‘SIEMPRE HA SIDO UNA PLANTA COMPETITIVA Y FLEXIBLE
Desde su puesta en marcha en 1905, la planta de Nestlé ubicada en La Penilla de Cayón ha convivido con los vecinos y ganaderos de la zona y se ha convertido en uno de motores económicos de Cantabria. Son pocas las actividades que pueden aguantar más de un siglo en permanente crecimiento pero el hecho de ser Nestlé una de las primeras marcas alimentarias del mundo y la versatilidad de la fábrica, en la que se elaboran numerosos productos de consumo diario, lo han conseguido. Alberto López Caballero, director de la planta, destacó el buen momento de la factoría en una intervención en el Círculo Empresarial Cantabria Económica y desgranó la evolución que están teniendo algunos productos tradicionales para adaptarse a los nuevos hábitos alimenticios.
Qué tienen en común La Caja Roja, el Nesquik, el Cerelac, el contenido de las cápsulas Dolce Gusto, las obleas para empanadillas La Cocinera, las tabletas de chocolate Nestlé, la leche en polvo Sveltesse o las masas Buitoni? Pues que todos ellos salen de la fábrica que tiene Nestlé en La Penilla. La misma que en los años 40 crió a una generación de españoles con el Pelargón o que les endulzó la vida con la leche condensada de La Lechera. Y no son los únicos, porque cada poco tiempo se añaden nuevas referencias, como ha ocurrido con los bombones de alta gama Les Recettes de L’Atelier, que acaban de añadirse a las líneas de producción.
El refranero español dice que el que mucho abarca poco aprieta, pero es evidente que toda regla tiene su excepción. La planta cántabra de Nestlé, una de las mayores que tiene la multinacional en Europa, produce chocolates, productos de confitería, cacao soluble, harinas, cereales infantiles y leche en polvo, entre otras cosas, que se comercializan con marcas bien conocidas por todos en cada segmento. Nestlé solo puede ser primer o segundo operador en cada uno de estos mercados. Cualquier otro puesto no le vale a una multinacional que sale siempre a ganar.
Los bombones de La Caja Roja o de Les Recettes de l’Atelier, el Nesquik, las leches en polvo Sveltesse, las masas Buitoni o La Cocinera salen de La Penilla
A pesar de ser un centro multiproducto, el hecho de que en la fábrica haya pocos servicios comunes y cada trabajador esté especializado en su área hace que funcione como una máquina perfectamente engrasada. “Frente a otras del grupo, que solo un producto, nosotros hacemos muchas cosas distintas”, reconoció el director de la factoría, Alberto López Caballero en la última charla del año convocada por el Círculo Empresarial Cantabria Económica, pero dejó claro que hay una razón histórica: “esta fábrica siempre ha sido flexible y competitiva”, dijo. También voluminosa: En 2018, salieron de la planta 91.000 toneladas de producto terminado y en 2019 casi ha alcanzado las 100.000.
La vida profesional de López Caballero siempre ha estado ligada a Nestlé. Ha trabajado en la factoría francesa de Nestlé Clinical Nutrition en Creully y ha sido director de las instalaciones de Pontecesures, ubicadas en Pontevedra, y Viladecans, en Barcelona antes de incorporarse a La Penilla, en 2011, para sustituir al anterior director, Ulpiano García.
Dosificadores patentados
La planta cántabra ha tenido un éxito incontestable durante décadas con los bombones de La Caja Roja, una línea a la que hace algún tiempo añadió los Dairy Box ingleses y ahora completa con otra más, Les Recettes de L’Atelier, unos bombones crujientes, sabrosos y que tienen los frutos visibles por fuera. Para conseguirlo, la compañía ha patentado un sistema muy especial de dosificación del chocolate que permite añadir el fruto seco sin que el chocolate lo bañe.
Este año tiene previsto elaborar 340 toneladas de este producto, que además de vender en España exportará a Bélgica, Portugal, República Checa, Francia, Hungría, Suiza y Países Bajos.
Aunque se trata de un proyecto novedoso, no son los únicos bombones premium que fabrica la planta cántabra. Desde 2017, elabora la Caja Roja Dark Sublime, un surtido de bombones de chocolate negro con cobertura 70% de cacao y, más recientemente, la Caja Roja Milk Sublime, unos bombones de chocolate con leche rellenos de praliné y almendras.
Los chocolates suponen el 40% de la producción de la planta, y para elaborarlos recibe cada año unas 20.000 toneladas de habas de cacao procedentes de Costa de Marfil (el 75%), Ghana y Ecuador.
Las habas se tuestan, se descascarillan, se esterilizan y, finalmente, se muelen. El resultado es un chocolate denso y amargo que todavía tiene que refinarse, conocido como licor de cacao. Es una de las pocas fábricas de Nestlé en todo el mundo que hace el tratamiento completo del haba de cacao y pronto añadirá uno más, ya que pretende utilizar las 2.500 toneladas anuales de cascarillas del cacao como biocombustible de la planta. Un avance más en la eficiencia energética, puesto que ya genera toda la electricidad que consume y vuelca a la red sus excedentes (aproximadamente un 15%).
La misma política ambiental la aplica con el agua de los procesos de producción, cuyo consumo ha reducido muy considerablemente “y ya casi estamos entre las fábricas del grupo que han conseguido que todos los residuos que se generan tengan una segunda vida”, dijo López Caballero.
Fábrica multiproducto
La factoría cántabra exporta algo más del 40% de su producción a una treintena de países y, en este caso, sus compradores no son las cadenas de hipermercados o supermercados, como cabía suponer, sino empresas del propio grupo que se encargan de la distribución en grandes zonas geográficas. Ese mercado, sometido a muchas circunstancias, es el que genera más dientes de sierra en la evolución de la producción. “Cuanto mayor es el volumen de exportación, más puntas y más valles hay en las ventas, porque los mercados son mucho más fluctuantes”, justificó su director.
‘Siempre hemos mantenido la figura del aprendiz en nuestras áreas de producción’
Uno de sus grandes compradores internacionales es la Nestlé Middle East, una empresa del grupo con sede en Dubai, que comercializa unas 5.000 toneladas de cereales infantiles (papillas) al año en siete países de la zona.
Empleo joven
López Caballero explicó a los empresarios reunidos por Cantabria Económica que la factoría de La Penilla siempre ha dado una gran importancia a la formación y al empleo de jóvenes. Permanentemente mantiene a una veintena de personas que están completando su formación universitaria o secundaria en la planta con jornadas de cuatro y cinco horas y en muchos casos acaban formando parte de la plantilla. “Siempre hemos incorporado la figura del aprendiz en nuestras áreas de producción”, dijo, y destacó que incluso para aquellos que no encuentran allí su colocación supone mejorar su empleabilidad futura.
Tener productos estacionales como los bombones hace que el número de trabajadores de la fábrica varíe en función del volumen de producción. La plantilla es de unas 900 personas, aunque en los meses que coinciden con la campaña de bombones puede alcanzar las 1.100, una flexibilidad que en buena parte se gestiona con contratos fijos discontinuos.
Estos trabajadores permanecen en las instalaciones durante cuatro o seis meses y regresan al año siguiente. “Es importante tener personas formadas y conseguir esta fidelidad, porque no podríamos permitirnos formar un grupo nuevo cada año”, expuso López Caballero.
La historia de la planta
Cuando a principios del siglo XX, Nestlé elaboró un informe detallado para analizar la viabilidad de construir una fábrica en La Penilla para abastecer el mercado español de sus leches lacteadas, que habían tenido un éxito espectacular en otros países tras reducir drásticamente la altísima mortandad infantil, sacó dos conclusiones que suscitaron mucho interés en la casa matriz: la fuerte tradición ganadera que tenía la zona y sus estratégicas vías de comunicación marítimas y terrestres. Después de sopesar los pros y los contras, adquirió unos terrenos próximos a la estación de ferrocarril y en 1904 comenzó la construcción de unas instalaciones, que tan solo un año después ya producían y comercializaban harina lacteada.
Los primeros años fueron complicados. Los ganaderos cántabros desconfiaban de la empresa, pero al comprobar que los pagos se hacían de forma escrupulosa se fue generando un clima más distendido. En solo una década, la fábrica duplicó su capacidad de producción, pasando de los 140.000 litros de leche que procesó en su primer año a los 374.000 de 1914. Antes de llegar a 1920, ya se elaboraban 8,5 millones de litros de leche maternizada y leche condensada.
En 1930, la multinacional suiza absorbió la Sociedad Lechera Montañesa, uno de sus mayores competidores locales, y durante la posguerra comenzó a producir leche en polvo Pelargón.
Más tarde, en 1945, la compañía empezó a fabricar su café soluble, el Nescafé, aunque por entonces no era conocido en España y la producción se destinaba a Marruecos y las plazas del Norte de África, hasta que en 1954 decidió introducir el producto en la Península. Con el paso de los años llegó la fabricación de los bombones de la Caja Roja, el Nesquik y, en los 80, los cereales para el desayuno, productos que en algunos casos se han quedado en La Penilla y en otros han pasado a otras plantas, para aprovechar sinergias o por cuestiones estratégicas. La multinacional tiene un amplísimo portfolio de marcas de primer nivel y la planta se disputa su fabricación ante la matriz compitiendo con otras factorías del grupo para lo que trata de hacer valer su competitividad y sus recursos.
En uno de esos movimientos, en 2010, se detuvo la producción de leches infantiles en La Penilla pero las torres de secado pronto encontraron un nuevo uso en los semielaborados de leche para las cápsulas Dolce Gusto. La leche en polvo se mezcla con café o cacao y el resultado se envía a las fábricas del grupo que envasan las cápsulas.
‘Queremos ser reconocidos como líderes nutricionales en el mundo’
El mercado alimentario no siempre va hacia donde las empresas quieren que vaya. Los consumidores, con sus patrones de comportamiento, marcan tendencias y a las compañías no les queda otro remedio que acomodarse a esa realidad.
En estos momentos, los clientes reclaman productos con menos carga de azúcar o con ingredientes que lo sustituyan, y Nestlé ha reformulado varios de los que tiene con menos azúcar o con cereales integrales para adaptarse a este cambio de gustos o a las nuevas tendencias nutricionales. También trabaja en muchos otros, incluida la hamburguesa de carne vegetal, porque se siente obligada a participar en estos nuevos caminos y tiene la intención de ser “reconocida como líder nutricional en el mundo”, para lo cual extrema la información que se facilita al consumidor, tanto en el etiquetado como a través del personal especializado de la empresa.
Sin embargo, a veces el ruido supera a las nueces. Muchos de estos nuevos productos se quedan por el camino y otros tienen menos recorrido del que parecía deducirse de la notoriedad pública que alcanzan. López Caballero reconoció que las nuevas tendencias de consumo no siempre se corresponden con las cifras de ventas.
Por muchos que sean los productos y las marcas, el etiquetado puede parecer una tarea sencilla, teniendo en cuenta que se trata de una empresa cuyos procesos están automatizados, pero la realidad es bien distinta.
Alberto López destacó que la actividad de una industria alimentaria con un alto volumen de exportación como Nestlé requiere prestar mucha atención a las etiquetas, tanto a la comprobación de los textos legales de los productos, que están escritos en distintos idiomas, como a la información que se proporciona al consumidor, debido a que incluso en países que, como España y Bélgica, pertenecen a una misma comunidad internacional, se manejan rangos distintos para algunos nutrientes alimentarios.
David Pérez