Demasiado interesantes
España es un país curioso en el que faltan empleos pero sobran vacantes. En estos momentos, tenemos sin cubrir la presidencia de la comunidad de Madrid y la de Cataluña, donde se juega más de la mitad del PIB nacional, algo que no había ocurrido nunca a media legislatura. El sueldo no está mal, sobre todo el del molt honorable, pero tiene sus riesgos. Acaban de salir de la cárcel un expresidente y un exvicepresidente de Madrid (González y Granados), y de los dos últimos responsables de Cataluña, el uno está en busca y captura (Puigdemont) y el otro encarcelado (Junqueras). También se ha tenido que marchar el de Murcia, por unas contrataciones destinadas a mejorar su reputación que han acabado por hundírsela y la última presidenta de Madrid, por conseguir un master y un par de cremas demasiado a la ligera. En fin, más movimientos que en la cúpula de la Cosa Nostra.
No hay que irse muy lejos para encontrarse con muchas más vacantes, aunque en este caso sin juzgados de por medio. En Cantabria, a un año de las elecciones, no sabemos quién encabezará cuatro de los cinco partidos con más posibilidades de voto. Y si conocemos a uno de los candidatos, Revilla, es porque su partido necesita que consiga los sufragios antes de dejar la presidencia en manos de un sucesor, que tampoco tiene nada claro. Como se ve, la política es un campo lleno de oportunidades, aunque no se anuncien en Infojobs.
Algo ocurre cuando ni en los partidos de antes ni en los de ahora resulta fácil decidir quién será el cabeza de cartel. Lo que siempre ha sido una temeridad, porque un candidato debe ser presentado a la opinión pública con mucho tiempo de antelación para llegar a ser conocido (para que nos hagamos una idea, las encuestas revelan que uno de cada tres ciudadanos de Castilla y León no puede decir el nombre de su presidente, que lleva cinco legislaturas gobernando). Ese desconocimiento solo puede ser suplido con el fichaje de un personaje que ya trae la popularidad de casa, y de ahí que el PSOE en Madrid le tirase los tejos a Carmena o que Ciudadanos haya tentado al exprimer ministro francés, Manuel Valls, pero los tiempos han cambiado tanto que quizá ya no sea tan mala idea presentar a un desconocido. España se ha convertido en una máquina de picar carne y pocos pueden escapar de este fatal destino más allá de unos meses, los justos para presentarse a unas elecciones. Luego, como en caso de Cifuentes, a algunos les atropella el pasado, y a otros el presente.
Esta vorágine nos lleva a vivir en un tobogán de noticias escandalosas, en las que el político se ha convertido en un surfero que cabalga sobre las olas de la indignación popular o de los tribunales. Si sobrevive al tsunami del día, ya sabe que el siguiente le tocará a otro, con mucha probabilidad, y en un mes nadie se acordará de lo suyo. Quien le suceda ante la picota de la opinión pública será de otro partido, un juez, un actor, un empresario o un futbolista, da igual. Y los españoles estaremos entretenidos pasando de uno a otro, o en discutir si hay que modificar una vez más el Código Penal (el de Franco duró hasta 1995 y desde entonces llevamos 31 reformas) o en hacer otra comisión de investigación más, aunque en esta legislatura hayamos creado más que en los 40 años precedentes de democracia, sin que a nadie le importe ya qué investigan. Y los más habilidosos con la agenda, pueden sacar tiempo para estar en las manifestaciones contra el Metrotus, las pensiones, los espigones o la manada. O puede que el morbo les lleve a acudir a los actos de De la Serna, para ver cómo atiza al Gobierno regional, y a los del Gobierno para comprobar cómo se defiende. Y por si alguien cree que semejante panorama no es bastante excitante, este mes podremos saber si Buruaga sobrevive al escándalo de las cuotas masivas que le sirvieron para ganar el congreso, entretenernos en contar si los que llegan a Ciudadanos han pasado antes por cinco partidos o más y si la nueva cúpula del PSOE resiste unas primarias, porque las votaciones internas de los socialistas nunca se sabe qué van a deparar.
Más acción, imposible, pero como dijo alguien, que Dios nos libre de vivir momentos interesantes de la historia. Son tan agotadores como estériles.
Alberto Ibáñez