Goteo de ceses

La presidenta regional tiene varios frentes abiertos y ninguno proviene de la oposición. Por insólito que parezca en la vida política actual española, un partido en minoría puede gobernar en Cantabria con absoluta tranquilidad. Ni corre riesgos de enfrentarse a una moción de censura ni tiene problemas para sacar adelante los Presupuestos ni padece la política de oposición incendiaria instalada en otros parlamentos. El PRC deja hacer y Vox también. Si le fallase uno de los dos siempre puede recurrir al otro, y con esa doble red de seguridad ni siquiera ha tenido que pagar un peaje a quienes le garantizan tanta tranquilidad, salvo unos pellizcos que el PRC ha exigido en favor de los ayuntamientos.
Como la tranquilidad nunca es absoluta, los únicos agobios de Buruaga se producen dentro del propio Gobierno. Su primer Gabinete apenas ha durado un año, con la salida del consejero de Ganadería y la inconcebible ida y vuelta de la exconsejera de Cultura. Pero después, de forma inopinada, se han producido otros dos cambios muy significativos, el de la directora de Cabárceno, cesada después de ausentarse más de tres meses, y el de la gerante de Valdecilla.
Si la primera se encontró con un cargo absolutamente ajeno a su vida profesional y mantuvo un conflicto abierto con el actual consejero, a la segunda la polémica le ha perseguido allí por donde ha pasado –nunca por un gran hospital como Valdecilla–. Enfrentada con todos los servicios, que ya habían optado por no tenerla en cuenta, y obsesionada por todo lo que se publica, nunca confió en el talento del propio hospital, del que casi siempre se han nutrido los puestos directivos. Es desmoralizador que la Universidad de Cantabria, financiada por el Gobierno, tenga uno de los pocos másters de gestión sanitaria que existen en el país y que ese mismo Gobierno apenas busque ahí.
La directora cesada, Dolores Acón, solo aportó tensión, desconfianza y ausencia de empatía, desmanteló los cuadros (varios médicos de referencia han optado por dejar el hospital e irse a la privada) y ha provocado situaciones tan insólitas como mantener en sus cargos durante semanas a los subdirectores médicos que había cesado, por no disponer de sustitutos. Sus inapropiadas declaraciones en un evento han sido la excusa perfecta para poner fin a un problema para todos.

Tras ser investida presidenta, María José Sáenz de Buruaga se enfrentó a la obligación de cubrir más de cien cargos en el organigrama del Gobierno (bastantes más si se incluyen los del Servicio Cántabro de Salud y las empresas públicas) y el pobre resultado le está obligando a hacer más cambios de los que querría pero muchos menos de los necesarios. Lo ha hecho, además, vulnerando el sistema de concurrencia que se estableció para cubrir estos puestos de una forma no partidista. Como ocurre tantas veces en la política, ahora que el nombramiento de estos cargos de confianza supuestamente no se hace a dedo es aún peor que antes, porque la invariable elección del candidato ‘de la casa’ supone una ofensa para quienes concurren de buena fe.

La decisión de la presidenta de crear una Agencia de Proyectos es un indicio de su temor a que muchos de ellos se queden atascados en las consejerías, especialmente los que ya son públicos. Afortunadamente, ha conseguido despejar el primer nubarrón tormentoso que oscurecía el futuro de La Pasiega, al aceptar ADIF cofinanciar la mitad de los 30 millones de euros que costará la estación intermodal, no sin antes forzar a Cantabria a demostrar que hay clientes potenciales dispuestos a mover cientos de miles de vagones, un trabajo probatorio por el que el Gobierno cántabro ha tenido que recurrir a favores externos, algunos de ellos no desinteresados.
Cuatro años pasan muy deprisa y eso es un problema para cualquier gobierno, porque los tiempos en la Administración son tan complejos que apenas dan para continuar los proyectos que estaban en marcha. Buruaga ha corrido mucho en la rebaja fiscal, en tratar de evitar el derribo de las viviendas costeras sentenciadas o en un modestísimo intento de reducir la burocracia, pero sabe que se le juzgará por lo tangible, los proyectos que sea capaz de poner en pie. Afortunadamente para ella, el viento sopla a su favor. Nunca lo ha tenido fácil al frente del PP pero fuera la situación es idílica para conseguir la reelección: ninguna de las tres fuerzas parlamentarias (PRC, PSOE y Vox) tiene candidato para las próximas elecciones y las extraparlamentarias, como Sumar, IU o Podemos, no imaginan poder entrar. No se lo pusieron tan fácil a Fernando VII.

Alberto Ibáñez

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