La oportunidad de Torrelavega
Cualquier intento de ordenar el territorio y las infraestructuras se paga caro en Cantabria. Quien se atreva a hacerlo sabe que puede ver acabada su carrera política y lo probable es que rehúya discretamente abrir ese melón. Ocurrió con el intento de crear un embalse en el Pas para garantizar el suministro de agua a Santander, con el tendido de la línea eléctrica de 400 kV, con la ley de ordenación del territorio, la instalación de aerogeneradores… ¿Alguien se atrevería hoy a proponer un nuevo vertedero si se necesitase sustituir el de Meruelo? Por supuesto que no. Igual que ningún alcalde se atreve a respaldar las plantas de biodiésel ahora que han aparecido coordinadoras de vecinos en contra, cuando hace tres meses les parecían estupendas. Si algún día se proyectase la continuación del AVE desde Reinosa a Santander (que no se hará porque los problemas técnicos son descomunales y la cuantía económica también), se comprobará que la opinión pública, hoy tan favorable, se convierte en hostil, y con ella los políticos, porque en cada valle atravesado por ese costurón de hormigón y acero surgirá un conflicto, al dividir para siempre a quienes ahora son vecinos y provocarles enormes rodeos para llegar por carretera a sus prados, a sus viviendas o a sus trabajos.
Con los polígonos industriales tampoco ha sido sencillo. Basta con ver lo que ocurre en Las Excavadas (Torrelavega). Cada vez es más difícil encontrar un suelo amplio y bien comunicado porque la dispersión poblacional que estamos tan empeñados en seguir entronizando multiplica las afecciones. Por tanto, parece más lógico sacarle todo el partido posible a los que ya existen evitando las naves y almacenes casi sin ocupación. El suelo productivo es escaso y estratégico y debe tratase como tal, sobre todo el más cercano a la costa.
Construir un polígono desde cero tiene, además de los costes sociales, unos costes económicos enormes, a los que hay que añadir las conexiones por carretera y ferrocarril, que a su vez crean otro problema de expropiaciones y consumo de territorio fértil. En cambio, todos esos problemas están resueltos en los terrenos de Sniace, que además de ser los mejor situados de la región ya tienen la calificación industrial, agua abundante (un río entero), una carísima depuradora y se encuentran al borde de la autovía y del ferrocarril de FEVE, con un enlace cercano a la red de vía ancha. Teniendo esa enorme reserva de suelo industrial y el futuro polígono de La Hilera resultante de las obras del vial de enlace entre Barreda y Sierrapando, ¿merece la pena complicarse la vida con Las Excavadas?
El Gobierno sostiene que no puede ni debe quedarse con los terrenos de cada industria que cierre, pero tampoco debe dejar escapar una oportunidad histórica viendo que el espacio que ocupaba Sniace se malvende a un precio ridículo, que ni siquiera resarce a los acreedores. Ese suelo tiene que ser público y servir para cambiar por completo la imagen y la economía de Torrelavega. Sniace es la gran oportunidad que tiene la ciudad para un cambio histórico. Una vez muerta la fábrica, que nadie ha querido, y con los despojos (maquinaria, suelo y arbolados) subastándose a precios de derribo, parece lógico que el sector público aproveche esta circunstancia, porque se trata de una inversión, la misma que hace al expropiar otros terrenos de la región para construir en ellos polígonos públicos.
Con muchos menos remilgos se hizo Cabárceno y hoy nadie lo discute. Sniace ya no tiene salvación, los inversores han perdido mucho dinero y los acreedores no van a cobrar gran cosa, tal como va la liquidación. Las dos fincas que por el momento se han sacado a subasta –una de 48.000 m2 en Santillana del Mar y otra en Torrelavega de 23.000– estaban tasadas en 6,48 millones de euros y se van a adjudicar por 500.000 al único licitador que se ha presentado, apenas el 8% de su valor. Para este viaje no hacían falta alforjas ni unos carísimos liquidadores.
Los más de 600.000 metros cuadrados que ocupaba Sniace representan la mejor oportunidad que tiene la región para acoger empresas de logística (mejor, incluso, que La Pasiega) o de nuevas tecnologías, porque están ubicados junto a una ciudad y en el punto de encuentro de las dos vías más importantes de la región, la costera y la que conecta con la Meseta. Está bien situado, es barato, disponible de inmediato y extenso. No se puede pedir más, pero lo tiene: es la ocasión que necesitaba Torrelavega para demostrar lo que quiere ser en el siglo XXI.
Alberto Ibáñez