Canna Rural: el cannabis legal como modo de vida en el campo
Manuel de la Peña y Dolly Sumanadasa cultivan cáñamo industrial y venden productos cosméticos basados en CBD
Aunque el cáñamo y la marihuana pertenecen a la misma familia (cannabis sativa l), se diferencian por su morfología, su composición y el uso que se le da a la planta. Mientras la marihuana se caracteriza por su alto contenido en THC, el cannabinoide que provoca el efecto psicoactivo, en el cáñamo los niveles de THC son muy bajos. Por ello, se emplea como materia prima industrial y nutricional. Canna Rural es la primera plantación de la región de cáñamo.
El santanderino Manuel de la Peña estudió el grado Publicidad, Marketing y Relaciones Públicas aunque siempre ha sido una persona muy inquieta, con ganas de emprender. Su primera incursión empresarial fue una tienda de segunda mano, que mantuvo abierta cuatro años en la capital cántabra. Después, creó una agencia de marketing digital que le permite trabajar desde cualquier lugar, pero “echaba en falta hacer algo relacionado con un espacio rural, que es donde me he criado”, dice.
Manuel y su pareja, Dolly Sumanadasa, querían formar una familia y, a pesar de que ella residía en Manchester, preferían hacerlo en un entorno muy distinto, así que apostaron por el cultivo de cáñamo, que les permite hacer una vida rural.
El cáñamo llegó a su vida cuando buscaba información para ayudar a sus abuelas con los problemas de reúma y artritis que padecen. Descubrió que esta planta se usa para fabricar aceites que alivian estas y otras dolencias. En su caso, la experiencia fue muy positiva y decidió que el cáñamo podría convertirse en el protagonista de la andadura que quería iniciar.
Dejar atrás un estigma
Aunque la Unión Europea legalizó el cultivo de cáñamo o cannabis sativa l en 1999, sigue generando cierto rechazo social, algo que él atribuye al desconocimiento. Por ello, cuando a principios de 2020, Manuel y Dolly encontraron la finca en la que iniciar el proyecto de Canna Rural en Riosapero (Villaescusa), su primera preocupación fue hablar con los vecinos e instituciones, para evitar malentendidos. “En todo momento quisimos hacer público y visible nuestro proyecto”, dicen.
Los dos requisitos que la legislación española establecen para que la plantación de cannabis sea legal son que la variedad no supere 0,2% de THC –el componente psicoactivo– y que el destino de la planta sea la obtención de fibra, grano o semilla exclusivamente para la industria. Además, es imprescindible utilizar semillas certificadas por la Unión Europea.
Tras asegurarse de cumplir toda la legislación vigente, plantaron 3.000 matas en la finca de una hectárea que tiene Canna Rural en Villaescusa y encontraron la salida comercial para su producción en un laboratorio regional de cosméticos que fabrica bálsamo corporal, sérum y spray, todos ellos certificados por la Unión Europea.
Estos productos, que se venden en la web de Canna Rural y están empezando a comercializarse en herbolarios, contienen cannabidiol, lo que se conoce como CBD. Se trata de uno de los ingredientes activos de la planta pero no es psicoactivo, a diferencia del tetrahidrocannabinol (THC) de otras variedades de cáñamo, el componente que ‘coloca’ y lo convierte en droga.
La creciente popularidad del CBD ha hecho que los científicos hayan empezado a pronunciarse sobre el asunto, pero aún queda mucho por investigar. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó en 2017 que «en estado puro, el cannabidiol no parece ser nocivo ni tener riesgo de abuso», aunque declinó recomendar su uso médico.
El emprendedor lamenta que la legislación española obligue a desechar gran parte de la planta, y que no tiene más remedio que convertir en compost para abonar los cultivos, cuando podrían destinarse a usos más rentables.
El cáñamo se consume como alimento en muchos países, como Francia, Inglaterra, Alemania o Polonia. En España, sin embargo, el CBD no se ha registrado como un complemento alimenticio validado por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).
Manuel está dispuesto a mover las aguas y está grabando un cortometraje que cuestiona por qué en España no se puede consumir como alimento.
La vida rural
En el poco tiempo de vida de Canna Rural, Manuel y Dolly han sido padres, han empezado a comercializar el producto e incluso han ampliado su explotación, con otra finca de una hectárea localizada en Prellezo. Es un lugar alejado pero igualmente apto: “La climatología y la tierra de Cantabria tienen las características necesarias para que las plantas crezcan solas y de una manera 100% sostenible”, asegura Manuel.
Su idea es continuar creciendo y ayudar, con su experiencia, a otras personas a iniciarse en este mundo. “Si quisiéramos ganar mucho dinero, nos hubiéramos planteado otro proyecto”, afirma. “La idea es impulsar la economía rural a través de un producto estigmatizado como es el cannabis”.
Para 2022, Canna Rural se plantea adquirir un nuevo terreno con vivienda en los Valles Pasiegos, para crear una tercera plantación y alojar a personas que quieran vivir esta experiencia, ahora que el teletrabajo está tan extendido. “Durante el confinamiento, nos llegaron peticiones a través de Instagram de muchas personas de distintos países que querían venir a ayudarnos e incluso se ofrecían a pagarnos. Los acogimos como voluntarios y vivimos experiencias interculturales muy bonitas”, recuerdan.
Esto podría acercarles más a un objetivo que se han planteado a largo plazo: pasar del sector primario al secundario, con la transformación de la planta en productos aptos para la venta, pero ese proceso industrial necesitaría más materia prima de la que pueden producir sus fincas. “Para ser competitivos deberíamos tener muchas hectáreas”, reconoce, consciente de las escasas posibilidades de conseguirlo por el momento.
María Quintana