CATFÉ: Tomar un café mientras se acaricia a los gatos
Este singular tipo de negocio surgido en Taiwan llega a Santander dos décadas después
La primera vez que se mostraron en televisión los karaokes japoneses, muy pocos imaginaron que en poco tiempo los habría en nuestras ciudades, porque la mayoría los entendió como una extravagancia oriental. Con los cafés ‘con’ gatos (no confundir con los que admiten mascotas) se repite el fenómeno. El primero abrió sus puertas en Taiwán en 1998. Hoy, solo en Tokio hay más de 40 y la idea se ha ido replicando por todo el mundo. Los clientes pagan por disfrutar de una consumición y pasar tiempo con estos animales. Ya están aquí. Jean Carlos Romero ha abierto el primer local de este tipo en pleno centro de Santander.
Bahía, Luke, Kenia, Raspa y Lucky campan a sus anchas por su nuevo hogar. Se trata de un lugar bastante peculiar, la primera cafetería con gatos de Cantabria, situada en pleno centro de la capital, donde cada día decenas de personas disfrutan de la compañía de los mininos del local.
Quien ha creado este particular espacio ha sido Jean Carlos Romero, que con solo 25 años se ha decidido a emprender a través este negocio con vertiente solidaria. Jean Carlos, que recogió a sus gatos, Onix y Rayo, de la calle cuando eran cachorros, es consciente de la situación que viven muchos otros felinos con menos suerte.
Los gatos que viven en el Catfé (así se llama su cafetería) no son los suyos sino que proceden de la Asociación de Amigos del Gato Callejero (Amigat), cuya misión es recoger gatos abandonados, cuidarlos y darlos en adopción. Cinco del casi centenar de felinos que cuida Amigat han pasado a vivir en el café de Jean Carlos. Eso sí, la asociación elige a los más dispuestos a socializar con humanos.
Antes de ellos, hubo otros, ya que la idea no es solo que los clientes acudan a visitarlos y jugar con ellos, sino que acaben adoptándolos. De hecho, en la corta vida del Catfé –abrió en noviembre– ya se han completado diez adopciones.
Un local con sorpresa
A simple vista, el Catfé parece una cafetería más, ya que en su planta inferior no hay gatos. Cualquier cliente puede acceder y consumir como en otro local de hostelería al uso. Es en la segunda planta donde se encuentra la zona con gatos. Entre juguetes, camas de lana y cojines, estos anfitriones de cuatro patas juegan, descansan o escogen acercarse a los visitantes.
La alta demanda ha provocado que para acceder a este espacio haya que reservar una cita a través de su web. Para que los animales no se estresen, solo pueden estar con los gatos diez personas por turno como máximo.
Al llegar, se deben asumir una serie de normas, como descalzarse antes de entrar o no alimentar a los felinos. También hay que abonar una tarifa.
El precio varía según el tiempo que se quiera pasar con los animales e incluye una consumición: dos euros por los primeros 15 minutos, el doble por media hora y seis euros por la hora completa.
Además, se puede prolongar la estancia por un precio de tres euros por hora extra o comprar bonos que permiten pasar una tarde entera. El lugar ofrece una atmósfera sosegada para quien quiera leer o estudiar y, además de bebidas y refrescos, dispone de una carta de dulces, con brownies y distintos tipos de tartas. El promotor espera ampliarla pronto con sandwiches, perritos o patatas fritas.
Un gran comienzo
Antes de iniciar esta aventura, Jean Carlos se puso en contacto con un café con gatos de Madrid, dispuesto a estudiar su modelo de negocio y decidir si su proyecto era viable en Santander. Tras cuatro meses de análisis, y convencido de que podía apostar por ello, se decidió a buscar un local, algo que resultó más complejo de lo que imaginó, debido a las restricciones sanitarias a las que están sometidos los locales públicos. Finalmente, encontró uno que le permitía hacer dos zonas independientes, en la calle Guevara de Santander.
Gracias a la ayuda de su pareja y una buena amiga, pudo adecuar las instalaciones, después de muchas horas de trabajo.
Por el momento, el Catfé abre solo por las tardes de martes a viernes y durante todo el día en el fin de semana, que es cuando más clientes acuden. No obstante, no descarta abrir durante las mañanas en periodos concretos.
Jean Carlos confiesa que el perfil más común entre quienes visitan a los gatos es el de mujeres de 18 a 40 años, seguido por las familias (los niños tienen que superar los seis años para poder acceder a la zona gatuna) y lo más habitual es que los clientes elijan la estancia de 30 minutos o de una hora. El emprendedor destaca que “una gran parte de quienes prueban, repiten”.
Esta singular cafetería se ha dado a conocer a través de publicidad en Instagram, pero ahora es el boca a boca lo que más ayuda en su divulgación. El emprendedor se muestra encantado de que estas vías hayan atraído a gente de muy distintos puntos de Cantabria, que acuden a Santander solo para conocer el establecimiento y disfrutar de los felinos.
Jean Carlos confía en que su proyecto pueda sostenerse en el tiempo y no oculta su satisfacción: “Estoy muy contento con la decisión que he tomado. Me gusta venir a trabajar cada día, estar en casa con mis gatos y aquí con estos otros. De hecho, no descarto adoptar a alguno de los que tenemos aquí, ya que les estoy cogiendo mucho cariño”, comenta. “Además, es muy gratificante hablar con tanta gente que también quiere a los gatos y se preocupa por ellos”, añade mientras acaricia a Kenia.
María Quintana