Alufasa: tres décadas fabricando ventanas a medida
La empresa ha invertido cerca de dos millones de euros en su nueva nave de Candina
Han pasado muchas cosas desde que Alufasa comenzó su actividad en una pequeña nave de Monte (Santander) en 1990. La empresa de ventanas fundada por Rafael González de la Mora y su padre, Rafael González Zabaleta, logró hacerse un hueco en el mercado con productos singulares y ahora tiene 32 empleados. En este tiempo ha participado en obras tan representativas como las del Palacio de La Magdalena; varios edificios del Gobierno de Cantabria; los hospitales Valdecilla y Sierrallana, tanatorios y universidades
Muchas empresas han tenido que adaptarse a la nueva normalidad para evitar grandes pérdidas económicas durante la pandemia, pero algunas han conseguido sortear las dificultades e incluso aumentar su facturación. Un claro ejemplo es Alufasa. La compañía cántabra, especializada en fabricación de ventanas a medida, había facturado tres millones de euros en 2019, casi un 40% más que el anterior. No era fácil repetir la cifra, y menos en mitad de una crisis como la del coronavirus pero “en 2021 crecimos. Poco, pero crecimos”, apunta el gerente, Rafael (Faíto) González de la Mora.
Gracias a su estabilidad financiera, Alufasa acaba de trasladarse a otra nave próxima en el polígono de Candina, de 2.400 metros cuadrados, a cuya inauguración han acudido más de un centenar de empresarios.
La compañía contaba con unas instalaciones auxiliares alquiladas para dar asistencia a las principales, pero Rafael González tenía entre ceja y ceja la idea de concentrar su negocio en un solo espacio e inaugurarlo coincidiendo con su 30º aniversario. Aunque las obras de remodelado concluyeron a tiempo, la nave no ha podido inaugurarse antes por la pandemia.
El proyecto ha supuesto una inversión cercana a los dos millones de euros y busca satisfacer el aumento de la demanda del sector.
La empresa dedicó parte de la inversión a la adquisición de maquinaria. Ahora dispone de un nuevo centro de control numérico para el corte y mecanizado de los perfiles que dan forma a las ventanas, una cortadora con muchas más prestaciones que la anterior y una nueva plegadora.
La fábrica de ventanas cuenta con una zona de almacenamiento de la materia prima, otra dedicada a los paneles, una línea de corte y mecanizado, otra de armado de marcos y cierre de ventanas y otra de expedición del producto final. En un recinto anexo están las nuevas oficinas del personal administrativo y la gerencia.
Problemas para encontrar personal
Antes de la ampliación, Alufasa tenía 24 trabajadores y este año ha alcanzado los 32. Faíto González asegura tener dificultades para conseguir mano de obra, un problema que, como recuerda, también se da en la hostelería, la industria y la construcción. “Me preocupa que no tengo ningún trabajador español cualificado de menos de 35 años”, lamenta.
El responsable de Alufasa matiza que no busca personal con un expediente académico brillante, porque “meter a fabricar ventanas a un ingeniero o a un abogado no tiene sentido”, y destaca que solo demanda personas con ganas de trabajar. “Ya aprenderán el oficio aquí”, apostilla.
Reconoce que la mayor parte de trabajadores que ha contratado este año son extranjeros sin formación, lo que no ha impedido en absoluto que hayan adquirido las habilidades necesarias para el manejo de la maquinaria. “Estoy orgulloso de mi equipo humano”, afirma convencido.
Los madrileños empujan la venta de chalets en la costa
La pandemia ha estado acompañada de restricciones. El año pasado, Alufasa detuvo su actividad por completo durante dos semanas y tuvo que implantar la jornada parcial por las mañanas para evitar que sus empleados se juntasen a la hora de la comida. De hecho, algunas de sus obras más relevantes, como la reforma del Palacio de la Magdalena o la ampliación del Hospital Sierrallana, tuvieron que paralizarse por un tiempo. “Eso impidió que creciésemos más”, sostiene el empresario.
Sin embargo, no todo ha sido contratiempos para la empresa. Debido a la crisis sanitaria, ha aumentado considerablemente la demanda de chalets de lujo, lo que ha beneficiado indirectamente a Alufasa. “Se están haciendo muchos bajos con jardín y áticos con terraza”, apunta el responsable de la empresa, “y las obras más importantes se hacen para madrileños” que, en su opinión, se interesan especialmente por “la zona de Comillas y Loredo y Somo”.
Obras emblemáticas
Además de ventanas, Alufasa ofrece muros cortina, mamparas, barandillas, pérgolas, verandas, estores y cortinas de vidrio. Una versatilidad que le ha permitido a la empresa estar presente en las obras más emblemáticas de la región, como las del Hotel Real o el Hotel Sardinero; los dos tanatarios de Santander; el edificio del ICASS situado en la calle General Dávila de Santander; la Universidad Europea del Atlántico; los hospitales Valdecilla y Sierrallana; el centro deportivo Body Factory; las tres torres de la Universidad de Cantabria y varios edificios del PCTCAN.
La carpintería es la línea de negocios que más ingresos aporta a la compañía, aunque también son importantes los encargos para chalets de diseño. El gerente de Alufasa insiste que le gustaría recuperar la actividad con la que empezó la compañía el 1 de mayo de 1990, la fabricación de ventanas para particulares. “Al tener una presencia tan grande en el mercado, noto que hay clientes, incluso constructores, que tienen miedo a preguntarme si me interesaría cambiarle las ventanas a su madre, y yo siempre digo que estaría encantado, porque es de ahí de donde vengo”.
Sin comerciales
Si algo resulta llamativo en la plantilla de Alufasa es que no cuenta con comerciales. El propio Faíto es el encargado de ampliar la red de clientes, con el apoyo de un buen número de proyectistas. “Seguramente es un error, pero me va bien”, sentencia.
Ese respaldo quedó reflejado en la inauguración de las nuevas instalaciones, a la que acudieron más de 60 arquitectos y constructores de la región. “Desde el principio, los arquitectos me ayudaban a crecer y me recomendaban en otros proyectos. Creo que era porque me veían con mucho entusiasmo”, dice.
Inicios sin experiencia
Faíto González no estuvo solo en la apertura de su negocio, cuando apenas tenía 24 años. Su padre, Rafael González Zabaleta, decidió acompañarle en la aventura empresarial, después de que la compañía para la que trabajaba cerrase dos meses antes. Era delegado en Cantabria de una empresa vasca dedicada a la perfilería de aluminio y, al no tener experiencia en la fabricación de ventanas, decidió ayudar en las labores administrativas.
En realidad, su hijo tampoco tenía experiencia en ese ámbito. Su vida laboral se reducía a un trabajo de apenas seis meses para un cliente de su padre. Eso no les arredró. Alquilaron una pequeña nave industrial de 220 metros cuadrados y Rafael hijo asumió la gestión de la empresa y el trabajo de operario. “Yo medía las ventanas, las cortaba y las colocaba”, recuerda.
Al quinto mes ya pudieron incorporar a dos trabajadores, pero el camino hacia el éxito no fue una línea recta. Tras completar su primera obra se quedaron sin más encargos. Una circunstancia que obligó a Faíto a vender ventanas puerta a puerta. “Mi padre estaba cerca de la jubilación, así que al que le tocaba aprender era a mí, si quería llegar a ser algo”, justifica.
Con esfuerzo y mucha dedicación, el negocio empezó a crecer. Diez años después, las ventanas preparadas para entregar se les apilaban unas encima de otras, hasta el punto de que no les quedó otro remedio que buscar un nuevo emplazamiento y trasladarse al polígono de Candina.
A Faíto no le cuesta reconocer que discutía “muchísimo” con su padre en el trabajo, pero tiene claro que “lo primero es la familia” y siempre ha sabido distinguir el rol profesional del familiar. “En el trabajo es mi socio y aquí es mi padre”, reflexiona.
El responsable de Alufasa cree que la clave para crecer y diferenciarse de otras empresas del sector estuvo en apostar por pedidos especiales a medida. “Si me hubiese conformado con hacer ventanas normales para ir saliendo del paso, hubiese llegado a los 40 años con seis obreros haciendo ventanas para pisos”, asegura. “Así te ganas bien la vida, pero yo buscaba algo más”.
Rafael González de la Mora considera que cada vez es más complejo impulsar iniciativas como Alufasa debido a que cada vez son más las exigencias administrativas. “Necesitas mil certificaciones y cursillos para fabricar”, resume expresivo.
Reconoce que la maquinaria ha evolucionado y todo ha mejorado, especialmente los materiales y los aislamientos. “Antes, el aluminio suponía el 90% del costo de fabricar una ventana y los herrajes, un 10%. A día de hoy, suponen un 50% cada uno”, dice.
A pesar de que este es el tercer taller que inaugura la compañía, el dueño de Alufasa se define como un empresario cauto. “Yo no quiero crecimientos desmedidos. El que hace trabajos a medida y crece de manera incontrolada tiene muchas posibilidades de fracasar”, opina. “Lo digo por experiencias de amigos que se han dado bofetadas. Puedes ganar mucho dinero, pero se descontrolan los gastos y mueres”, sentencia.
González está orgulloso de haber construido un negocio rentable sin salir de Cantabria, aunque no le han faltado propuestas desde otras comunidades. Tiene muy claro que la calidad del producto es lo que le ha permitido posicionarse en el mercado regional. “La gente confía mucho en nosotros porque hacemos las mejores ventanas de Cantabria”, se vanagloria.
David Pérez