Fernández Rosillo: la constructora regional más longeva cumple 60 años
La empresa está en manos de su segunda generación y todo apunta a que habrá una tercera
En un sector tan cíclico como el de la construcción, donde los altibajos económicos ponen a prueba a los grupos más sólidos, alcanzar seis décadas de existencia resulta excepcional. Lo ha conseguido Fernández Rosillo, una constructora fraguada al amparo de la obra pública que ha sabido navegar por aguas turbulentas, adaptarse a los cambios del mercado, convertirse en un referente y diversificarse.
Manuel Fernández Rosillo, un perito industrial que trabajaba en una de las firmas regionales más conocidas de la época, Agosa (Agustín Gómez Obregón), decidió fundar su propia empresa tras el cierre de esta. Su arrojo, experiencia profesional y el hecho de que su familia gestionaba la cantera de su localidad natal (Penilla de Toranzo), le impulsaron a dar el salto.
Era el año 1964 y, en una provincia en la que nadie podía intuir que dos décadas después se denominaría Cantabria, apenas había carreteras dignas de tal nombre, no existían redes de saneamiento y la electrificación rural se limitaba a los núcleos habitados. En ese contexto de pocos recursos y grandes desafíos nació la constructora Fernández Rosillo, que se especializó en obra pública. Una decisión muy oportuna, porque coincidió con el inicio de una transformación de las infraestructuras que ha cambiado por completo la región.
Con visión y audacia, Fernández Rosillo consiguió cada vez más trabajos y en poco tiempo alcanzó el centenar de empleados.
Años de vicisitudes
Sin embargo, el camino hasta 2024 no ha sido un camino sencillo. El fallecimiento del fundador, en 1986, cuando solo tenía 59 años, aceleró la incorporación de dos de sus cuatro hijos, Manuel y Roberto, que siguen al frente de la empresa familiar, como director general y director financiero, respectivamente.
Los hermanos decidieron continuar la senda que había marcado su padre y la empresa vivió años de gran crecimiento, siempre vinculada a la obra pública. Los beneficios se empleaban en nuevas inversiones –unas más fructíferas que otras–, especialmente en la década de los 2000.
El viento sopló a favor hasta que 2008 comenzó la brutal crisis financiera en España y el sector entró en barrena: se cortaron en seco la financiación, la inversión, la construcción, los precios se hundieron… Nadie escapó de una crisis que conmovió los cimientos de la economía española y se cebó con uno de sus principales pilares, el sector inmobiliario.
“En la edificación y el sector inmobiliario, esta crisis se notó en 2008, pero en la obra pública, como todavía había presupuestos, tuvimos trabajo hasta el año 2010, cuando también la empezamos a sufrir”, recuerda Roberto Fernández Rosillo.
“En esos años nos dejaron unos cañonazos terribles, porque nosotros también teníamos canteras y plantas de hormigón, y vendíamos mucho a los promotores. Cuando muchos de ellos se arruinaron, los que habíamos hecho un poco ‘de mochila’, pudimos aguantar”, relata el director financiero de la constructora. Reconoce que esa supervivencia no fue fácil: “En 2009, llegamos a facturar 25 millones de euros y en 2013, cuando no se hacía nada de obra pública, pasamos a solo seis”.
“En un momento en el que contábamos con más de 200 empleados directos nos vimos obligados a hacer una reestructuración de la plantilla y nos quedamos con 50 trabajadores”, lamenta. Reconoce que el periodo que media entre 2013 y 2017, “han sido, sin duda, los años más duros para la constructora”.
Durante el largo parón de la obra pública en Cantabria, creó una oficina técnica en Málaga para buscar otros mercados en los ayuntamientos de la zona, que cerró en 2015.
“De 2015 a 2020, fuimos capeando, empatando o perdiendo dinero la mayoría de las veces, pero en todos esos años nunca hemos devuelto una letra, ni un pagaré, ni dejamos de pagar a nadie”, enfatiza Fernández Rosillo. También confiesa que, en esos años, fue la cantera de Puente Viesgo la que ayudó a sortear las dificultades: “En 2017 teníamos una deuda de 2,4 millones y éramos conscientes de que la cantera era garantía suficiente, ya que estaba tasada en más de diez millones de euros, por lo que hipotecamos la concesión para obtener ese préstamo, que nos permitió salir adelante y que ya hemos pagado”.
Obra privada
En los últimos años, los Fernández Rosillo han seguido realizando obras públicas de todo tipo, pero su peso en la cartera de trabajo de la compañía no es ni parecido al que tuvieron en los años dorados. En la actualidad, la compañía –en UTE con Copsesa– está inmersa en la construcción de la Variante de Sarón, un proyecto iniciado este verano con un presupuesto de más de 15 millones de euros y un tiempo estimado de ejecución de 32 meses, que liberará los núcleos urbanos de Sarón y Santa María de Cayón de buena parte de la presión de tráfico que ahora tienen.
Tras superar los años más duros de la crisis, Fernández Rosillo empezó a concurrir a la privada, que ya supone al menos la mitad de su facturación. En este tiempo ha levantado naves de empresas, hoteles, alojamientos turísticos, supermercados… De hecho, se ha convertido en una referencia para la cadena alemana Lidl. Además de ejecutar el nuevo supermercado que abrirá entre Bahía Real y Valle Real, a Lidl le construyó el situado en Los Ochos (Torrelavega) y el de la S-20 (Santander), y el del área comercial de Ganzo.
Fuera de la región ha construido varias grandes tiendas de la cadena alemana en Asturias, País Vasco y Navarra. “A Lidl le gusta como trabajamos, y lo hacemos en plazo, que para ellos es muy importante”, apostilla Fernández Rosillo para justificar este éxito.
No es el único cliente que ha empujado a la constructora cántabra a desplazarse fuera de la comunidad autónoma. Para la compañía logística Bergé ha realizado obras en los puertos de Avilés, Gijón o Bilbao.
Esto ha dado lugar a que el 30% de la facturación de Fernández Rosillo –que este año alcanzará los 21 millones de euros– provenga de contratos que se ejecutan fuera de Cantabria: “Estamos abiertos, siempre que sean distancias asumibles, como las que nos separan del País Vasco, Asturias o de la zona norte de Castilla y León”.
En su región de origen, está detrás de las nuevas instalaciones de Roper en Guarnizo o de las de Diego Jardinería, en Bezana. También es autora del céntrico hotel Citrea, en la calle Magallanes de Santander.
Aunque ha realizado alguna vivienda particular, el director financiero de Fernández Rosillo reconoce que solo acceden a promociones de cierto tamaño, ya que sus gastos fijos –encargados y jefes de obra, entre otros– “no son competitivos en obras pequeñas”.
Si bien los proyectos de edificación cuentan con presupuestos más ajustados, pueden servir como complemento para asegurar la continuidad de la carga de trabajo, pero conllevan más riesgo. Fernández Rosillo destaca que la mayoría se hacen con precio cerrado y llave en mano. “Sigue siendo un negocio complicado, con márgenes estrechos y en el que los riesgos finales los asumimos en la constructora”, justifica.
Carencia de trabajadores
Con la recuperación experimentada durante los últimos años, la empresa ha continuado ampliando la actividad y en la actualidad cuenta con 104 trabajadores. Si se le suman los empleos indirectos, la constructora genera trabajo para unas 500 personas.
Sin embargo, la falta de mano de obra es un problema acuciante, tanto para llevar a la práctica los proyectos firmados como para continuar creciendo.
“Cuando alguien contrata una obra quiere que se empiece ya mismo, pero nosotros tenemos que estudiar cómo la encajamos con lo que estamos haciendo para dar unas fechas realistas”, explica el director financiero. “Aunque es complicado cubrir todo tipo de puestos, algunos como los de jefe de obra –ocupados por ingenieros de caminos o ingenieros técnicos– se pueden encontrar con relativa facilidad, pero encontrar un buen encargado de obra –con experiencia y conocimientos– se complica más. Y aún más los perfiles por debajo de los encargados –oficiales, albañiles, peones, encofradores, conductores de camión o maquinaria…–. No se encuentra absolutamente a nadie”, se lamenta, haciendo hincapié en el gran problema que vive todo el sector de la construcción.
Diversificación de los negocios
En 2003, la familia Fernández Rosillo decidió diversificar su actividad empresarial con la creación de una sociedad patrimonial, Peninver Inversiones, para gestionar sus activos. Esta ampliación del perímetro de actividad más allá de la construcción les ha permitido explorar otras oportunidades de crecimiento.
En el año 2005, la familia decidió construir una residencia de mayores en Puente Viesgo, en la que invirtió cerca de diez millones de euros y que entró en funcionamiento dos años más tarde.
Las hermanas Fernández Rosillo, María y Elena, estuvieron al frente más de doce años, hasta que la multinacional francesa Colisée les compró la residencia poco antes de la pandemia.
Casi a la par, en 2006, la familia inició varios negocios en Berlín. La constructora levantó una promoción de 14 viviendas en la capital alemana y, a través de Peninver, compró dos edificios con 19 y 23 viviendas en alquiler. “Llegamos a Berlín en un momento en el que los terrenos y los edificios eran muy baratos en comparación con España, por lo que hicimos un buen negocio. En 2019, decidimos vender los dos edificios ante la oportunidad que se presentaba por el aumento considerable de precios”, relata el empresario.
Gimnasio y apartamentos turísticos
La empresa también se ha introducido en el ámbito del bienestar, con la apertura de un gimnasio, y en el sector hostelero, con la entrada en el mundo de los apartamentos vacacionales. “Siempre tenemos inquietudes de nuevos negocios”, admite Roberto.
Estas inversiones reflejan la capacidad de la familia para adaptarse a las tendencias del mercado, apostando por áreas que complementen la actividad principal, la construcción.
Conscientes de la creciente tendencia por el cuidado de la salud y de la edad dorada que viven los centros deportivos, en 2022 decidieron abrir el primer gimnasio de la cadena más grande del mundo, Anytime Fitness, en Cantabria.
Tras una inversión de más de un millón de euros, se abrió el centro Anytime Fitness Santander, ubicado junto al Campo de Fútbol del Regimiento, con una superficie útil de 500 metros cuadrados en una sola planta. Dos años más tarde ya cuenta con 900 socios.
Impulsados por el éxito de este primer gimnasio y el auge de la cultura del bienestar, no descartan hacer alguno más en otras localidades. “En Santander hay suficiente oferta de gimnasios, pero hay localidades más pequeñas que no tienen gimnasios modernos como Anytime Fitness”, analiza Fernández Rosillo.
Aunque el empresario reconoce que los precios de los locales comerciales han subido considerablemente, su intención es encontrar emplazamientos para continuar creciendo en un ámbito de negocio en el que muestran mucha confianza.
No obstante, el proyecto más reciente de esta familia pertenece al mundo de la hostelería, un sector que siempre les había atraído y que, a su juicio, cobra especial relevancia “en una ciudad como Santander, cada vez más orientada hacia los servicios”.
Aprovechando esta tendencia, Fernández Rosillo ha construido los Apartamentos Joaquín Costa, en El Sardinero. “Queríamos entrar en el mundo hostelería y descartamos la restauración, pero aprovechando nuestra experiencia en la construcción de otros establecimientos hoteleros y extrahoteleros, decidimos hacer esta inversión”.
Se trata de seis apartamentos con una superficie de entre 35 y 45 m2, distribuidos en una zona de dormitorio, un sofá cama, un baño completo y cocina totalmente equipada. Un formato idóneo para una pareja, un matrimonio con dos hijos o para tres adultos, según el empresario. Varios de ellos tienen una pequeña terraza privada.
Están bajo la gestión de Elena Fernández Rosillo y aunque han abierto el pasado 1 de agosto, la familia se muestra muy satisfecha con el comienzo, ya que prácticamente han estado llenos todos los días.
Todavía es pronto para poder hacer un balance y más aún para aventurarse a nuevas aperturas, pero los hermanos ya lo tienen en mente, al constatar que la demanda se extiende más allá de la temporada de verano: “Ya tenemos reservas para más adelante, y nos hemos dado cuenta de que llegan muchas a última hora”.
Su público suele estar formado por matrimonios nacionales con algún hijo, aunque un 25% son clientes extranjeros. “Nuestros apartamentos no tienen nada que envidiar a un hotel de cuatro estrellas, donde las habitaciones son más pequeñas y si pides una cama supletoria tienes que pagar un extra. Aquí está todo incluido”, resume Roberto Fernández Rosillo para explicar la acogida que han encontrado.
Tercera generación
El legado empresarial de la familia parece estar asegurado para una tercera generación, ya que Roberto tiene tres hijos que podrían continuar la actividad.
“El mayor estudió Administración de Empresas (ADE) y trabaja en Madrid; el mediano estudió Marketing y trabaja en Copenhague, donde a la vez está estudiando un MBA, y el pequeño también está estudiando ADE. Trabajan aquí en verano y nos ayudan mucho con las redes sociales y las nuevas tecnologías”, explica Roberto, que agrega que “la compañía cuenta desde el año 2002 con un protocolo familiar que, entre otros materias, regula la sucesión y prescribe que las nuevas generaciones tendrán que mostrar previamente su valía fuera de las empresas que componen el grupo familiar antes de incorporarse”.
La expectativa de la familia es que “el día de mañana, uno de ellos –o más de uno– continúen con las empresas de la familia. Espero que también con la constructora, siempre que sea medianamente viable, aunque a los jóvenes la construcción no les llama mucho, saben que es un sector muy esclavo y con poco rendimiento”, reflexiona el empresario.
A pesar de las dificultades que entraña el sector, los hermanos Fernández Rosillo confían en que la constructora continúe cumpliendo años, porque en estas seis décadas se han labrado una reputación entre sus clientes que merece continuidad. ¿El secreto? “La seriedad”, responde tajante. “Cuando aceptamos una obra, nos gusta cumplir en plazos, y siempre intentamos que el resultado sea el mejor y, si surge cualquier inconveniente, enseguida mandamos a alguien a solventarlo. Además, nos rodeamos de grandes profesionales, que también es importante”.
Con unas empresas consolidadas y diversificadas, la tercera generación de los Fernández Rosillo podría ser la encargada de seguir ampliando los negocios iniciados por su abuelo, iniciando una nueva etapa en la historia de esta familia emprendedora.
María Quintana
Algunas de las obras más significativas de Fernández Rosillo