De cazadores a recolectores
Especies autóctonas de la Bahía de Santander como la almeja, la navaja, el muergo o el berberecho merman a gran velocidad. Es un asunto que viene de lejos porque ya a comienzos del siglo XX comenzaron a constatarse pérdidas y, aunque el carácter marginal del marisqueo ha hecho que se conozca poco lo que realmente se ha explotado en cada momento, sí se sabe que en los años setenta cerca de 500 mariscadores capturaban unas 500 toneladas de marisco por campaña mientras que, hoy en día, apenas hay un centenar y sus capturas no superan las cincuenta toneladas.
Para hacer frente al descenso de los bancos naturales de moluscos, la Consejería de Ganadería y Pesca ha puesto en marcha un plan de viabilidad del sector que pretende poner a punto los parques de cultivo para que puedan sostenerse sin la ayuda de la Administración y asegurar un stock mínimo para repoblar los diezmados bancos naturales.
En realidad, los parques se utilizan desde hace mucho tiempo –las primeras experiencias de siembra de almeja fina datan de 1988– pero el éxito ha sido relativo. Quizá porque nunca se habían explotado con una metodología clara y con un control real sobre la producción.
En julio de 2005 se ha llevado a cabo la primera siembra sistemática, con cuatro millones de almejas. Los mariscadores eliminaron los materiales indeseables del terreno y, después, cubrieron las semillas con mallas plásticas que ahora limpian de forma periódica para proteger los moluscos de los depredadores.
Las biólogas de la Consejería visitan periódicamente la siembra y realizan muestreos de evolución. Según explican, no todas las parcelas están evolucionando al mismo ritmo ni van a arrojar los mismos resultados porque requieren una labor de mantenimiento por parte del concesionario: “Como en cualquier otro tipo de plantación, la productividad dependerá de cuánto y cómo hayan trabajado su parcela”, señalan.
Si todo marcha según lo previsto, los mariscadores comprobarán los resultados prácticos de su trabajo a finales de este año. Pero, lo más importante es que, por primera vez, se podrán tener datos sobre la capacidad generadora de marisco de la bahía santanderina. Hasta el momento, las cifras se refieren exclusivamente a la explotación libre de bancos naturales y no a la producción en parques de cultivo. “Conocer de un modo fiable y estandarizado el stock marisquero de la Bahía, así como los niveles de explotación y producción que soporta es fundamental para optimizar su gestión”, afirman desde la Consejería de Pesca.
Una gran fábrica de moluscos
La zona de interés para cultivos marinos es la margen derecha de la Bahía, que comprende el interior de la Ría de Cubas, el páramo que la marea descubre frente a Pedreña, el Pantalán de Calatrava, Elechas y la Isla de Pedrosa.
Dentro de estas zonas se encuentran los parques de cultivo, agrupados en polígonos: el de San Juan, de 270.000 m2, está explotado por seis cooperativas de mariscadores (Cultmar, Cultnor, Camarguesa, Camargo, San Antonio y La Pequeñuca); el de San Bartolomé tiene 110.000 m2 y cuatro cooperativas (El Urro, Ambojo, La Picona y San Pedro). En el parque de cultivo de Marnay (25.000 m2) opera una sola cooperativa, denominada Mariscadores de Pedreña.
Este reparto tiene su origen en el año 2000, cuando el Gobierno entregó una autorización a cada una de las cooperativas que solicitaron espacios de explotación marina. En estos seis años, algunas como Ambojo, San Antonio y San Pedro se han profesionalizado y han puesto en marcha una depuradora, además de iniciar la comercialización de pescado.
Los once parques de cultivo reúnen a 82 mariscadores del centenar que opera de forma regular en la Bahía, lo que indica que ya sólo hay una veintena que se dedican únicamente a las labores de marisqueo libre, un indicio muy claro de la escasa rentabilidad que hoy tiene.
Cada comunidad establece programas de vigilancia para evitar que a las zonas de producción lleguen sustancias nocivas, como metales pesados o pesticidas. Cantabria realiza análisis periódicos de las condiciones del agua y de los moluscos que permiten detectar peligros como el de la temida ‘marea roja’ que provoca diarreas en los consumidores del marisco afectado, aunque de esta toxina, como reconocen los expertos, “nunca estamos libres, porque forma parte de los ciclos naturales del ecosistema marino”.
La situación medioambiental de la bahía cántabra no es demasiado halagüeña pero los técnicos de la Administración sostienen que la mortalidad de especies por razones de contaminación nunca ha sido alarmante. No obstante, de poco sirve que no mueran si no pueden ser explotados y hay zonas vedadas, por los residuos industriales acumulados en los lodos durante décadas.
Desde este punto de vista de la mera supervivencia de los moluscos, incluso el saneamiento de la Bahía tiene sus pros y contras ya que la retirada de vertidos ha beneficiado al consumidor, pero ha perjudicado a los moluscos, que se han quedado sin parte de la materia orgánica de la que antes se alimentaban.
La normativa, en cualquier caso, delimita muy claramente los lugares donde se puede capturar y comercializar el marisco. Y hay quien plantea la posibilidad de trasladar almejas desde zonas contaminadas a otras que estén bajo control para poder comprobar su evolución.
Engordar la semilla antes de cultivarla
Hace nueve meses, los mariscadores tuvieron que recurrir a semilleros ajenos para realizar la primera siembra masiva de almejas. La próxima vez esperan poder utilizar semillas procedentes de un sistema de preengorde conocido técnicamente como long-line y que consiste en una estructura flotante con un cabo, al que van atadas varias boyas para asegurar su flotabilidad. Allí las semillas pequeñas van creciendo hasta llegar a alcanzar el tamaño necesario para ser sembradas dentro de los parques de cultivo.
Este sistema permite comprar semillas de apenas 3 o 4 milímetros, mucho más baratas, ya que la mayor inversión para un parquista es la adquisición de almejas de unos 12 milímetros, la medida mínima que han tener para su cultivo.
En las cestas flotantes que acaban de instalar en la Bahía de Santander se han colocado semillas de tres especies de almeja (fina, babosa y japonesa) para comprobar cuál de ellas tiene mayor rendimiento. A través de varios experimentos podrán establecer el nivel de supervivencia de cada una y comparar la cantidad que producen unas u otras. En principio, parece que la siembra de almeja fina es más improbable, porque su crecimiento es muy lento, pero los técnicos prefieren que los mariscadores tengan una pauta sobre el cultivo de todas las especies.
Además de las zonas de cultivo, la Consejería pondrá en marcha parques guardería para la repoblación de los bancos naturales con especies autóctonas. En este caso, se trata de acotar zonas con reproductores naturales, como almejas madre o berberechos, y prohibir allí las extracciones. La fecha de su implantación dependerá de la situación de las mareas, pero la intención es hacerlo antes del verano.
Marisco y mariscadores en vías de extinción
La Bahía de Santander cada vez produce menos. La almeja sigue siendo la especie con mayor explotación comercial en tres variedades: la fina, cuyas capturas han descendido notablemente; la babosa, poco explotada aquí pero con gran aceptación en otras comunidades como Galicia, y la japonesa, que como su propio nombre permite sospechar, procede de otras aguas y cuya introducción siempre ha estado rodeada de polémica. Y es que algunos expertos están convencidos de que pueden colonizar la Bahía y erradicar a las almejas autóctonas.
El jefe del Servicio de Actividades Pesqueras, Julio González Vega, recuerda que en Pesca nunca se mostraron ni a favor ni en contra porque “ningún informe ha sido capaz de demostrar nada en un sentido o en otro. El único hecho contrastado es que la Bahía está llena de ellas”.
Ciertamente, la Bahía ya se había plagado de almejas japonesas mucho antes de que el Gobierno autorizase la siembra. Los mariscadores afirman no haberla introducido y, de hecho, desde la Consejería de Pesca admiten que pudo no haber sido intencionado. Lo cierto es que, con autorización administrativa o sin ella, los mariscadores siempre confiaron en que esta clase de almeja solucionara el descenso de capturas tradicionales, porque los biólogos la definen como “un todo-terreno que se reproduce con facilidad y aguanta lo que sea”.
González Vega confirma que “los mariscadores esperaban que la almeja japonesa les permitiese conseguir la pesca sostenible que con la fina no lograban”. Y es que la almeja autóctona cada vez es más rara de capturar y además es difícil de cultivar, ya que a veces muere por falta de adaptación.
El esfuerzo tampoco está recompensado en la práctica, ya que el consumidor no suele distinguirlas, porque su aspecto es muy parecido. Si acaso, puede diferenciarlas por los dos sifones (cuernos), que están separados en la almeja fina, completamente unidos en la babosa y juntos sólo hasta la mitad en la japonesa. Otra diferencia, aun más complicada de apreciar, son las líneas de sus conchas, mucho mas marcadas en la japonesa que en la fina y prácticamente inapreciables en la babosa.
En la Bahía también se extraen muergos –navajas– cuya producción ha bajado en todo el litoral cantábrico sin que se sepa muy bien por qué; berberechos, menos explotados por la dificultad de su captura y su menor aceptación en el mercado y especies para cebo como la gusana y el cangrejillo.
Parques de cultivo frente a marisqueo libre
Las zonas de producción de la Bahía de Santander no podrán aumentar pero sí el número de parques de cultivo, siempre que Pesca llegue a conocer con exactitud los recursos de los que dispone. No obstante, desde el 2000, no se conceden licencias de mariscador profesional, condición sine qua non para obtener una autorización administrativa.
Desde la Consejería destacan su apuesta por el futuro del sector a través de la adquisición de semillas y material para los parques y la incorporación del sistema de preengorde de la almeja que, en otras comunidades, está generando riqueza. Ahora bien, todo dependerá del interés que muestren los mariscadores por trabajar los parques porque, “todavía son muchos los que prefieren explotar el banco natural antes que cultivar su huerta privada”, dicen.
Tras no pocos desencuentros, la relación de los mariscadores con la Administración parece ir ahora viento en popa. Quizá porque cada vez son menos los ribereños que acuden a la Bahía de forma ocasional para sacarse un sobresueldo con el marisqueo o como una solución coyuntural al desempleo y el colectivo está cada vez más unido y profesionalizado. El director general de Pesca, Fernando Torrontegui, dice que “las relaciones son buenas y la comunicación más fluida y eficiente”, lo que achaca a que el sector se encuentra “perfectamente regularizado y, en su mayoría, muy bien organizado a través de las cooperativas”.
Aunque Torrontegui cree que es pronto para adelantar acontecimientos y pide paciencia, dice que un resultado ya ha comenzado a verse: “La unión y la fuerza del sector, que es muy receptivo”. Si todo marcha bien, ya no saldrán a cazar lo que buenamente salga, sino que se quedarán cuidando de su huerta de moluscos