LUJO en el INTERIOR

Pasado y presente, descanso y entretenimiento, cultura y paisaje, tradición y nuevas tendencias, servicio y buena gastronomía… Todo ello reunido en las casonas y palacios rehabilitados para su uso hostelero a lo largo de la geografía cántabra. Alojamientos de lujo ubicados en edificios históricos y entornos exclusivos, donde el huésped puede sentirse como en casa gracias a la cercanía de quienes trabajan en ellas, desde recepcionistas hasta propietarios.
No es sencillo acceder a la categoría de ‘casonas y palacios’ dentro de los establecimientos de turismo rural del Club de Calidad Cantabria Infinita, creado hace siete años para velar por su excelencia. Y es que, además de estar incluidos en inventarios oficiales del patrimonio histórico por su valor arquitectónico, este tipo de alojamientos deben cumplir, como mínimo, los requisitos hosteleros exigidos a cualquier hotel de tres estrellas, por lo que la mayoría han sido sometidos a profundas remodelaciones interiores para convertir la austeridad de la arquitectura tradicional cántabra, incluida la palaciega, en un lugar acogedor y confortable.
El mobiliario también ha de estar en consonancia con la tipología noble del edificio lo que se consigue, en la mayoría de los casos, recuperando muebles de épocas pasadas (escritorios, arcones, camas), valiosas bibliotecas o colecciones de pintura.

Alojamientos con historia

El origen de las casonas solariegas se remonta a la Baja Edad Media. Las primeras en construirse fueron torres que simbolizaban el poder señorial, como la de Quijas. Son edificios que, debido a su finalidad defensiva, presentan muros gruesos y muy pocos vanos.
A finales del siglo XVI, las torres van perdiendo su carácter militar y se convierten en casas-palacio, con una estructura de dos o tres alturas, una cubierta a dos aguas y una fachada principal provista de escudos heráldicos y piedras de sillería.
Es durante el Renacimiento cuando las casas dejan de construirse en madera y pasan a ser completamente de piedra con el auge de los canteros de la zona de Trasmiera, si bien, la plenitud de las casonas y palacetes se alcanza en la época barroca –entre la segunda mitad del siglo XVII y el siglo XVIII– cuando son promovidas por militares, indianos, hidalgos o altos funcionarios eclesiásticos o civiles (obispos, inquisidores, escribanos, etc.). Después de una vida de esfuerzo y, en algunos casos, de fortuna, regresaban a su tierra y se hacían construir una vivienda haciendo gala del conocimiento que habían acumulado fuera sobre las nuevas tendencias artísticas.
Su estructura también sigue unas notas comunes. La mayoría parten de una construcción previa, ya que los propietarios querían demostrar la antigüedad de la familia en el lugar donde construían la vivienda. Suelen estar delimitadas por un gran muro y presentan una corralada previa a la casa, con zonas de trabajo, cuadras o bodega.
Una vez dentro, la primera planta, considerada noble, dispone de un salón que se abre a la fachada principal por medio de ventanas o balcones . Detrás, se encuentran la cocina y el resto de dependencias del servicio.

Repartidas por toda Cantabria

Para decidirse por una, basta con elegir una zona de la geografía cántabra, ya que todas albergan casonas y palacios, en mayor o menor medida. En la comarca del Asón-Agüera se encuentran, entre otras, La Villa de Palacios, una casona de indiano del siglo XIX ubicada en una gran finca o San Pantaleón de Aras, otra típica casa, esta vez del siglo XVII, y con un puente medieval, desde las que se pueden visitar tanto las playas de Laredo y Santoña como el Parque Natural de los Collados del río Asón. En la costa oriental, son buenas alternativas la Casona de Meruelo, la de Suesa o la de Las Cinco Calderas, en Galizano; en la occidental, la Cantabria más monumental, está el Palación de Toñanes, una construcción del barroco montañés donde se alojó el emperador Carlos V; en Campoo, la Casona de Naveda, decorada con muebles antiguos y una colección traída de América y Escocia. En las comarcas del Pas, Miera y Pisueña, en pleno valle pasiego, la Casona Azul de Corvera o La Real Labranza de Villasevil, y en la del Saja, Nansa y Besaya, el Jardín de Carrejo o el Camino Real de Selores, dos de los establecimientos pioneros del turismo rural de calidad en Cantabria.

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