¿Por qué el Santander gana cuando otros pierden?

Cuando un accionista criticó sin ambages el regalo que el Santander entrega en la junta a los asistentes –este año, un chubasquero– Emilio Botín le respondió que lo había elegido él mismo y se sentía muy satisfecho. Sólo lamentó no haber podido encontrar tallas de mujer. Es un ejemplo de hasta qué punto, el presidente, con más de 70 años y un banco que se extiende por medio mundo puede llegar a controlar los detalles en una organización que ya cuenta con 140.000 empleados.
Botín, que acaba de introducir a otro hombre de confianza en el consejo de administración –Juan Rodríguez Inciarte– ha aligerado la estructura directiva desde la fusión con el Central Hispano y hoy es mucho más liviana de lo que cabía imaginar para una organización de semejante tamaño. Muy distinta a la que han fomentado sus principales competidores, pero también más estricta. Con unas mandíbulas, como dice Alfredo Sáenz, cada vez más abiertas (la diferencia creciente entre la evolución de los ingresos y la de los gastos) incluso en circunstancias de mercado tan poco favorables como las actuales y con una dedicación a banca minorista cada día más decidida. Las aventuras han quedado para otros, aunque eso no case con la figura del Santander, un banco que parece permanentemente a la caza de oportunidades.

El banco con más beneficios del mundo

El conjunto de la banca mundial ha declarado unas pérdidas de 400.000 millones de dólares a consecuencia de la crisis de las hipotecas de baja calidad norteamericanas pero hay quien asegura que la cifra final se va a acercar al billón. Curiosamente, los bancos españoles se han librado del destrozo causado por esas hipotecas de baja calidad empaquetadas en productos financieros de nombres glamorosos que fueron pasando de una entidad a otra y de un país a otro sin que el inversor final tuviese conocimiento alguno de dónde procedía el activo, una hipoteca que podía estar firmada en algún lugar perdido del medio oeste americano por alguien sin empleo y con muy pocas posibilidades de pagar.
El Santander ha sido beneficiario indirecto de todo este problema colectivo porque, aunque sufre como todo el mundo la escasez del crédito, ahora que los mercados se han hecho muy reservones, se ha encontrado con la sorpresa de haberse convertido, de la noche a la mañana, en el banco con más beneficios del mundo, al menos en el primer trimestre del año.
Parte de esta gloria va a ser coyuntural, como consecuencia de que otros más grandes han tenido que aflorar las grandes pérdidas que les causó el tsunami de las subprime, pero el banco cántabro –hoy séptimo del mundo por valor en Bolsa– va a consolidar gran parte de su avance, porque algunos de sus competidores no se recuperarán en bastante tiempo. Según todos los indicios, el Santander se convertirá en primer banco occidental por beneficios y el tercero del mundo, por detrás de los dos gigantes chinos.

El papel del Banco de España

¿Y cuál es el milagro para que la ola de un problema tan generalizado no haya alcanzado las costas españolas? En primer lugar, el rigor del Banco de España, al que Botín no deja de alabar. Su política tan conservadora y exigente en cuanto a dotaciones y control de riesgos ha resultado incómoda tradicionalmente para las entidades nacionales, que se sentían atadas de manos, pero ha demostrado ser su mejor aliado. Hay bancos alemanes que lo han puesto como ejemplo de eficacia en el control, en un curioso cambio de papeles, ya que se presume que esas son las cualidades que adornan a las autoridades germanas en cualquier terreno y, en cambio, son las que no cabía esperar de un organismo español.
Pero hay más secretos. La crisis ha desvelado algunas miserias de los bancos más conocidos del mundo: “Ha sido un examen de lo que cada uno de nosotros había estado haciendo en los cuatro o cinco últimos años”, dijo Alfredo Sáenz en la última junta. Y, según él, ha quedado claro que “muchos de los que nos habían seguido el ritmo de crecimiento en los últimos años lo habían hecho tomando más riesgos y debilitando su balance”.
El Santander, en cambio, se jacta de que en la última década ha mantenido un promedio de crecimiento de los beneficios del 25,7% “manteniendo la disciplina de riesgos y de balance, ganando nuevos clientes y mejorando la eficiencia”. Eso sí, ha renunciado a operaciones que parecían muy rentables pero no estaban claras y también a apalancarse con financiación ajena para acelerar el crecimiento.
El Santander llevaba aprendida la lección de algunos errores del pasado, cuando tuvo veleidades con la banca mayorista que le dejaron un mal sabor de boca y en mercados donde no tenía una presencia crítica suficiente, como el asiático o el estadounidense. Eso le ha vacunado frente a los atajos de sus rivales internacionales. Ahora insiste en que el valor se crea en el contacto directo con los clientes, operando con el dinero que capta con su propia red y sólo entra en las operaciones de banca mayorista en la medida en que apoyan las relaciones con sus grandes clientes. Pero, sobre todo, se concentra en aquellos mercados donde se maneja muy bien y es conocido, no importa que sean emergentes. Eso le permite rebajar los costes muy rápidamente y obtener crecimientos muy altos en negocios muy tradicionales y controlables.

Latinoamérica, la que más aporta

El resultado es un beneficio diversificado geográficamente y que no está sometido a altibajos, como el de algunos competidores que apostaron por la banca mayorista o por los mercados financieros.
Los 9.060 millones de beneficio neto del año pasado supusieron un aumento del 21,4% en el resultado por acción. La Red Santander aportó 1.806 millones de euros y sigue siendo la base del enorme entramado del grupo, pero cada vez representa una porción más pequeña si se tiene en cuenta que Latinoamérica le aportó nada menos que 3.648 millones de dólares; un negocio relativamente nuevo para el Banco, como la financiación al consumo, dejó 719 millones de euros; Banesto, 754 y el Abbey 822 millones de libras. Como se ve, además opera con una cesta de divisas que reduce los riesgos de cambio.
El Santander cree tener un modelo propio y que la férrea fidelidad a ese modelo le diferencia de sus grandes rivales. Como en este negocio la inconstancia se paga, el Banco calcula que aún veremos la retirada del terreno de juego de más competidores “por falta de modelo o por falta de capital”. Así que sólo hay que esperar a la puerta a que lleguen las oportunidades.
Botín ha tratado de transmitir en la junta de accionistas la idea contraria, la de que el Santander no necesita comprar y le basta con el crecimiento orgánico que genera su propia maquinaria. Incluso ha hecho un guiño al mercado demostrando que la entidad está tan fuerte que puede entregar a los accionistas la mitad del beneficio obtenido en el ejercicio, aumentando en un 25% el dividendo. Pero no hay que olvidar que la operación ABN Amro le salió mucho más barata de lo previsto, al vender el banco italiano Antonveneta nada más adquirirlo con una importante plusvalía, y que si este año obtiene los 10.000 millones de beneficios que se ha fijado, 5.000 irán a reforzar los recursos propios. Al ritmo que se abaratan algunos de los grandes bancos de otrora, el Santander apenas tendría que recurrir al endeudamiento para salir de compras. Pero, hoy por hoy, su mejor pieza está en Brasil y ya lleva su logo.

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