Biodiésel marino
El potencial de las microalgas como materia prima de la que extraer biocarburante puede ser el camino para acabar con la polémica sobre los perjuicios que acarrea el desvío de cereales para biocombustibles, encareciendo la fabricación de piensos para consumo animal.
Las iniciativas en el campo de las microalgas se suceden y la última está protagonizada por una empresa cántabra. Rebiooil, creada hace tres años en Medio Cudeyo, y la vitoriana Bioquest Carburante han firmado un acuerdo para crear Albiooil, que instalará una granja para la producción de microalgas en esteros salineros en la Bahía de Cádiz. Estos pequeños lagos artificiales retienen el agua de mar para la obtención de sal pero, a medida que esta actividad ha dejado de ser rentable, algunos de ellos han pasado a dedicarse a la cría de peces y camarones o se han abandonado. La granja de microalgas será la primera instalación de este tipo en España.
La materia orgánica de las microalgas se transformará en aceite para biodiésel y el subproducto resultante de este proceso, un extracto seco, encontrará utilidad, a su vez, en la fabricación de piensos. Aunque el objetivo principal es la obtención de biocombustibles, las algas también podrían encontrar demanda en la fabricación de cosméticos y productos farmacéuticos.
Este proyecto empresarial, en el que se van a utilizar conocimientos y tecnología propia, utilizará, inicialmente, medio millón de metros cuadrados de esteros salineros. Al elegir la Bahía de Cádiz no solo puede aprovechar unas infraestructuras ya existentes, sino que encuentra una temperatura idónea para el rápido crecimiento de las algas.
Albiooil pretende demostrar la viabilidad económica y medioambiental de su proyecto y, con esa evidencia, ofrecer a los propietarios de los esteros que sean ellos quienes se hagan cargo de los cultivos de algas, cediéndoles la tecnología y asesorándoles sobre cómo deben hacerlo.
Mayor rendimiento
Las algas necesitan básicamente de tres factores para su crecimiento: luz solar, CO2 y agua. Encontrar cepas de algas para hacerlas crecer no es difícil pero sí es complicado encontrar las adecuadas para la producción de biodiésel.
El esfuerzo, en cualquier caso, merece la pena porque las microalgas presentan muchas ventajas en la obtención de aceite con respecto a los cultivos terrestres. Su crecimiento es, proporcionalmente, mucho mayor y el rendimiento en aceites de algunas algas es de siete a treinta veces mayor.
En nuestro país la mayor producción de biodiésel se obtiene a partir de semillas de colza y girasol en cultivos de secano ubicados en regiones como Andalucía o Castilla La Mancha. No obstante, estas plantaciones energéticas están menos asentadas en España que países como Alemania, Francia o Italia.
Albiooil aportará un producto completamente nuevo para la obtención de biodiésel, el aceite de algas, y sostiene que su proceso permitirá reducir los costes y utilizar menos energía en la transformación de la materia prima. Una tecnología que es fruto del trabajo que Rebiooil ha hecho desde su fundación en 2006.
“Tras más de tres años de inversiones en desarrollo de sistemas mecánicos y biológicos, –señala el presidente de esta empresa cántabra, Ángel Abascal– ha llegado el momento de materializar todo el trabajo de laboratorio a través de este proyecto piloto, que pondremos en marcha una vez cerrado el accionariado”. Un proyecto con el que esperan convertirse en los pioneros de un sector con mucho futuro en España, los cultivos de microalgas.
Aún es pronto para valorar si Barack Obama es el nuevo inquilino de la Casa Blanca gracias a sus dotes como político o merced a una campaña de marketing y comunicación perfectamente diseñada. Y es que, probablemente, a día de hoy, muy pocos se acuerden de cuáles eran aquellas propuestas con las que se postuló como presidente, pero en nuestras memorias aún resuena el eco de aquel We can (podemos), que ofrecía un nuevo rumbo para la política norteamericana.
Ninguno de nosotros, en principio, aspira a ocupar algún día el despacho oval pero para los que tengan que defender o presentar en público una idea, un trabajo o un producto, Cantabria cuenta ya con la primera empresa de oratoria. A Voces, firma creada por el director de escena Joaquín Solanas y la periodista Sandra Bedia, nace dispuesta a conseguir que sus clientes sean capaces de elaborar mensajes eficaces. Para ello, y con la idea de que tan importante es lo que se dice como la manera de expresarlo, combinan las técnicas del teatro con las propias de la información. De esta manera, y como señala Bedia, se aseguran que haya una coherencia entre el fondo y la forma: “De nada sirve que seas miembro de una ONG y pidas donaciones para tu organización si lo haces con un tono de voz y una actitud que denote arrogancia, o intentar vender algo si cada frase la inicias con muletillas como hombre… yo creo que…”.
Un mensaje comprensible y atractivo
Las técnicas escénicas resuelven algunos de los problemas más habituales de los oradores, como el control y la proyección de la voz, el dominio del espacio y la utilización del propio cuerpo. A su vez, con las características de la información, se consigue que el mensaje sea más atractivo, adecuado al público al que va dirigido y mejor estructurado, es decir, más comprensible. En definitiva, se trata de un trabajo paralelo destinado a que el orador alcance una mayor seguridad en sí mismo.
A Voces trabaja también sobre aspectos como el liderazgo o el marketing personal, en los que busca el fortalecimiento de aquellas características que diferencian a unas personas de otras. “Esas mismas que hacen que seamos elegidos en una entrevista de trabajo frente a candidatos de igual o parecido perfil”, explica Solanas.
Práctica y simulación
El proyecto A Voces se concretó después de que los fundadores impartieran varios cursos de comunicación a distintos colectivos de la región, como la Universidad o la Obra Social de Caja Cantabria. “La fórmula obtuvo tal éxito que la demanda era cada vez mayor y nos organizamos para tratar de atenderla con la incorporación en el equipo de Esther Velategui”, dice Bedia.
La gente cada vez es más consciente de que un buen o un mal discurso puede significar el éxito o fracaso de un proyecto y empresarios, políticos, abogados y trabajadores sociales se han servido ya de esta compañía. También recurren a ellos personas que buscan un empleo y tienen que mejorar sus habilidades comunicativas.
Unos y otros reciben una formación basada en experiencias prácticas. Como si de una terapia de choque se tratase, los alumnos realizan intervenciones simuladas en radio o televisión y negocian o defienden un discurso ante una audiencia nada más comenzar el aprendizaje. Bedia y Solanas aseguran que así se descubre cuáles son sus propios recursos expresivos.
Cada una de esas intervenciones se graba y, después de las primeras clases, se visionan y critican los videos para que ellos mismos valoren qué hubieran cambiado en esa primera actuación. A partir de ahí, se incide en aquellos aspectos que cada alumno debe mejorar: “Algunos necesitan controlar más el mensaje y otros, en cambio, ser más dueños de su cuerpo y del espacio”, dice Esther Velategui.
Un poco de agua, por favor
No existen patrones comunes que sirvan para todos los comunicadores. Por eso, Sandra Bedia asegura que su función no es la de crear oradores en serie. Lo importante, recalca, es potenciar las facetas de cada persona porque “mucho más importante es comunicar desde los sentimientos que desde la razón”. Pese a todo, sí que existen algunos trucos que ayudan a que todo vaya mejor: “Hay detalles insignificantes pero que funcionan, como beber un vaso de agua antes de comenzar hablar para evitar carraspeos”, señala Velategui. El resto, añade, puede que sea efectivo para una persona pero puede que no lo sea para otra. En cualquier caso, afirman Solanas y Bedia, “el mejor orador es aquel que está dispuesto a aprender”.
Quizá sea cierto. De hecho, Barack Obama aburrió tanto en su primera intervención como senador que hubo gente que se levantó y se marchó. El lenguaje que utilizó resultó demasiado culto y técnico y apenas caló en el auditorio. Mírenle ahora.