Agua de ida y vuelta

Durante años Cantabria ha vivido de espaldas a un formidable recurso hídrico que, a pesar de estar situado en un 80% en su territorio, apenas le ha rendido beneficios. Salvo el pequeño aporte del actual trasvase al Besaya, para evitar el efecto que el estiaje puede tener en sus industrias, el embalse del Ebro ha sido el gran ausente en una región húmeda que, paradójicamente, está amenazada cada verano por restricciones en el abastecimiento de agua.
Cada vez que se ha planteado la posibilidad de construir en Cantabria embalses reguladores ha surgido la polémica, hasta el punto que la idea ha quedado desechada por el momento. Lo que no cabía suponer es que el pantano del Ebro, a una cota superior, estaba llamado a cumplir este papel, aunque para ello va a ser precisa una gran canalización que le comunicará no sólo con los sistemas hidráulicos que abastecen a Santander y Torrelavega, como estaba previsto, sino con la red que va a suministrar a toda la región –la Autovía del Agua–.
Las obras, que costarán 69 millones de euros, fueron iniciadas el pasado año por Aguas de la Cuenca del Norte, una empresa pública dependiente del Ministerio de Medio Ambiente, ya que el Gobierno central asumió, desde la época de Felipe González, el compromiso de asegurar el abastecimiento de agua a los dos grandes núcleos de población de Cantabria, al declararlo de interés general.
El peso de la financiación recae sobre los fondos de cohesión de la Unión Europea, que soportan el 65% del coste de la obra, mientras que el Gobierno regional aporta el 25% y la empresa pública, el 10% restante. El Ejecutivo cántabro cuenta también con el compromiso de que el Ministerio de Medio Ambiente va a colaborar en sufragar las obras complementarias para hacer la conexión con la Autovía del Agua.
Cuando los trabajos del bitrasvase concluyan, en 2007, el agua del embalse del Ebro dejará resuelto por mucho tiempo uno de los problemas que amenazaban el desarrollo de una región rica en recursos hidrológicos pero incapaz de asegurar su aprovechamiento.

Más de 50 km de tuberías

La carencia de un embalse regulador que pudiera retener las aguas que la vertiente norte de la Cordillera Cantábrica vierte al mar va a ser suplida por el pantano del Ebro, que actuará como un gran depósito en el que se almacenará durante la primavera el agua bombeada desde la cuenca alta del Besaya, a la altura de Lantueno, y desde dos de sus afluentes, los ríos Hirvienza (San Miguel de Aguayo) y Erecia (Silió). A cambio, el agua del Pantano será utilizada en verano para asegurar el abastecimiento de agua a toda la región, especialmente en las zonas central y oriental, y para mantener el caudal ecológico de los ríos Pas y Besaya, en los que se verterá el agua almacenada previamente en el embalse del Ebro.
El bitrasvase supondrá la construcción de más de 50 kilómetros de tuberías soterradas, de entre 50 y 110 centímetros de diámetro, que aportarán hasta dos mil litros por segundo, una cantidad suficiente para cubrir holgadamente la puntas máximas de demanda estival.
No obstante, este flujo no es ilimitado. El volumen máximo de agua que puede obtener la región a través del bitrasvase se ha fijado en 26 Hm3 anuales, que es el déficit máximo estimado por el Gobierno cántabro en función de lo que puede crecer la demanda en los próximos 28 años. Actualmente, el consumo de agua en Cantabria –doméstico e industrial– es de unos 70 Hm3 al año. Los 26 Hm3 que llegarían del Pantano, una cifra diez veces superior a la cantidad inicialmente prevista en el Plan Hidrológico Nacional para el abastecimiento de la capital cántabra, fueron autorizados en febrero del pasado año por el Gobierno del PP y, en realidad, sólo suponen una vigésima parte de la capacidad total del Embalse del Ebro, que es de 550 Hm3.

Un ‘trasvase’ singular

El hecho de que el agua que se tome del Ebro vaya a ser compensada en la época de lluvias con bombeos desde la cuenca del Besaya hacia el Embalse hace que, técnicamente, no se pueda hablar de trasvase. Según la legislación española, no tiene tal consideración la toma de agua de una cuenca si se devuelve antes de cuatro años.
El propósito de la Confederación Hidrográfica, el organismo que se va a encargar de gestionar este flujo de aguas en dos direcciones, es que, en la práctica, el Ebro reciba más de lo que aporte, subiendo cada año hasta el embalse todo el agua posible desde Cantabria. Para minimizar el coste energético que supone bombear semejante cantidad de líquido, se realizará durante la noche, cuando las tarifas eléctricas son más baratas. Pero no todo son costos. El proceso inverso, el descenso del agua desde el pantano a las cuencas cántabras ofrece la posibilidad de obtener energía eléctrica –como en las presas convencionales– y la Confederación ha incluido estudios para introducir turbinas en el recorrido, que ayudarían a sufragar el coste de subir el agua en invierno hasta la cota de la Meseta.
El hecho de que se haya utilizado el término trasvase para algo que legal y técnicamente no lo es podría explicar la polémica suscitada por el Partido Popular de Cantabria, al señalar que la Comisión Europea, al acordar la financiación de la obra, habría limitado la cantidad de agua trasvasable desde el Ebro a un máximo de 15 Hm3 por año. Desde la Confederación Hidrográfica del Norte se le da una interpretación muy distinta, la de que Cantabria podría, en todo caso, servirse de 15 Hm3 más de los que aportase el Pantano. Incluso con esta interpretación restrictiva, la de que sólo se podrían tomar del embalse del Ebro esos 15 Hm3, la Confederación cuenta con otros recursos hídricos complementarios suficientes para cubrir las necesidades de Cantabria. El primero de ellos es el bitrasvase Ebro-Besaya ya existente, cuya capacidad es de 5 Hm3 anuales y que va a ser ampliado hasta los 22, cantidad en la que se incluyen los diez hectómetros cúbicos de la presa del Alsa.
Esta cuantía, sumada a los 15 que, en el peor de los casos, podrían ser trasvasados desde el Pantano del Ebro, resultaría más que suficiente para garantizar el consumo de agua de Cantabria en las próximas tres décadas.

Una laguna ecológica en el Asón

Incluso con esta garantía, los embalses de las compañías hidroeléctricas también van a ser puestos en juego. La iniciativa de la Confederación en relación al salto de Alsa fue precedida el pasado año por las negociaciones del Gobierno cántabro con Iberdrola para usar el embalse del Juncal, de dos hectómetros cúbicos, que ya se ha utilizado este verano para dar agua a la zona oriental de la región. Recientemente se ha llegado a otro acuerdo con Saltos del Nansa para destinar parte del agua que almacena en el otro extremo de Cantabria a abastecimiento.
La Dirección de Obras Hidráulicas, a cuyo frente está Francisco Martín, el padre de la idea de una ‘autovía del agua’ que conecte transversalmente todas las cuencas de Cantabria, perfila otro proyecto, el de formar pequeñas lagunas ecológicas que refuercen las reservas de agua para la época estival. Estas lagunas, de un hectómetro cúbico aproximadamente, se construirían en vaguadas naturales de los ríos y en la parte alta o media de sus cuencas, de manera que en verano sus aportes de agua cumplirían una doble función, mantener el caudal ecológico de los ríos y abastecer a la población. La dificultad estriba en encontrar ubicaciones para esos pequeños embalses que tengan las condiciones geológicas necesarias y supongan una mínima afectación social y medioambiental, algo casi imposible de lograr en un paisaje humano tan disperso como el cántabro.
Aún así, la Dirección de Obras Hidráulicas confía en tener para el año próximo al menos un proyecto de laguna ecológica para el Asón, el río más castigado de Cantabria por las extracciones intensivas.

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