Más oferta educativa que estudiantes

El sector de la enseñanza atraviesa desde hace unos años una situación paradójica que inquieta especialmente a quienes trabajan en este campo con una perspectiva empresarial: cuando mayor y más variada es la oferta educativa (titulaciones, ciclos formativos, cursos de postgrado, etc) en centros públicos y privados, menor es el número de candidatos a formarse en ellos. La causa de esta escasez de clientela no es otra que la fuerte caída experimentada por la natalidad en los años ochenta, lo que ha provocado un acusado descenso del número de estudiantes que se matriculan en todo tipo de centros de enseñanza. Así, confirmando la tendencia decreciente de los últimos años, en el curso 2001-2002 había en Cantabria 80.364 alumnos matriculados en enseñanza general, 2.413 menos que el año anterior (–2,9%).
No es un problema coyuntural. En los últimos catorce años, la población escolar ha descendido de una forma espectacular, hasta perder casi 35.000 alumnos, un proceso que empezó a notarse en las enseñanzas inferiores y que ahora afecta ya con crudeza a la formación universitaria, donde curiosamente, al mismo tiempo se ha multiplicado el abanico de carreras, hasta el punto que unas cuantas de las que se cursan en la región no superan las dos docenas de matriculados.

Menos universitarios

El fenómeno es extensible al resto de España, que no en balde ostenta la menor tasa de fecundidad de la Unión Europea. Las consecuencias de este hecho, junto a la aparición y potenciación de otras ofertas formativas, se traducen en que los campus universitarios españoles, tanto públicos como privados, han perdido en los tres últimos años cerca de 85.000 alumnos, según las estadísticas del Consejo de Universidades. Si durante el curso 1999-2000, eran 1.581.415 los estudiantes que poblaban las aulas universitarias de nuestro país, en el último curso sólo se matricularon 1.497.210.
Según el informe anual que realiza el Consejo Económico y Social de Cantabria sobre la situación de nuestra región, en el curso 2001-2002 había 13.169 alumnos universitarios, un 1,14% menos que en el curso anterior. Este descenso esta en línea con las tendencias demográficas que tienen su lógico reflejo en el número decreciente de candidatos a formarse en las aulas universitarias. Con todo, el ritmo de la caída que se arrastra desde el curso 1997-1998, cuando el número de alumnos alcanzó los 15.305, se ha atenuado con respecto al año anterior, en que bajó un 5,45%.
En el ámbito universitario cántabro, no todo el descenso puede ser imputado a razones demográficas. En la disminución puede haber influido también la implantación del distrito abierto, que permite a los alumnos de toda España cursar la carrera en el centro público que deseen, así como la decantación por otras opciones formativas que faciliten la inserción en el mercado laboral. De hecho, nuestra región ha bajado a la decimocuarta posición en número de universitarios por cada cien habitantes, que se cifró el pasado curso en el 2,4, mientras que la media nacional fue de 3,6.

Competencia entre los centros

El descenso de la clientela ha incentivado a las universidades a diseñar estrategias más agresivas para atraer estudiantes. El marketing ha pasado a formar parte de la imagen que de sí misma proyecta cada universidad. La captación de estudiantes extranjeros, el diseño de titulaciones más atractivas, las charlas en institutos de Secundaria o las jornadas de puertas abiertas para estudiantes de bachillerato, se han convertido en recursos cada vez más utilizados por las Universidades españolas. Los estudios de postgrado (masters y doctorados) se han convertido en uno de los principales argumentos esgrimidos por los centros universitarios para responder al reto de una demanda decreciente.
La oferta educativa de la Universidad pública en Cantabria está integrada en la actualidad por 34 titulaciones. De ellas, 15 son licenciaturas, de las que cuatro corresponden a ingenierías. El resto son estudios de primer ciclo (diplomaturas, ingenierías técnicas, etc.). Para aprovechar sus instalaciones y recursos humanos, la Universidad cántabra ha incrementado sustancialmente las enseñanzas de posgrado, con 36 programas de doctorado, 13 masters, 9 programas de experto y 16 cursos de especialización para aquellos alumnos que, una vez finalizados sus estudios universitarios, desean aumentar su nivel formativo antes de incorporarse al mercado laboral.
Una de las consecuencias del despoblamiento de estudiantes es que la mayor parte de los alumnos pueden acceder fácilmente a los estudios que desean realizar. Si bien muchas de las titulaciones tienen un límite respecto al número de alumnos admitidos, en la mayoría de las facultades y escuelas universitarias no llega a aplicarse este numerus clausus ya que no hay demandantes suficientes. Allí donde hace años era imprescindible haber obtenido al menos una nota media de 7 en Selectividad, ahora se puede acceder simplemente con el aprobado. De las 16 titulaciones que en el último curso pusieron algún límite al número de alumnos matriculados en el primer curso, sólo en seis llegó a aplicarse la nota de corte, siendo las más exigentes las de Medicina, la diplomatura en Enfermería y la licenciatura en Administración y Dirección de empresas.

La oferta privada

La oferta privada de enseñanza universitaria en Cantabria se concentra en tres centros, que han sabido afianzarse a pesar del contraataque de la Universidad pública con más licenciaturas y masters: la Escuela Superior de Informática y Negocios (CESINE), donde se imparten las carreras de Dirección de Empresas, Ingeniería Informática e Ingeniería de Diseño Industrial; la Escuela Superior de Negocios (ESNE), donde se pueden cursar las titulaciones de Administración y Dirección de Empresas, Ciencias Medioambientales, Turismo y Periodismo; y el Colegio Universitario Melchor de Jovellanos, que ofrece Dirección y Administración de Empresas e Informática y Comunicaciones.

Creación de un título oficial de master

La formación de postgrado ha crecido en España de manera constante en los últimos años. La especialización y una mayor garantía de encontrar empleo son, a grandes rasgos, las dos razones para cursar un máster, una formación muy valorada por las empresas.
Actualmente no existen en España master reconocidos como oficiales, y cientos de instituciones privadas y públicas y prácticamente todas las universidades españolas otorgan títulos propios, algunos de los cuales gozan de gran prestigio en el mercado laboral y del reconocimiento por los más reputados organismos internacionales de cada sector.
El anuncio de la reforma educativa de postgrado que prepara el Gobierno, con la creación oficial de un master, ha provocado una gran incertidumbre en las instituciones que imparten cursos de este tipo. Esta medida modificará radicalmente el concepto de master entendido como una formación dirigida a profundizar en las habilidades y conocimientos profesionales.

Licenciaturas de cuatro años

La inminente reforma de las titulaciones universitarias supondrá la paulatina desaparición de las diplomaturas y las ingenierías técnicas a partir del curso 2004-2005, así como la creación de un master oficial y de especialización que se podrá cursar a partir de la obtención del título de licenciado, ingeniero o arquitecto y que será imprescindible para empezar el doctorado. Las nuevas carreras tendrán una duración de cuatro años, salvo para las titulaciones de Medicina y Arquitectura, que están sujetas a directivas de la UE aún por definir.
La intención del Ministerio de Educación es que en 2010 los nuevos planes de estudio se hayan generalizado para ajustarse a la Declaración de Bolonia, que unifica los estudios superiores de todos los países europeos.
La creación de un máster oficial afectará a la denominación de los estudios de postgrado que hasta ahora se venía utilizando tanto para las enseñanzas impartidas en universidades como en centros no universitarios. A partir de la reforma y según el borrador hecho público el pasado mes de junio, los centros universitarios podrán impartir también enseñanzas de postgrado –diferentes a las regladas o académicas– para la obtención de diplomas o títulos, pero no podrán llamarlos máster, una denominación que quedará reservada para los títulos oficiales. Una disposición que chocará, sin duda, con el arraigo que ese término tiene ya en el sector educativo y que se asocia especialmente con los cursos de administración de empresas (MBA) impartidos en las escuelas de negocios.

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