Fortalezas de Piedra

A pesar de que las fortalezas existentes en Cantabria no pueden compararse en tamaño ni en número a los castillos que fueron construyéndose a medida que avanzaba hacia el sur la Reconquista, a excepción de los de Argüeso o San Vicente, las edificaciones medievales aparecen en multitud de municipios. Bastantes de estas construcciones tuvieron un carácter defensivo, como la Torre del Infantado, en Potes, o la de Estrada, en Val de San Vicente. Ejemplos de una arquitectura basada en el control de los territorios.
Muchas de las familias poderosas que construyeron las torres para afianzar sus territorios y como símbolo de su poder consiguieron mantener durante generaciones la propiedad de sus casas. La mayoría pasaron de padres a hijos, pero las que llegaron a manos de familias emergentes también encontraron gran empeño por su parte en mantener en pie, a veces con grandes esfuerzos, unas construcciones con siglos de historia.
A medida que desaparecían los peligros para la población o para el señor, la primitiva función defensiva de torres y castillos se fue transformando hasta llegar a convertirse en un patrimonio arquitectónico y artístico. Fortalezas que sirvieron para evitar los saqueos de los pueblos marinos del norte, entre ellos los vikingos y los normandos, como el Castillo del Rey, en San Vicente de la Barquera, son hoy centros culturales en los que la Administración ha actuado con generosidad de fondos. 
Esta política de conservación, sin embargo, ha llegado tarde para muchas de las primitivas torres, abandonadas, en cuyas gruesas paredes el tiempo hizo mella, sin que nadie pusiese interés en su conservación.
Incluso las que se han derrumbado parcialmente, guardan el tesoro de una apariencia que el tiempo no ha conseguido derrotar. Muchas de ellas siguen conservando una espléndida dignidad.
Castillos, torres, casonas e, incluso, iglesias –como la catedral de Santander– compartieron protagonismo defensivo y, a pesar de que ese condicionante hizo los edificios más compactos y encerrados en sí mismos, todos ellos demuestran el buen hacer en la piedra de una tierra de canteros y maestros de obras.

CASTILLO DE SAN VICENTE. ARGÜESO. HERMANDAD DE CAMPOO DE SUSO

El castillo de Argüeso fue el emblema y la fortaleza del señorío de la casa de Mendoza en las tierras altas de Campoo. Es una edificación de carácter militar con algunos detalles que lo acercan al gótico. Está formado por dos torres unidas por un cuerpo central y protegidas por una muralla delante del patio de armas. Todos los paños aparecen rematados por almenas. Las torres son de planta cuadrada, orientadas una hacia el norte y otra hacia el sur. Ha sido restaurado y en la actualidad es sede de numerosas exposiciones.

TORRE DE DON BORJA. SANTILLANA DEL MAR

Es uno de los edificios más notables y característicos de Santillana del Mar. Se encuentra presidiendo el centro neurálgico de la villa, junto al Ayuntamiento y a otro edificio singular, la Torre del Merino. La Torre fue propiedad de los Barreda, luego paso a los Güell y más tarde a doña Paz de Borbón, hija de Isabel II y a doña Mercedes de Baviera. En la actualidad es la sede de la Fundación Santillana, donde se celebran multitud de actos culturales a lo largo de todo el año.

TORRE DE ESTRADA. VAL DE SAN VICENTE

Forma un conjunto compuesto por la torre, una capilla y un recinto amurallado. Recientemente ha sido restaurado y es uno de los complejos arquitectónicos más importantes en la zona occidental de Cantabria. En su escudo aparece está curiosa leyenda: «Yo soy la torre de Estrada, erguida en este peñasco, más antiguo que Velasco y al rey no le debo nada». Es un escenario muy demandado para la celebración de bodas civiles.

TORRE DE QUIJAS. REOCIN

Esta construcción defensiva ha podido sobrevivir a los siglos gracias a su sólida estructura. A pesar de su deterioro, la Torre de Quijas mantiene su carácter indómito. Se eleva sobre una loma que le confiere una gran dignidad sobre el entorno inmediato. Se trata de una de las torres más significativas de Cantabria.

TORRE DE RUERRERO. VALDERREDIBLE

Elevándose en altura sobre el pueblo de Ruerrero, en el municipio de Valderredible, en la ribera del Ebro, se encuentra esta magnífica torre medieval que data de los siglos XIV-XV. A pesar de que se encuentra en estado semi-ruinoso, la construcción conserva un estilo señorial que no ha perdido a pesar de los estragos del tiempo. Su planta es cuadrada, de diez metros y medio de lado, y tienen una altura de trece metros. En el interior se pueden observar algunos vestigios de una primitiva estructura de madera. El monumento se puede visitar y es propiedad del Ayuntamiento de Valderredible. Fue declarado bien de interés cultural en 1992. Desde su singular ubicación se puede obtener una vista muy destacada del entorno.

TORRE DEL INFANTADO. POTES

Es uno de los edificios emblemáticos de Cantabria y por supuesto el más simbólico de Potes. Se trata de una casa-torre del siglo XV, de planta cuadrada con cuatro pisos, rematada por cuatro torres angulares almenadas. En las últimas décadas sirvió como sede del Ayuntamiento y tras una compleja rehabilitación está previsto que se convierta en un centro museístico y de exposiciones. Sus propietarios históricos conservaron durante generaciones las características que han hecho del edificio el mejor vestigio de la arquitectura militar, testigo de las luchas por el control de Liébana.

CASTILLO DEL REY. SAN VICENTE

Esta fortaleza es una de las que con más intensidad ha sufrido los vaivenes de la historia. De la primitiva construcción, que data del siglo VIII, no queda nada. Ha sido reconstruido siglo tras siglo y sirvió de contención a las invasiones de normandos e, incluso, de vikingos. Una completa rehabilitación ha servido para convertir el castillo en un centro cultural de la villa.

A pesar de que las fortalezas existentes en Cantabria no pueden compararse en tamaño ni en número a los castillos que fueron construyéndose a medida que avanzaba hacia el sur la Reconquista, a excepción de los de Argüeso o San Vicente, las edificaciones medievales aparecen en multitud de municipios. Bastantes de estas construcciones tuvieron un carácter defensivo, como la Torre del Infantado, en Potes, o la de Estrada, en Val de San Vicente. Ejemplos de una arquitectura basada en el control de los territorios.
Muchas de las familias poderosas que construyeron las torres para afianzar sus territorios y como símbolo de su poder consiguieron mantener durante generaciones la propiedad de sus casas. La mayoría pasaron de padres a hijos, pero las que llegaron a manos de familias emergentes también encontraron gran empeño por su parte en mantener en pie, a veces con grandes esfuerzos, unas construcciones con siglos de historia.
A medida que desaparecían los peligros para la población o para el señor, la primitiva función defensiva de torres y castillos se fue transformando hasta llegar a convertirse en un patrimonio arquitectónico y artístico. Fortalezas que sirvieron para evitar los saqueos de los pueblos marinos del norte, entre ellos los vikingos y los normandos, como el Castillo del Rey, en San Vicente de la Barquera, son hoy centros culturales en los que la Administración ha actuado con generosidad de fondos. 
Esta política de conservación, sin embargo, ha llegado tarde para muchas de las primitivas torres, abandonadas, en cuyas gruesas paredes el tiempo hizo mella, sin que nadie pusiese interés en su conservación.
Incluso las que se han derrumbado parcialmente, guardan el tesoro de una apariencia que el tiempo no ha conseguido derrotar. Muchas de ellas siguen conservando una espléndida dignidad.
Castillos, torres, casonas e, incluso, iglesias –como la catedral de Santander– compartieron protagonismo defensivo y, a pesar de que ese condicionante hizo los edificios más compactos y encerrados en sí mismos, todos ellos demuestran el buen hacer en la piedra de una tierra de canteros y maestros de obras.

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