La cantera de Solvay, un poco más cerca
El retraso con que opera la justicia da lugar a situaciones paradójicas, como la que se ha producido con el recurso que Solvay presentó contra la denegación de la licencia municipal para explotar una gran cantera en el monte Tejas-Dobra. La sentencia dio la razón a la empresa, pero esa razón tiene mayor valor moral que real, porque el proyecto actual tiene poco que ver con el que se recurrió hace ocho años. La empresa, a la vista de la polémica, hace tiempo que optó por buscar un punto menos visible para hacer las extracciones y sustituyó las crestas de la vertiente sur del macizo montañoso, que dan al valle de Buelna, por otra cota menor que queda semioculta.
Dado que la sentencia abre paso al primer proyecto, más agresivo, cabe suponer que Solvay no tendrá problemas para legalizar el segundo, sobre todo después de que la Consejería de Medio Ambiente haya restado importancia en su informe de impacto ambiental a algunos de los obstáculos que interponía el Ayuntamiento, como el patrimonio arqueológico del subsuelo o los efectos de las voladuras sobre las casas más próximas a la explotación.
Negociación
Con estos argumentos en la mano, y dado que el ayuntamiento mantiene su oposición a otorgar la licencia de apertura, Solvay podría insistir en la vía judicial para defender su nuevo proyecto de explotación o tratar de llegar a un acuerdo económico con el municipio, la salida que parece más probable a la vista de que su tiempo se agota. Su cantera de Cuchía sólo tiene una reserva estratégica de piedra para cinco años, a pesar de que la empresa hace una explotación moderada, adquiriendo buena parte de la caliza que consume a terceros. Dadas las espectaculares necesidades de la fábrica (alrededor de 1,5 millones de toneladas de piedra al año) quedar únicamente en manos de proveedores externos provocaría una situación de colapso.
A la vista de la polémica, resultaba muy significativa la decisión de la Consejería de Medio Ambiente, que ha actuado con pies de plomo antes de dar el visto bueno al proyecto. La Consejería de José Luis Gil ha aceptado tanto la reubicación de la cantera en un lugar menos visible como los métodos de extracción a emplear, si bien exige a la empresa que garantice la no contaminación de las aguas superficiales y freáticas y que la depuración de las residuales cumpla las normas del Plan Hidrológico Norte II.
Las exigencias son fácilmente asumibles por la empresa, que además deberá hacer una zona estanca para maquinaria donde se pueda recoger un posible vertido, regar los caminos, las zonas de explotación y las cubiertas de los camiones para reducir los polvos, y limitar los ruidos a 55 decibelios de día y 45 de noche. El resto de las exigencias no pasan de simbólicas como la de compensar al medio natural con la plantación de 50 tejos.
El informe también se preocupa de que las dos cavidades cársticas de la zona se sellen para que, a su vuelta, los murciélagos elijan otros lugares de reproducción.
Según se vayan abandonando las zonas de explotación, las bancadas deberán revegetarse con plantas trepadoras autóctonas o darles un tratamiento de color que disimule su impacto paisajístico y las instalaciones de trituración deberán quedar escamoteadas de la vista desde la futura autovía.
Con estas decisiones, Solvay ha dado un paso más en una peregrinación que dura ya una década. La empresa belga, a pesar de ser una de las más cuidadosa con las formas de la región, se ha encontrado con unos problemas muy importantes que, paradójicamente, no han tenido otras explotaciones más agresivas con el paisaje que se encuentran en la misma zona.
Solvay necesita la caliza y la sal gema que extrae de Polanco para la fabricación de sosa. La factoría de Barreda, una de las mayores plantas de carbonato del mundo, tiene unas ingentes necesidades de piedra, un material que tradicionalmente ha obtenido de la cantera de Cuchía, ya prácticamente agotada, por lo que desde hace una década se ve obligada a comprar a otros productores, con un mayor gasto, dado que el transporte penaliza gravemente el coste de la piedra.
Piedra de gran calidad
Desde los años 70 Solvay trabaja en la apertura de una nueva cantera, lo suficientemente próxima y lo suficientemente abundante. Su interés se dirigió, desde el principio, a dos macizos calizos: el monte Tejas-Dobra, una espectacular masa pétrea que separa el valle de Buelna de la comarca de Torrelavega, y el de Golbardo, en el término municipal de Reocín. Si acabó por decantarse por la zona superior oeste del macizo del Dobra fue por su calidad en carbonato cálcico. Se trata de una caliza beige clara muy pura y de grano fino, que forma bancos de gran profundidad. Sin embargo, a la vista de la polémica, la compañía optó por renunciar a la zona inicialmente prevista, por el impacto visual que suponía descrestar el monte, y trasladó el proyecto a la ladera norte, casi escondida.
Solvay adquirió 338 hectáreas en la zona, de forma que tiene en propiedad todo el área de extracciones, la que ocupará la trituración primaria y la atravesada por el túnel de evacuación de piedra. En cambio, la trituración secundaria y las tolvas para la carga en camiones, en la falda del monte, frente a Las Caldas, las compartirá con Candesa, con la que ha llegado a un acuerdo.
Antes de iniciar la explotación, la empresa deberá construir 2.000 metros de pistas y retirar unos 250.000 metros cúbicos de caliza, que luego podrá aprovechar. La producción pretendida de 1,5 millones de toneladas, que supone la voladura de 18.000 toneladas de roca cada tres días, no podrá conseguirla antes de cinco años, dado que exige abrir frentes en distintas cotas. El primer año sólo producirá 400.000 toneladas y cantidades crecientes hasta llegar en el quinto año a cubrir sus necesidades, con un proceso de extracción muy racionalizado que únicamente requerirá el trabajo de veinte personas a un solo turno.
La vida estimada para la cantera es de medio siglo, un periodo durante el cual se afectaría un área de 1,235 kilómetros cuadrados.
Antes de dar su visto bueno, la Consejería de Medio Ambiente ha realizado consultas. La Facultad de Ciencias sugirió que en el impacto ambiental se considerase también el efecto generado por el intenso tráfico de camiones que se producirá entre la cantera y la fábrica de Barreda, mientras que el Ayuntamiento de San Felices está especialmente preocupado por los ruidos del machaqueo y de las voladuras y por el polvo, algo en lo que también hacen hincapié los ecologistas, que pedían informes sobre la dispersión.
La valoración del impacto
El estudio de impacto ambiental indica que el polvo generado estará por debajo de los valores medios diarios autorizados en la legislación, y el nivel sonoro –90 decibelios del parque de caliza y 110 en la zona de trituración y cribado– llegará a Viérnoles, Sopenilla, Sovilla y Caldas más atenuado que el ruido natural de fondo, algo discutible para quien haya comprobado los efectos de una cantera ya existente sobre el Balneario de Las Caldas, por ejemplo. La Consejería estima que la repercusión más notable se producirá en las casas de Barros que se encuentran a unos 750 metros de la zona de trituración, donde llegaría un nivel de ruidos de 38 decibelios. Sin embargo, se estima que, como consecuencia del alto ruido natural de la zona, la cantera sólo aportará tres decibelios más.
El impacto sobre la vegetación se considera moderado –casi todo el terreno es un roquedo– y el que puede causar sobre la fauna, compatible. La cantera sólo va a ser visible desde un área exigua, pero que coincide con el núcleo urbano de Torrelavega, si bien está a seis kilómetros de la explotación, por lo que el impacto visual se valora como moderado.
El informe indica que las explosiones no afectarán a lugares habitados y las vibraciones no serán apreciables.
Durante la exposición pública, varios grupos ecologistas han presentado alegaciones, en las que recuerdan la existencia de algunos yacimientos arqueológicos en la zona, y de un patrimonio natural subterráneo que aún está por estudiar.