JAVIER FERNANDEZ CAMPAL, PRESIDENTE DE LA FUNDACION ‘LA CASA QUE AHORRA’
P.– En tiempos de crisis, lo que más convence es el bolsillo ¿Cuánto podemos ahorrar si ponemos en marcha medidas de eficiencia energética y en cuánto tiempo se amortizaría la inversión?
Javier Fernández Campal.– Es difícil dar datos globales porque cada casa es un mundo, pero lo que la gente no sabe es que el 40% o más de la energía consumida en Europa, la consumen los edificios y no la industria o el transporte. Las energías renovables están muy de moda y con ellas podemos ahorrar, pero lo primero es hacer que las casas sean más eficientes. Estamos empezando la casa por el tejado, y nunca mejor dicho, porque es ahí donde se colocan los paneles solares. El problema es al revés: Aislemos primero; hagamos casas que consuman poco y, después, consumamos la energía procedente de fuentes renovables. Dice el IDAE que, si hacemos un buen aislamiento en una rehabilitación, lo que gastemos se amortiza en menos de cinco años y yo me atrevería a decir que en menos.
P.– El hecho de que sea más sencillo o más económico implantar estos sistemas en casas de nueva construcción parece que excusa a los que hacen rehabilitaciones.
J.F.C.– Cuando se construye una vivienda nueva es muy sencillo y barato hacerla bien, pero en eso hemos perdido el tren porque las normas térmicas en nuestro país nunca han sido suficientemente estrictas. Hasta el año 79 no tuvimos ninguna, de forma que los 14 millones de casas construidas antes de esa fecha no tienen ningún tipo de aislamiento y, más que consumir, derrochan. La llegada de esta norma y la modificación del Código Técnico de la Edificación en el año 2006 han hecho que se aísle un poco más, pero estamos muy lejos de la legislación de otros países y seguimos consumiendo una barbaridad. Con un poquito más de coste de aislamiento se puede reducir hasta un 90% el consumo de calefacción y aire acondicionado de una vivienda nueva, pero en el mundo de la rehabilitación también existe una oportunidad importante. No es nada nuevo, el Ministerio de Vivienda lleva años apostando en esa dirección.
P.– Entonces ¿La solución es ir más allá en las exigencias legales de ahorro energético en los edificios?
J.F.C.– Habría que ir mucho más allá. De hecho, el nuevo Código Técnico de Edificación se revisa en 2011 y frente a él ya existen dos posiciones: quienes creen que hay que hacerlo muy estricto para ahorrar de verdad en las casas y los que piensan que se puede hacer por etapas ya que, hasta 2020, no hace falta llegar a la llamada casa pasiva. Yo creo que esta segunda postura supone un error monumental. ¿Qué haremos entonces con las viviendas que construimos hoy y con las que vamos hacer en los próximos quince años? Tendremos que rehabilitarlas y habremos perdido una oportunidad. Es lo que ha pasado con el Código técnico actual, que no deja de ser un avance, pero es un error desde el punto de vista económico: Si se hubiera legislado mejor, para que las casas fueran más eficientes, no habría que rehabilitar los dos millones de viviendas que se han hecho en los cinco últimos años.
Despilfarro energético
P.– Quizá no somos conscientes de esas pérdidas de energía porque son invisibles. ¿Por dónde deberíamos empezar si queremos vivir en una casa que ahorra?
J.F.C.– Hay cuatro o cinco puntos que influyen, como la orientación o el diseño que tenga una casa, pero la parte más importante es el aislamiento, ya que el 55% de la energía se pierde entre el tejado y los muros; un 13% a través de las ventanas y alrededor del 20% por una mala ventilación.
Los materiales aislantes, en general, son muy baratos y existen sistemas automatizados que ventilan en función de la temperatura exterior; aislantes térmicos que también sirven como excelentes aislantes acústicos, etc. Muchas veces se trata de soluciones rápidas y económicas como los sistemas secos trasdosados, que ni siquiera requieren obras. Cuando uno hace una reforma en su casa lo hace pensando en mejoras estéticas y no en el aislamiento, pero es el momento de aprovechar, porque poner dos o tres euros más de aislante por metro cuadrado no es dinero y muchas comunidades tienen subvenciones para el ahorro energético. Con las ventanas ocurre algo parecido, no es donde más se ahorra pero es lo más sencillo y hay subvenciones que le pagan a uno hasta 110 euros por metro de ventana que cambie.
P.– Las empresas que componen la Fundación ‘La Casa que ahorra’ son innovadoras en el mundo de la edificación, pero ¿hay novedades tecnológicas que reseñar en los últimos años? J.F.C.– El drama de estos temas es que los sistemas eficaces de aislamiento existen desde hace mucho tiempo. Es más, lo que podamos hacer hoy lo podríamos haber hecho hace cinco o diez años. Es cierto que los materiales aislantes han mejorado ya que, con el mismo espesor aíslan más y cada vez son más económicos, pero los sistemas en sí son los mismos, con las mejoras técnicas habituales de las empresas que innovan poco a poco.
Cambio de discurso
P.– ¿Por qué constituir una Fundación para lograr ese cambio de mentalidad?
J.F.C.– Hasta ahora, el discurso de los fabricantes de materiales de construcción había sido técnico y dirigido al constructor, para convencerle de las bondades del producto. Pero falta que el público en general sepa lo que una casa bien aislada puede aportarle en su vida diaria y hemos preferido hacerlo desde una Fundación y no desde las propias empresas fabricantes, porque tiene una mayor visibilidad y resulta menos sospechoso.
P.– ¿Los promotores son ahora más sensibles a esa necesidad de construir bajo criterios de ahorro energético?
J.F.C.– Precisamente, la Fundación pretende sensibilizar a quienes construyen las casas para que no contemplen estas medidas como un incremento en sus costes, sino como una manera de hacer casas que se venderán mejor porque tienen mayor calidad. Está claro que en los próximos cuatro años no se va a construir demasiado pero queda mucho por hacer con esos 14 millones de viviendas anteriores a los años ochenta, que consumen una media de 3.000 litros de gasoil para calentarse y emiten siete toneladas de CO2 al año. Todas las empresas que pertenecemos a la Fundacion contamos con sistemas que se pueden aplicar de forma relativamente sencilla para aislar mejor esas casas.
P.– ¿Quiere eso decir que el parón de la construcción va a servir para edificar de manera más sostenible?
J.F.C.– Al menos, así debería ser. Es uno de nuestros objetivos. Aunque en España todavía no se usa demasiado, todos los edificios están obligados a tener una calificación energética que debería ser usada como elemento de venta. Lo que se necesita es un esfuerzo informativo para que la gente sepa que lo que pague de más por adquirir una vivienda de calidad lo acabará ahorrando en la factura de la calefacción o del aire acondicionado de los próximos años. Dice el IDAE que si nos tomamos en serio el aislamiento podemos ahorrar el 30% de toda la energía que consumimos en España.
P.– La Fundación ha acudido a los ayuntamientos. ¿En qué pueden ayudar a cumplir los objetivos?
J.F.C.– Su papel es muy importante porque son los encargados de diseñar los planes urbanísticos y la orientación de las casas es un aspecto muy relevante para la eficiencia energética. Además, tienen algunas competencias exclusivas sobre edificación y, sobre todo, el poder de persuadir al ciudadano. Queremos aportarles soluciones para hacer las cosas mejor.