Kilovatios a partir de la madera
Tras treinta y cinco años de trabajo en el monte, talando árboles y reforestando, José Enrique Morante sabe mejor que nadie los riesgos que acarrea deshacerse in situ de las ramas, hojas, cortezas y otros residuos que se producen en la corta. Muchos de los incendios forestales tienen su origen en quemas incontroladas durante estos procesos de limpieza de los montes. Pero lo que era tan sólo un engorro para los propietarios de los bosques se ha convertido en una oportunidad. La biomasa de estos residuos forestales se ha convertido en otra alternativa a los combustibles fósiles y su capacidad para generar electricidad a través de su combustión ha dado paso a otra línea más de negocio dentro de las llamadas energías verdes.
Para el fundador de Maderas Morante era la oportunidad de cerrar el ciclo de los trabajos forestales que realiza su empresa, y que va desde la compra de árboles en pie, en los grandes eucaliptales de la zona, hasta el traslado de la madera a Sniace o a la papelera vasca Pastguren. Para ello lucha, junto con otros tres socios, propietarios de montes maderables en la parte oriental de la región, por levantar una planta de generación eléctrica con biomasa en la localidad de Seña (Limpias) que será el correlato, a menor escala, de la que la empresa Valoriza y Alvarez Forestal van a construir en Reocín.
Mientras que la de Valoriza tendrá una potencia de 10 Mw, la que proyectan estos cuatro empresarios es mucho más modesta. Tendrá 1,2 Mw, pero será suficiente, en cualquier caso, para solventar el problema que plantean las cerca de 40 toneladas diarias de restos forestales que producen los taladores de Maderas Morante, obteniendo de paso un rendimiento económico por la venta de la energía generada, subvencionada con una importante prima por usar recursos renovables.
La perseverancia de quienes impulsan esta iniciativa desde hace cuatro años ha tenido que sortear las diversas interpretaciones de los sucesivos responsables de Medio Ambiente, pero parece que finalmente va a obtener su fruto y el proyecto se encuentra ya en la fase de información pública, antesala de la definitiva autorización.
Una tecnología de gasificación
La ejecución del proyecto correrá a cargo de Guascor Ingeniería, una firma de Alava especializada en el diseño, construcción y explotación de plantas energéticas, que ha desarrollado un sistema de gasificación de la biomasa que la descompone sometiéndola a una atmósfera pobre en oxígeno. El resultado es un gas combustible que, tras ser filtrado y enfriado, se puede quemar en motores adaptados, produciendo electricidad.
Esta solución ofrece un mejor rendimiento que los sistemas convencionales de combustión en caldera y, al tratarse de una planta modular de pequeño tamaño, se puede ubicar allí donde se generan los residuos, evitando los costes de los desplazamientos y la necesidad de contar con almacenes para albergar la biomasa. De hecho, la superficie requerida para construir la planta no excede los mil metros cuadrados, aunque hay que añadirle otro espacio mucho mayor para el secado, preparación y almacenamiento temporal de los restos de madera.
La elección del pueblo de Seña para levantar la planta está relacionada con los aprovisionamientos, dado que se encuentra en el epicentro de los montes donde Maderas Morante hace las talas. Pero lo más determinante ha sido la existencia en las proximidades de una línea eléctrica que facilitará la evacuación de la energía hasta una subestación de Viesgo.
El estímulo tarifario para aprovechar la biomasa en la generación de electricidad se enmarca dentro del Plan de Energías Renovables del Gobierno central que aspira a que en 2010, el 29,4% del consumo de energía eléctrica en España provenga de recursos no fósiles.
Para incentivarlo, los kilovatios que se producen de esta forma se benefician de una prima especial que, en el caso de la biomasa –y al contrario de lo que va a ocurrir con las huertas solares–, ha conseguido un importante incremento. En las plantas de pequeña potencia (es decir, inferior a dos megavatios), los 6,9 céntimos de euro que se pagaban por cada kilovatio se han convertido desde el pasado año en 12,9. Un alza que permitirá amortizar este proyecto en unos cinco años.
La planta tiene un coste de cuatro millones de euros, parte de los cuales irán destinados a la adquisición de maquinaria para empaquetar los restos forestales a pie de tala.
Un trabajo mecanizado
El trabajo de los taladores ha sido siempre duro y arriesgado, en zonas muchas veces de difícil acceso y con tareas que exigen un gran esfuerzo físico, sobre todo hasta la introducción de la maquinaria que ha cambiado los usos tradicionales del sector. Hasta ese momento, no muy lejano en el tiempo, solía recurrirse a mano de obra que a veces llegaba desde puntos lejanos como Andalucía. Los trabajos de tala comenzaban a finales de marzo, cuando la savia comenzaba a revitalizar los eucaliptos y era más fácil pelar la madera, facilitando su descortezamiento. La maquinización de estas tareas forestales no solo las ha facilitado, sino que ha permitido extender la actividad en el monte a cualquier época del año, aunque los meses más propicios sean los que van de abril a octubre.
La utilización de maquinaria también ha aumentado notablemente la productividad, hasta el punto que la treintena de taladores con que cuenta Maderas Morante son capaces de extraer del monte en una sola jornada unas 800 toneladas de madera. La red de pistas forestales permite utilizar camiones de gran tonelaje, que pueden cargar unas 18 toneladas de madera cortada pero, cuando se trata de los restos de las talas y de la limpieza del monte (ramas, raberones, cortezas, etc), su gran volumen reduce la carga a la mitad, lo que dificulta aún más el aprovechamiento de esta biomasa. Para solventar el problema se han diseñado máquinas empacadoras que, en el mismo lugar de la tala, convierten esos restos en fardos de unos 300 kilos, mucho más manejables.
Tener el suministro de materia prima asegurado, es una de las premisas básicas para el éxito de la planta energética de Seña y los promotores cuentan de antemano con la certeza de que serán capaces de autoabastecerse, aunque tampoco desdeñan la posibilidad de utilizar también los restos de madera que otros depositan en los puntos limpios de la zona oriental (palés desechados, podas, etc). “Nosotros tenemos que depender de lo que controlamos –señala José Morante–. Si no tienes el ochenta y pico por ciento de la materia prima que necesitas es difícil que el proyecto salga adelante, y lo que generamos nosotros es suficiente para la planta que vamos a hacer”. Para funcionar a pleno rendimiento, y a pesar de su modesto tamaño, necesitará unas 8.000 toneladas de residuos forestales al año.
Sus promotores esperan que pueda entrar en funcionamiento en febrero, lo que convertiría la central eléctrica en la primera de estas características que se levanta en una región que, por su tradición forestal, es una de las más idóneas para ello. Pero no cabrán muchas más. En Cantabria se generan unas 117.000 toneladas anuales de biomasa procedente de las cortas de eucalipto, de las que más de 50.000 serán procesadas en la gran planta que está previsto construir en Reocín, lo que limitará sustancialmente la materia prima. De ahí que en la carrera por ocupar un hueco en este sector, situarse en la primera línea de salida suponga una gran ventaja.