50 años de imprenta

Llegó al mundo de las artes gráficas de manera fortuita y a poco de iniciada su andadura laboral en Solvay pero la historia de la imprenta en Cantabria en este medio siglo no se entendería sin la aportación que ha hecho José Quinzaños.
Hoy, cuando el peso del negocio descansa ya en la segunda generación familiar, ni la incertidumbre que los soportes audiovisuales han creado sobre el futuro del papel, ni la amenaza mucho más cercana de la crisis económica que nos sacude preocupan a este empresario. Para José Quinzaños, las imprentas siempre serán necesarias para materializar la necesidad de los humanos de palpar físicamente los libros, las revistas o los catálogos, arraigada desde hace siglos.
Prueba de esa confianza en el futuro ha sido la decisión de realizar la mayor inversión de la historia de la empresa, con la compra de una impresora para revistas y folletos capaz de producir 12.000 pliegos a la hora, que le ha costado 1,6 millones de euros.

Los tiempos heróicos

La vinculación de José Quinzaños a las artes gráficas se inició a través de su asociación con su cuñado, Manuel Rodríguez Palacios, y su hermano Agustín, empleado por entonces en la Imprenta Antonino y buen conocedor del oficio. Juntos fundaron la Imprenta Palacios en 1958 con un capital inicial de 30.000 pesetas.
José Quinzaños relata así los primeros pasos: “En la furgoneta de mi padre, una DKV de dos tiempos, viajamos a Madrid, a la empresa Richard Gans, y allí adquirimos una minerva, guillotina y tipos de imprenta, además de otros utillajes que nos permitieron iniciar el negocio”.
En aquellos años, las artes gráficas de Cantabria, aunque contaba con imprentas con mucha solera como la Mercantil o la Cervantina, era un sector obsoleto, que miraba a Bilbao como la meca de esta industria.
El negocio de Imprenta Palacios se fue consolidando llegando a alquilar cuatro locales a Inmobiliaria Montañesa que, una vez unidos, se convirtieron en la sede de la empresa. Por aquel entonces, en 1970, contaba ya con 18 empleados, una plantilla imprescindible para los procesos, esencialmente manuales, de las imprentas de la época.
La revolución en las artes gráficas llegó poco después con la irrupción del offset, que desterró para siempre los viejos tipos de plomo, también en la imprenta de Torrelavega.

Una empresa familiar

La sociedad con los hermanos Rodríguez Palacios duró hasta el año 1976, cuando el deseo de José Quinzaños de dar un nuevo impulso a la empresa, construyendo una nave que permitiera trabajar a dos turnos, chocó con la reticencia de sus socios.
Mientras ellos fundaban Gráficas Hevia, Quinzaños continuó con la Imprenta Palacios creando una sociedad limitada con su mujer, Pilar, y el mayor de sus hijos, José Luis, que se puso al frente del taller. “Mi mujer siempre ha estado a mi lado, compartiendo los buenos y malos momentos y en estos 50 años ha habido unas cuantas crisis y muy duras”, recuerda José.
Crítico fue el periodo en que se inició la construcción de esa primera nave en Barreda, que exigió grandes sacrificios a la familia. Pero también fue, según confiesa el veterano impresor, el momento de mayor satisfacción profesional. Con aquella nave, que les liberaba de la limitación de horarios del antiguo local, situado en los bajos de un edificio de vecinos donde sólo era posible trabajar de día, se sentaban las bases de una expansión que no tardó en llegar.
El despegue definitivo del negocio creado por Quinzaños fue consecuencia de un formidable contrato con el Banco Santander, del que se convirtió en el principal proveedor de formularios: “Cuando empezamos a trabajar con el Banco Santander tenía 220 sucursales y cuando hemos terminado de hacerlo, hace cuatro años, eran 2.500, así que hemos estado presentes durante casi 20 años de su evolución”.
De la carga de trabajo que suponía esta vinculación con el Santander da idea el hecho de que cada mes tenía que abastecer de formularios a todas sus oficinas y a las de sus filiales Banco Jover y Banco Santander-Portugal, lo que suponía entre cinco y seis millones de unidades de cada documento bancario.
Aquella etapa terminó en 2004, cuando el Banco trasladó a Madrid las decisiones sobre los suministros. Para entonces, Quinzaños había podido construir una segunda nave en Barreda donde albergar los equipos de cuatricromía para la impresión de folletos, revistas, catálogos y libros, una línea de negocio ascendente.
Tampoco ha faltado trabajo para su sección de impresión en papel continuo, de la que son clientes varias cajas de ahorros, entre ellas las de Cantabria y Guadalajara.

La mayor inversión en 50 años

Ha sido precisamente en el umbral de la era digital y de las incertidumbres sobre el futuro del papel cuando Quinzaños ha realizado la mayor inversión de su historia, con la compra de una máquina de cinco cuerpos y un tren de grapado, destinada a la impresión de revistas y folletos en cuatricromía.
A pesar del alto grado de automatización de los nuevos equipos, los 18 metros de distancia que median entre el punto por el que la máquina se alimenta de papel y el de salida, una vez impreso, hace que sean necesarios dos operarios por turno de trabajo. En realidad, pese a los avances técnicos incorporados a la imprenta, su plantilla nunca fue mayor. Está compuesta por 28 empleados, incluidos los cuatro hijos de José Quinzaños, que se han puesto al frente de las distintas áreas del negocio.
Atrás quedan aventuras empresariales en otros sectores, como un taller mecánico o una fábrica de persianas, muestra de la inquietud de este torrelaveguense. También tuvo una imprenta en Santander, a finales de los años setenta, al quedarse con Afes, tras la marcha a Oviedo de su propietario, Antolín Fernández, pero la imposibilidad de atenderla personalmente le llevó a desprenderse de ella para centrarse en la que había creado.
En la memoria de José Quinzaños ocupa un lugar preferente la amistad, como la que profesa por dos personas que le ayudaron en muchos momentos de su carrera profesional, Hipólito Bragado, gerente de la agencia CIC, o Jaime del Corte (Imprenta Cervantina) “que fue el primero que imprimió en offset en Santander y que derivó hacia mí mucho trabajo”, reconoce.
Son retazos de una vida ligada a la evolución de las artes gráficas en Cantabria y que tiene su continuidad en el legado de José Quinzaños, que ha convertido aquella pequeña imprenta manual y de tipos de plomo en una de las tres más importantes de la región.

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