Botín encuentra un filón en el Abbey

Los diez últimos años, la banca internacional ha tenido el mejor escenario que podía pedir y, por tanto, los diez próximos van a ser, casi con toda seguridad, peores. Por lo pronto, ya comienzan a subir en EE UU los tipos de interés. Con este escenario, que dibujó Alfredo Sáez en la última junta del Banco Santander cabía esperar un tono sombrío sobre la evolución futura de la entidad. Sin embargo, en pocas ocasiones ha dado su presidente, Emilio Botín, tantas muestras de optimismo.
Alguien podía suponer que la razón está en el hecho de que prácticamente todas las áreas de negocio del grupo crecen a un ritmo del 20%, las inmensas perspectivas de Brasil o los 831 millones de plusvalías del último año que, por el momento, no tienen otro destino que unas provisiones genéricas. Pero en realidad, el motivo es otro: el Abbey.
El Santander no ha dado una sola cifra sobre los beneficios que espera obtener con el banco británico, pero no hace falta mucha intuición para suponer que van a ser muchos más de los que se presumían. En cuanto se implante el sistema tecnológico ideado por Banesto (Partenon) y que se ha convertido en uno de los grandes activos del Santander, en el Abbey los costes se reducirán mucho más de lo que ya se han reducido y, la cartera de clientes del banco británico es una auténtica mina por explotar. De los 18 millones de clientes que tiene en el Reino Unido, doce sólo tienen un producto contratado (por lo general, hipotecas). Si se tiene en cuenta que cada cliente del Santander en España tiene más de tres productos contratados, está claro que el SCH –uno de los mejores bancos minoristas del mundo– espera poder venderles de todo y exprimir a fondo su rentabilidad potencial.

Más productividad en España

Haber encontrado un campo virgen tan importante en el mercado más grande de Europa genera expectativas desbordantes en el banco cántabro. Todos tienen presentes las experiencias anteriores: Allí donde ha entrado el Santander ha transformado radicalmente lo que había. Ha sucedido con todos los bancos adquiridos en Iberoamérica, con los de Portugal y con las financieras de Alemania e Italia. Esto, que puede parecer presuntuoso, es producto de una forma de trabajar bastante más evolucionada.
Al contrario de lo que ocurre en la mayoría de los sectores productivos, la banca española tiene ratios de productividad y solvencia bastante más altos que la de otros países, incluida la estadounidense y la inglesa. Botín achaca esta circunstancia a la dureza del mercado español, por la fortaleza con que las cajas de ahorros han defendido sus territorios naturales y por la actitud poco condescendiente del Banco de España, que ha obligado a las entidades a ser prudentes en los riesgos y, al mismo tiempo, las ha enfrentado a la competencia internacional sin contemplaciones, al liberalizar el sector sin las medias tintas de otros países. Esto ha dado lugar a la aparente paradoja de producir una banca más fuerte y rentable en el país donde los márgenes de las hipotecas son más pequeños.
Otros bancos europeos van a secundar la política de compras europea iniciada por el Santander, pero Botín cree que han llegado tarde. Aunque sólo hayan pasado unos meses desde que adquirió el Abbey, las oportunidades se han encarecido.
La euforia del Santander con el Abbey también es producto de su capacidad para diversificar los riesgos asumidos antes, excesivamente concentrados en Iberoamérica, lo que penalizaba sus ratios de solvencia.
No obstante, hay que reconocer que el entusiasmo que se respira aquí no se corresponde con el de los nuevos accionistas británicos de la entidad cántabra, alrededor de un millón y medio. Muy pocos, por no decir ninguno, acudieron a la junta celebrada en Santander, lo que indica que el SCH tendrá que hacer un esfuerzo por acercarse a ellos.
El otro filón del Grupo es Banespa. El banco brasileño costó caro, pero Botín no escatima elogios para aquel país y las directrices económicas de Lula, hasta el punto de asegurar que la economía brasileña será más importante que la de Francia o la de Italia en el 2030. Crezca o no al fuerte rimo actual, lo cierto es que de los 184 millones de habitantes de Brasil sólo 29 tienen una cuenta bancaria (en España hay 110 por cada cien habitantes) y eso significa un mercado por colonizar. Si se tiene en cuenta que, en las actuales condiciones, el Santander ya obtiene de allí un beneficio neto de 700 millones de euros al año, cabe entender las expectativas que genera.
La tercera pata que asegura el futuro de los beneficios del Banco está en los créditos al consumo en Europa. Gracias a la compra de varias financieras, el Santander se ha convertido en el líder continental de la financiación del automóvil y el beneficio que aporta esta actividad al Banco está creciendo a un ritmo del 45%.
Cualquiera de estos mercados pujantes tiene la virtualidad de poder equilibrar la principal incertidumbre que puede tener cualquier entidad de crédito española: que el mercado inmobiliario nacional se colapse. Así es fácil de entender el optimismo de Botín que ahora sólo tendrá que encontrar la forma de contagiárselo al mercado para lograr que suba el valor, muy lejos de los máximos históricos.

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