Industria agroalimentaria

La industria agroalimentaria ha venido siendo, tradicionalmente, uno de los principales sectores del tejido industrial cántabro. Su producción global alcanzó en 1998 cerca de 108.000 millones de pesetas, lo que supuso casi el 20% del total de la producción industrial de Cantabria. El heterogéneo conglomerado de empresas que forman el sector agroalimentario (cárnicas, lácteas, manipulación de productos agrícolas, cereales de desayuno, enológicas, pescados y derivados, piensos y huevos, etc.) han evolucionado ante las crecientes exigencias del mercado con comportamientos muy desiguales. Si en algunos sectores (industria conservera, repostera, extractora de aceite y de piensos compuestos) ha existido una preocupación por adaptar sus estructuras mediante una adecuada política de inversiones, una apuesta por la calidad y una buena política marquista, en otras se echa en falta un mayor dinamismo y menos inercia ante la apertura liberalizadora del comercio a que dio paso la integración en el exigente mercado europeo.

La importancia del sector ganadero

La industria alimentaria cántabra está básicamente ligada a un sector agrario que se caracteriza por su orientación fundamentalmente ganadera y sobre todo láctea, hasta el punto de que cerca del 94% de la producción final agrícola de Cantabria lo aportan las producciones ganaderas. En 1998, de los 41.780 millones de pesetas que produjo el campo en Cantabria, 38.670 correspondieron a la ganadería y de ellos 22.638 millones procedieron de la producción láctea, lo que supone bastante más del 50%. Esto permite afirmar que, en términos relativos, Cantabria es la región más ganadera de Europa, ya que prácticamente no hay ninguna otra producción agraria.
Es la consecuencia lógica de unas condiciones climáticas y de suelo que favorecen de forma natural la existencia de una sólida vocación orientada hacia la producción lechera. De las 532.132 hectáreas de superficie total de Cantabria, 144.645 (el 27%) están destinadas a prados y pastizales. A esto hay que añadir las 110.968 hectáreas forestales catalogadas como monte abierto y las 41.000 que ocupa el erial de pastos, que proporcionan un sustento para la ganadería de tipo extensivo. A esto se puede añadir el hecho de que de las 14.000 hectáreas cultivadas, más de 12.000 están íntimamente relacionadas con la alimentación del ganado.
Al finalizar 1998, el número de vacas de ordeño era de 117.291 cabezas (el 9,7% del censo nacional), en su mayoría de raza frisona, y ubicadas, mayoritariamente en la zona costera. Esta cabaña ganadera produjo 535,3 millones de litros de leche (el 8,8% de la leche comercializada en España), lo que representa 4.564 kilos por vaca y año.
La supremacía del ganado vacuno lechero y de sus producciones ha dejado al descubierto la vulnerabilidad de la economía agraria regional y la carencia de alternativas. “La horticultura de invernadero, la explotación de frutales (kiwi), la cunicultura y la cría y producción de equinos, para la que Cantabria reúne buenas condiciones (razas de silla, equinos de ocio y potros de carne por cruce con caballo bretón) constituyen alternativas válidas, pero progresan dificultosamente, pues no pueden competir con la producción de leche”, explica el profesor Victoriano Calcedo. La horticultura en invernadero, que ha alcanzado superficies cercanas a 40 hectáreas con casi un centenar de productores, aunque es una experiencia interesante, tiene que resolver todavía deficiencias tecnológicas y de comercialización. Por lo demás, la incidencia de los cultivos en Cantabria es mínima, excepto en las comarcas costera y campurriana. La producción agrícola regional está compuesta por patatas, hortalizas, fruta, flores y plantas ornamentales pero todas ellas tienen menos importancia que los cultivos forrajeros destinados a la alimentación animal (maíz y nabo forrajero, ballico y alfalfa).

La debilidad de la industria alimentaria

A pesar de su potencial en materias primas, Cantabria ha tenido históricamente grandes dificultades para consolidar industrias alimentarias propias. La leche y en menor medida la pesca propiciaron, en las primeras décadas del siglo, una potente industria agroalimentaria, muy avanzada para la época que, sin embargo, perdió empuje a partir de los años 60 cuando empezaron a aparecer centrales lecheras por todo el país y quedó patente que los años de esplendor no se habían aprovechado para crear unas explotaciones ganaderas eficientes y saneadas. Esta inercia histórica no se ha corregido y poco a poco el sector alimentario regional ha pasado a ser controlado por empresas foráneas. En pocos meses ha sufrido la pérdida de Repostería Martínez, comprada por Bimbo, de Lácteos Morais (Frixia) comprada por Pascual y de Cuétara, adquirida por SOS Arana, a las que podría sumarse a no tardar la cárnica Marcansa, actualmente en suspensión de pagos y para la que se está buscando comprador. El resultado es que la capacidad de decisión de las empresas más relevantes cada vez se aleja más de Cantabria.

La industria láctea

La importancia del sector ganadero hace que la industria láctea tenga un claro carácter estratégico para la economía regional. Aproximadamente el 65% de la leche recogida en el territorio se transforma dentro de la región y todas las grandes empresas del país recogen leche en Cantabria, pero el porcentaje sigue siendo pequeño e indica que una parte sustancial del valor añadido de la leche escapa de la región.
La industria lechera regional factura unos 13.000 millones de pesetas y da ocupación directa a medio millar de trabajadores repartidos en 53 instalaciones. Con un nivel tecnológico aceptable y algo sobredimensionada, adolece de que la mayoría de las empresas no son cántabras y los centros de decisión de las importantes radican fuera. Excepto una empresa (El Buen Pastor), de dimensión relativamente pequeña dentro del grupo de elaboradores de leche líquida, y una de dimensión media que produce queso fundido (Queserías Lafuente), las demás fábricas relevantes son de capital nacional (Iparlat, Pascual) o multinacional (Nestlé y Lagasa).
La industria cárnica

Los mataderos y fábricas de productos cárnicos siguen en importancia a la industria láctea en cifra de negocios (más de 6.000 millones de pesetas) y población ocupada (300 personas), aunque en Cantabria se da la paradoja de que la mitad del ganado vacuno del que se abastece la industria cárnica proviene de sacrificios que se realizan fuera de la región. Otra de las anomalías que se producen en el sector ganadero es el escaso interés por complementar los hatos lecheros con la producción de carne, al contrario de lo ocurrido en otros países de la UE tras la implantación del régimen de cuotas. Tal elección retendría en la región una parte del valor añadido del cebo de terneros, que hoy por hoy se obtiene fuera. El incremento en la producción de carne está ligado a las primas otorgadas por la UE a la producción de vacas nodrizas y terneros machos.
Tras la última reforma de la Política Agraria Común, las ayudas económicas se han establecido en 60.000 pesetas por res y año para vacas nodrizas y 50.000 por ternero macho. Por otro lado, el pasado verano la Consejería de Ganadería aprobaba la Indicación Geográfica Protegida Carne de Cantabria, con el fin de incentivar el consumo y aumentar el valor añadido.

El descontrol del sector lácteo

A pesar de la teórica limitación de la producción que supone el régimen de cuotas, el sector lácteo español ha funcionado con notable descontrol, con el resultado de que el excedente de leche presiona a la baja sobre los precios que se pagan a los productores. Según la estimación realizada por la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), España superará en 200.000 toneladas su cuota de producción lechera durante la presente campaña que asciende a 5,6 millones de toneladas. Con los datos aportados por esta organización agraria, las pérdidas del sector en el año serán de 42.000 millones de pesetas, de las cuales 30.000 corresponden a la bajada del precio de la leche, que en esta campaña cayó entre cuatro y siete pesetas por litro, y los 12.000 millones restantes equivalen a la más que probable multa por sobrepasar la cuota láctea.
Frente al riesgo de tener que pagar una tasa por litro excedido de unas sesenta pesetas, los ganaderos prefieren vender esa leche a la industria que lo acepta a menor precio (lo que se conoce como leche negra). Otra de las prácticas que alteran el mercado está en la comercialización de la denominada leche comprimida: un ganadero vende oficialmente 100 litros pero en realidad ha entregado 200 y la industria hace constar en factura 100 litros a un precio elevado cuando en realidad ha comprado el doble a una tarifa mucho menor. Se fomenta así la existencia de mercados paralelos que impiden la libre competencia (la leche con cuota se paga con diferencias de hasta 14 pesetas el litro de leche respecto a la que carece de ella).

La competencia de la `leche basura

La FEPLAC (Federación Española de Empresarios Productores de leche) denunció el pasado mes de noviembre ante la UE este incumplimiento del sistema de cuotas y la Comisión Europea ha abierto un expediente. La Federación de Empresarios hace referencia a “la aparición de leche basura a precios insostenibles en las grandes superficies que degradan la credibilidad del sector ante los consumidores”.
La denuncia hace referencia también a la ausencia de garantías sobre la calidad del producto una vez que se procesa en la industria. Las diferencias de precio en la leche que se vende al consumidor llegan a alcanzar las 30 pesetas, lo que para FEPLAC es algo de todo punto imposible en una situación ortodoxa de mercado por lo que apuntan a la comercialización de leche fuera de cuota y “a la utilización de permeatos, de leches concentradas o en polvo renaturalizadas” como única explicación de ese bajo precio.
La federación de productores pide un control de las industrias lácteas, especialmente en aquellas que están vendiendo a precios por debajo de las 80 pesetas litro, y manifiestan su temor de que las 611.678 toneladas de cuota suplementaria (las 550.000 de la UE más la Reserva Nacional) que se han repartido entre los poco más de 70.000 ganaderos que quedan en España (hace una década había 240.000) sirvan únicamente para blanquear leche negra y no para incrementar la producción del sector.
Lo cierto es que la bajada de precios se ha traducido en una mejora de los resultados para las empresas a pesar de que algunas firmas siguen apostando por la venta de segundas marcas por debajo de costes, con el consiguiente efecto negativo sobre el resto del sector y con el riesgo de falta de calidad.
La industria compra leche fuera de cuota para poder jugar con precios a la baja en el mercado, ante la política de las grandes cadenas de distribución, que imponen precios bajos para la leche con el fin de utilizarla como oferta de choque. Las empresas suministran estas leches baratas a través de segundas marcas o bien de marcas blancas. Por su parte, la industria señala que para defender la calidad y los precios de la leche habría que convencer primero a las grandes distribuidoras para que acepten que la leche no debe tener un precio por debajo de las 80 pesetas. Lo cierto es que si se lograse parar la corriente de leches baratas en oferta permanente, se habría dado un paso importante para cambiar el sector ganadero y para sanear una industria donde hay empresas con graves problemas financieros causados por las exigencias de las grandes distribuidoras.

El futuro del sector

A pesar de que Cantabria es una de las regiones europeas con mayor especialización en producción lechera, la explotación láctea media de la región está muy alejada de la europea. La media de cuota láctea por explotación ronda en Cantabria los 100.000 kilos, mientras que en la UE el umbral de rentabilidad se sitúa en los 125.000 kilos de producción.
El marco final de referencia en el que tendrán que desenvolverse nuestras explotaciones les obliga a ser competitivas. Es necesario aprovechar el periodo que resta, hasta que finalice en el 2008 el sistema de cuotas, para realizar los cambios estructurales en la producción y en la industria, que permitan la convergencia con aquellos estados miembros de la UE que tienen una economía lechera más evolucionada. Esta tarea de adecuación comenzó tiempo atrás y la disminución del número de explotaciones progresa de manera implacable.
A mediados del pasado año el número de establos lecheros se situaba en Cantabria por debajo de los 5.000 y según las estimaciones de algunos expertos, el núcleo duro de las explotaciones ganaderas regionales podría quedar estabilizado en menos de 3.000. Para comprender mejor esta profunda evolución, hay que tener en cuenta que el número de explotaciones que vendían leche a la industria en 1990 era de unas 12.500, y la cantidad producida se aproximaba a las 500.000 toneladas con una media aproximada de 40.000 Kg por explotación y año. El fenómeno no es exclusivamente regional. Actualmente, en España no quedan más de 70.000 productores, y entre 1984 y 1998 han desaparecido casi un millón de explotaciones lecheras en la UE.

Incentivar el abandono

Facilitar el inevitable ajuste del sector exige la aplicación de un plan regional serio y suficientemente dotada para incentivar el abandono de los productores que carecen de sucesión en sus explotaciones, así como de los titulares de cuotas menores y con leche de peor calidad higiénica. En 1999, a pesar de que tan sólo se destinaron 60 millones de pesetas al plan de abandono, no se cubrió el presupuesto por falta de solicitudes.
La partida que aparece en los Presupuestos regionales del 2000, para este concepto, ha ascendido hasta los 200 millones de pesetas pero los sindicatos ganaderos estiman que serían necesarios 800 millones. El problema principal para que el Plan sea efectivo radica en que el precio que se paga por litro de cuota láctea abandonada no es interesante para los productores, que obtienen más dinero en el mercado. El Gobierno regional justificaba su reticencia a pagar más por esa leche en el deseo de evitar el efecto de encarecimiento que podría tener sobre el litro de cuota láctea.
Ahora la Administración está dispuesta a mejorar el precio, articulando también medidas concretas para evitar el encarecimiento de las transmisiones entre particulares (por ejemplo, mediante incentivos para el ganadero que venda su cuota para dedicarse a la cría de terneros).
La aplicación de esta política de abandono junto a la oportunidad que presenta el reparto de las 66.736 toneladas de cuota láctea que han correspondido a Cantabria en la negociación de la Agenda 2000 (las organizaciones de ganaderos habían estimado en 137.000 toneladas el mínimo vital que necesita la región), puede ayudar a sentar las bases para la creación de explotaciones sólidas en Cantabria. La nueva cuota puede ayudar al ganadero que produce actualmente entre 80.000 y 90.000 kilos a ser competitivo y a que sus explotaciones sean viables cuando concluya el régimen de cuotas.

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