Inventario

Muchos aparatos y poco uso

Las estadísticas son claras: en los hogares españoles hay tantos ordenadores como en los europeos, tenemos un 75,5% más cajeros automáticos que la media de la Unión Europea, más televisores, más terminales punto de venta y más consolas de videojuegos que la media. Nadie nos supera en DVDs o en home cinema. Con tales datos, habría que estar más que satisfechos. Estamos tecnológicamente muy evolucionados. Pero, la realidad es muy distinta. El problema no está en los aparatos, como puede deducirse de algunas campañas públicas para promover la compra de ordenadores o las conexiones a Internet. El problema está en el uso.
Los últimos estudios sobre la sociedad de la información en España revelan lo que cabía esperar. Que una cosa son los aparatos y otra es la rentabilidad real que la población les saca. Por decirlo de otra manera, un país puede tener una biblioteca en cada calle y estar lleno de analfabetos, porque lo importante no es que haya muchos libros, sino que haya quien los lea. Y el uso de los aparatos electrónicos en España está asociado al ocio más que en ningún otro lugar. Las descargas de Internet y los 1.000 millones de mensajes sms que se lanzan desde los móviles españoles cada mes (no es un error, son mil millones) tienen muy poco que ver con el trabajo, con la investigación o con el afán de conocimiento. Aunque es cierto que no hemos llegado a la media europea en conexiones a Internet, tampoco perdemos mucho por ello, porque el rendimiento que le sacamos es más bien escaso. El 87,4% de nuestras empresas está conectado a la red, pero sólo el 1,7% dice utilizarla para hacer transacciones, lo que puede resultar un buen ejemplo.
Las autoridades públicas parecen empeñadas en pensar que es un problema de equipamiento, cuando en realidad es de mentalidad. Si de verdad el retraso en la divulgación de Internet fuese consecuencia del precio de las conexiones, tendríamos que suponer que apenas se habría desarrollado el teléfono móvil en España, mucho más caro y, sin embargo, lo tiene el 90% de la población (38 millones de aparatos), con un consumo individual muy elevado.
España no es reacia a las nuevas tecnologías y no necesita misioneros institucionales para expandirlas puerta a puerta, como si fuese una nueva cruzada contra la ignorancia, para que todo el mundo se familiarice con los ordenadores o con Internet. Cualquier niño lo maneja con soltura. Lo que habría que plantearse es por qué nosotros buscamos utilidades más festivas y crear una conciencia mucho más práctica. Los equipos están infrautilizados mientras el país está en el decimoséptimo lugar del ranking europeo de la sociedad de la información, en la que sólo superamos a Grecia y algunos de los nuevos socios comunitarios que llegaron del Este, no a todos. Una realidad demasiado pedestre.

Privatizar las pensiones

Casi un cuarto de siglo después del experimento privatizador de las pensiones chilenas, Bush quiere trasladarlo a Estados Unidos, como un paradigma de éxito. Sin embargo, las cosas no están tan claras o, si no, que le pregunten a los propios chilenos. Después de que las inversiones privadas en los fondos hayan deparados un magnífico interés medio del 10% anual, quienes se acogieron al sistema privado cobran la mitad de la pensión de quienes se mantuvieron en el público, que no capitaliza nada. La notoria paradoja es consecuencia de los elevadísimos costes de gestión que han aplicado estos fondos privados, algo que no sospechaban quienes optaron por esta vía. Así que el New York Times, en un balance sobre la experiencia chilena saca como conclusión que, si les diesen a elegir de nuevo, el 90% de quienes optaron por el sistema privado volvería al público.
Es cierto que al derivar hacia el mercado de inversiones este volumen de ahorro ha tenido unos efectos muy positivos para la economía chilena. Por ejemplo, ha servido para financiar al Estado, al aborber muchas de sus emisiones de deuda, y para impulsar la Bolsa local. Pero a la postre, al Estado le ha hecho un flaco servicio porque, a la vista de los graves problemas sociales que está provocando el nuevo sistema, se ha visto obligado a complementar las pensiones de muchos de quienes optaron por el modelo privado para que alcancen, al menos, el mínimo legal establecido en el país: 107 euros al mes. Con ello, Chile, a día de hoy, se ve obligado a gastar nada menos que un 26% de su presupuesto público en pensiones, una cifra desmesurada cuando la mitad de los perceptores supuestamente ya no dependen de él.
Si todos estos problemas se plantean cuando el rendimiento teórico de los fondos de pensiones ha sido tan alto en este cuarto de siglo, cabría imaginar lo que habría sucedido en un escenario menos favorable o, en el caso, no improbable, de que hubiesen perdido dinero.
El sistema de capitalización tiene estas incertidumbres, algo que no puede pasar en el sistema de reparto que aplican casi todas los organismos públicos de seguridad social, que no están autorizados a invertir y que se limitan a recaudar con una mano las aportaciones de los trabajadores en activo y repartirlas con la otra a los pasivos.
Es posible que para Bush, que necesita mucho dinero fresco para financiar la enorme deuda pública que está generando, privatizar las pensiones sea una solución magnífica, pero no es seguro que lo sea para los norteamericanos. Lo que ocurre es que, en estos casos, los resultados sólo se conocen al cabo de muchos años y, para entonces, ya no estará Bush para dar cuentas.

Claridad nuclear

Las centrales nucleares van a pagar una parte significativa de lo que cuesta gestionar los residuos que generan. Esto, que ha sido interpretado como un ataque a la energía nuclear por la oposición, puede que sea una forma de aclarar definitivamente su papel en el sistema eléctrico. Las nucleares seguirán siendo imbatibles en precios (producen la energía más barata, a excepción de la hidráulica) pero tendrán mejor conciencia de lo que supone gestionar los residuos, un coste que ahora pagamos los abonados a través de un recargo del 0,715% en cada recibo de la luz.
En el ininteligible sistema de tarifas eléctricas, el Estado retenía este dinero y lo utilizaba para reembolsarse los 120 millones de pesetas al año que le cuesta el almacenamiento de los residuos a la empresa pública Enresa. Ahora, las centrales nucleares abonarán el 75% de ese coste de forma directa y el consumidor el 25% restante.
Es posible que a medio plazo el cambio no tenga una trascendencia económica significativa para el usuario, pero sí cambia una forma de entender el problema. Hasta ahora, era del Estado y ahora será de quien genera los residuos. Y es mucho más probable que si las nucleares se ven obligadas a pagar los gastos que originan los residuos que producen se encuentren fórmulas mucho más satisfactorias para reducirlos o para gestionarlos eficazmente. La energía nuclear ya no es el sector incipiente que era en la segunda mitad del siglo pasado. Ahora es un sector maduro, pero a pesar de eso, en los treinta y muchos años que lleva presente en España apenas ha cambiado nada en cuanto a la gestión de los residuos que se siguen depositando en grandes piscinas de agua, a la espera de que generaciones venideras encuentren una solución mejor o, cuando no es posible, como en el caso del uranio metálico, se llevan a otros países para ser reprocesados. Pero ese es un destino temporal, con vuelta al origen de los residuos del reprocesamiento, y pronto empezarán a vencer los plazos de retorno sin que España haya habilitado un lugar donde depositar este material.
Si las nucleares se hacen cargo del problema, al menos económicamente, es más probable que encuentren soluciones. Y así podrán reivindicarse ante la sociedad que creen que ha mantenido con ellas una actitud hostil. Es probable que la energía nuclear sea una energía de futuro, por ser más limpia, barata y abundante, y hay países que empiezan a plantearse el reiniciar la construcción de centrales, una opción que, al contrario de lo que suele suponerse, tiene poco de ideológica, ya que la actual moratoria ha sido puesta en práctica por Gobiernos con todas las coloraciones políticas posibles, del uno al otro extremo del mundo. Será, además, una buena noticia para Equipos Nucleares, una de las pocas empresas de la región que participa en los proyectos de cualquier lugar del planeta y que hasta ahora ha visto limitada su actividad a la renovación de centrales ya existentes, por la ausencia de nuevas construcciones.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora