El ‘lobby’ industrial del medio ambiente cumple dos décadas
El respeto al medio ambiente se ha convertido en una condición de viabilidad para cualquier industria, tanto que, de lo contrario, no podría seguir en el mercado. Pero no siempre ha sido así. A principios de los años 90, y a pesar de que ya llevábamos un lustro en la Unión Europea, la sensibilidad hacia la ecología era vista, salvo contadas excepciones, como una moda o como un adorno que no debía condicionar en exceso las necesidades de la producción.
En el cambio de esa mentalidad y la mejora del comportamiento ambiental de las compañías ha jugado en Cantabria un papel relevante el Foro Empresarial del Medio Ambiente. Desde su creación hace ya más de dos décadas, esta asociación de industrias cántabras ha puesto en común inquietudes y problemas relacionados con la profusa legislación ambiental a la que está sometida su actividad. Y el Foro también ha servido para trasladar a la Administración la visión de las fábricas en una época en que Cantabria estaba incorporando la normativa de la Unión Europea que hoy determinan las pautas de funcionamiento ambiental de las empresas.
Una iniciativa pionera
Cuando a principios de los años noventa José Luis Gil y el entonces secretario general de la Cámara de Comercio, Agustín Gutiérrez-Cortines pusieron en marcha este club de empresas sensibilizadas con el medio ambiente no existía en España ninguna otra asociación similar. Desde entonces, el Foro Empresarial ha servido de referencia para las iniciativas que fueron surgiendo en otras comunidades, impulsadas por la importancia que iban cobrando las buenas prácticas ambientales para la sostenibilidad de las empresas.
La persistencia del Foro durante las dos últimas décadas se debe, en buena medida, al trabajo realizado como coordinador por Martín Silván desde 1995. Este abogado, especializado en Derecho del Medio Ambiente, venía colaborando con esa asociación y asumió la dirección cuando José Luis Gil se incorporó al Gobierno de Martínez Sieso como consejero de Medio Ambiente.
En esa primera etapa, la diversidad de sectores a los que pertenecían las quince empresas fundadoras hacía difícil definir objetivos comunes. Bajo la difusa etiqueta del interés por el medio ambiente, se habían agrupado consultoras, industrias e incluso una empresa de turismo ecuestre.
Para que fuese eficaz era necesario reorientarlo hacia empresas de perfil industrial y con este el criterio se fue trabajando hasta conseguir que en 2001 fueran ya 70 las empresas asociadas, sobre todo metalúrgicas, químicas, de automoción o textiles. También se integraron firmas dedicadas a la gestión de residuos y la depuración de aguas que habían nacido como respuesta a las crecientes exigencias que imponían las nuevas leyes en esas materias.
El único requisito para pertenecer al Foro era la aceptación de un compromiso de buenas prácticas ambientales, en el que la industria química había actuado como vanguardia. Las empresas no estaban obligadas a hacer ninguna aportación económica, ya que las subvenciones públicas y los recursos de la propia Cámara bastaban para asegurar el mantenimiento de las actividades. Solo en una ocasión, en la etapa en que se hizo cargo de la Consejería de Medio Ambiente José Ortega, no hubo ayudas públicas para el Foro, pero el mismo Ortega rectificó al año siguiente, aumentando incluso la subvención que venía recibiendo.
Un ejemplo del papel jugado por el Foro en esos años fue la puesta en marcha del programa Cantabria XXI, financiado por el Gobierno regional, con el que realizaron 60 diagnósticos en otras tantas empresas, y 16 de ellas llegaron a certificarse con la ISO 14001.
Llegan las autorizaciones ambientales integradas
Pero el gran cambio para la industria cántabra estaba por llegar y se produjo ante la necesidad de adaptarse a las exigencias que se derivaban de la Ley de Prevención y Control Integrado de la Contaminación (2002). En ella se concedía un plazo de cinco años para la obtención de la Autorización Ambiental Integrada, que concluía en enero de 2007, justo antes de que la crisis económica empezara a hacerse patente. Afortunadamente, la adaptación de produjo en años de bonanza, porque el esfuerzo inversor que las grandes empresas de Cantabria hicieron fue de tal magnitud –400 millones de euros, si se suman los 50 de la macrodepuradora de Sniace y los 40 del vertedero de Monte Carceña– que más tarde hubiera sido impensable.
El resultado de aquella adaptación fue una mejora sustancial del comportamiento ambiental de las empresas y una reducción drástica de su impacto sobre el entorno.
En paralelo a la modificación de la legislación ambiental se fue produciendo una evolución en la propia Administración autonómica, con más funcionarios y recursos. El Foro, a su vez, aumentó su actividad como lobby, defendiendo el punto de vista de las empresas y participando en diferentes organismos, como el Consejo Asesor del Medio Ambiente o la Oficina de Participación Hidrológica. También se mostró muy activo en la difusión de los planteamientos industriales y empresariales en temas de medio ambiente, como la sección Foro Verde, que Martín Silván publicó en esta revista en los años 2008 y 2009.
Vinculación a la CEOE-CEPYME
El cambio en el modelo de financiación de las Cámaras de Comercio, con la desaparición de las cuotas empresariales obligatorias, tuvo consecuencias directas sobre el Foro, que vio en peligro su continuidad. Tanto que en 2013 la Cámara decidió eliminar la Dirección de Industria, Innovación y Medio Ambiente, cuyo titular era Silván, y de la que el Foro dependía.
Sin embargo, las empresas que lo integraban apostaron por su continuidad cuando CEOE se mostró dispuesta a acoger la asociación. En sintonía con los nuevos tiempos, el Foro pasó a denominarse ‘De Desarrollo Sostenible y Energía’, una coletilla que refleja la importancia de la sostenibilidad social y que, como dice el coordinador del Foro, “la gestión de la energía y la adaptación al cambio climático se han convertido en el verdadero campo de batalla donde se libra hoy en día la supervivencia de nuestro sector industrial”.
Ya bajo el paraguas de la CEOE, el Foro desarrolló en 2014 iniciativas como el Proyecto Industria Sostenible 2020, encaminado a conseguir los objetivos ambientales establecidos para ese año por la Comisión Europea o la denominada Base del Desarrollo Sostenible (IBDS), enfocada a acercar la realidad de las grandes empresas industriales a sus poblaciones vecinas.
Un ejemplo de su eficacia como lobby es el logro de una importante reducción en la tasa que las empresas deben pagar por depositar residuos industriales en un vertedero. El Foro ha conseguido que el Gobierno regional la rebaje de siete euros por tonelada a dos, lo que evita que las empresas se vean obligadas a trasladar sus residuos a otras comunidades autónomas donde les resultaba más barato, incluso después de sumarle los costes del transporte.
El reciente cambio en la presidencia de la CEOE no ha alterado el papel que viene desempeñando el Foro al amparo de esta organización porque, por mucho que se haya avanzado en el equilibrio entre la actividad industrial y la protección del medio ambiente, continúa habiendo asperezas. Por ejemplo, la queja de las empresas por la lentitud y la burocratización en la tramitación de informes o licencias, o por la falta de marcos legislativos estables para hacer inversiones a largo plazo.
En la lentitud de los procesos administrativos tiene mucho que ver la inclusión en el Código Penal de un delito específico de prevaricación medioambiental, que ha llevado a muchos funcionarios a extremar la precaución en las autorizaciones ambientales –hoy día preceptivas para cualquier actividad– lo que ralentiza en exceso la puesta en marcha de nuevos proyectos empresariales.
En esta nueva etapa, el Foro seguirá trasladando a las instituciones la opinión y las necesidades y sugerencias de las empresas. Un papel que ha servido, en palabras de Martín Silván “para dar mucha sensatez a proyectos normativos voluntaristas o académicos a los que hemos aportado un enfoque práctico”. Sin olvidar nunca que lo que está en juego es la competitividad y el futuro sostenible de la industria en Cantabria.