Inventario
Llegó la hora de la purga
No hay nada como encontrar un término positivo para dar lustre a los asuntos más turbios. Así hemos visto que la “creatividad contable” de algunas corporaciones multinacionales era simplemente una gigantesca chapuza que amenaza con llevarse por delante casi todo, desde las empresas tramposas que se han delatado hasta las auditoras complacientes. La ola se ha convertido en una marejada tan grande que ha convulsionado las bolsas de todo el mundo y, como siempre, pagaremos entre todos. Pero hay que reconocer que Estados Unidos tiene la virtud de llegar a las últimas consecuencias a la hora de expurgar el delito, cueste lo que cueste, algo que no nos atrevemos a hacer los demás.
Basta recordar los casos Banesto, Axa o Gescartera para sacar conclusiones. En cualquiera de los tres, las sociedades auditoras demostraron una escasísima diligencia y eficacia para hacer su papel de control. Suponiendo que sus informes se emitieran de buena fe, es decir, sin dolo, no fueron capaces de detectar un agujero de 600.000 millones de pesetas en Banesto o que el dueño de Gescartera se guardaba el dinero de los clientes en el bolsillo y los depósitos en cuentas internacionales eran una mera ficción. Es cierto que aquello mermó ligeramente la credibilidad de algunas auditoras, pero poco más. Después de algunas semanas de aguas revueltas, el asunto se olvidó. Ahora sabemos que cuando ocurre algo parecido en EE UU ni siquiera un elefante sagrado como Andersen sobrevive a la depuración de responsabilidades por mucho que represente para el país y es evidente que el hundimiento de una multinacional de tal tamaño y prestigio en todos los mercados mundiales va en contra de los intereses económicos estadounidenses.
¿Pondríamos nosotros el juego limpio por delante de los intereses nacionales? Probablemente no, porque formamos parte de una cultura mucho más complaciente con los delitos económicos y no hay sanción social frente a ellos. Ni siquiera hay sanción en los mercados. El último ejemplo es el de Terra Mítica, que en el último ejercicio ha perdido 38,8 millones de euros, según sus cuentas y 64,5 según su auditora Arthur Andersen. La empresa española ha reaccionado despidiendo al auditor y contratando otro para el año que viene. Asunto resuelto.
Es más que probable que los americanos tampoco fuesen tan escrupulosos si las trampas de sus empresas se hubiesen hecho fuera de su territorio nacional y sólo hay que recordar cómo tradicionalmente han comprado voluntades en Sudamérica. Pero dentro del país, la moral económica está por encima de todo. Se admite actuar como lobby, pero pobre del que sea pillado en falta. Si así ocurre, como en el caso Enron, por mucho que sea la empresa financiadora de las campañas electorales de su presidente, no hay piedad. Hasta los congresistas republicanos votaron a favor de la creación de nada menos que 50 comisiones parlamentarias de investigación sobre esa compañía. Compárese con la de Gescartera, la única que se ha creado en España en los últimos años y sus muchas limitaciones (un año después seguimos sin tener la más mínima noticia de donde fueron a parar los 30.000 millones de pesetas) o con el hecho de que no se hayan aceptado otras, como la recientemente pedida sobre el BBVA con el argumento de que se trata de actividades privadas.
Tras los años de espuma y gloria, ha llegado el momento de la purga en la economía mundial y hay que reconocer que la medicina es amarga pero imprescindible. Tendremos que aprender de los norteamericanos, que en esto del capitalismo tienen mucha experiencia y saben muy bien como administrar las cataplasmas en cada momento.
Hotel gratis
Es muy pronto para hacer balances turísticos pero empieza a crearse un clima muy negativo y, a veces, el clima es más difícil de combatir que el propio problema. Lo saben muy bien los gobiernos y los medios de comunicación que tratan por todos los medios de eludir la palabra crisis para definir la actual situación económica, aunque la Bolsa se haya dado un batacazo histórico, la inflación sea un 60% superior a la media europea, en el último año haya crecido el paro en 100.000 personas y el crecimiento del PIB se haya reducido a la mitad. Si no hablamos de crisis, no hay crisis, dentro de la misma regla no escrita que impedía dar referencia de los suicidios en la prensa durante el anterior régimen porque supuestamente tenían un efecto contagioso.
Hay que reconocer que los medios de comunicación, a fuerza de manosear algunos temas en demasía creamos un estado de opinión que acaba por convertir meras hipótesis en situaciones reales. Desde mucho antes de que entrase en vigor la ecotasa en Baleares ya se anunciaban balances turísticos catastróficos provocados por el nuevo impuesto. Luego se comprobó que el descenso de visitantes también afectaba a Canarias y otros territorios sin tasas específicas y los medios de comunicación se olvidaron de la supuesta causa del problema pero el estado de ánimo ya estaba creado.
Los propios hosteleros contribuyeron a agravarlo lanzando ofertas a precios irrisorios al turismo nacional para compensar las camas libres que ha dejado la crisis alemana. Aunque el número de plazas ofertadas a este precio sea muy escaso, el mensaje recogido una y otra vez por los medios de comunicación crea un efecto demoledor sobre el conjunto: el turismo está de saldo. Y ya no hay distinciones de destino o de categorías. El virus se propaga y contagia a hosteleros de la Península que, desesperados por la parsimonia con que los visitantes hacen ahora las reservas, temen no llenar y se lanzan a una alocada carrera para captar clientela. El resultado es una crisis general del sector, aunque el número de visitantes no varíe significativamente.
A la economía real se le ha añadido en estos últimos años la supuesta economía virtual, pero en realidad, lo que habría que añadirle es el estado de opinión. La economía virtual ha sido euforia colectiva en estado puro. Acabada la euforia, no son más que negocios corrientes, como cabía sospechar, con un componente tecnológico. Y los estados de opinión desafortunadamente son ciclotímicos, así que frente al reciente clímax ahora nos esperan bajamares permanentes.
Las primeras olas han salpicado a la Bolsa y al turismo. Lo veremos también en Cantabria donde nadie tiene en cuenta que cada año hay más plazas hoteleras y, sobre todo, más viviendas vendidas a veraneantes de toda la vida que ahora tienen el hotel gratis y no necesitan contratar alojamiento. Inevitablemente vamos a tasas menores de ocupación, algo que resulta muy fácil suponer pero que, de todas formas, nos sumirá en una profunda melancolía. Qué le vamos a hacer.
Capital riesgo en Cantabria
El riesgo es un factor estadístico. Usted corre más riesgos si pasa varias veces por debajo de una escalera que si lo hace una sola vez. Pero también es cierto que a fuerza de pasar usted puede ir mejorando las precauciones. Con una sociedad de capital riesgo ocurre algo parecido: cuantos más inversiones hace, más probabilidad de que alguna de ellas resulte fallida, pero también es cierto que puede mejorar la cobertura de los fallos, hasta llegar al grado de una aseguradora, que desde el primer día del año sabe con mucha exactitud el número de siniestros que tendrá que afrontar en el ejercicio, lo que le permite calcular el precio de las primas y el margen operativo que deben dejarle para mantener el negocio.
Esta forma de prever lo aparentemente imprevisible no es futurología, sino estadística y la estadística nos dice que no es fácil en Cantabria ejercer el papel de una empresa de capital riesgo como la que han creado el Gobierno regional, CEOE, el SCH y Caja Cantabria, una iniciativa loable pero en absoluto fácil.
La potentísima Sociedad de Gestión de Capital Riesgo del País Vasco sabe que más de la mitad de las iniciativas en las que participa van a salir mal. Pero también sabe que con el tercio largo de proyectos que tendrá éxito se resarcirá económica y socialmente, porque las empresas que triunfan tienen un efecto multiplicador sobre el empleo muy importante y generan plusvalías significativas.
La sociedad de capital riesgo vasca puede elegir entre un número muy elevado de iniciativas y después de esta selección, repartir los huevos entre bastantes cestas, pero ¿y la de Cantabria? La experiencia que hemos tenido con Sodercan demuestra que se presentan pocos proyectos y si la selección es muy severa, se corre el riesgo de no apoyar ninguno. Por ese motivo, se asumen más riesgos de los que sería razonable y aún así, el hecho de que el número de proyectos amparados sea pequeño impide ese efecto estadístico de compensación. El resultado, ya lo vimos. La mayor parte de las iniciativas en las que ha participado accionarialmente Sodercan no han tenido éxito y su papel de impulsor de nuevas empresas se ha ido agostando poco a poco.
Ojalá la sociedad que ahora toma el relevo pueda dar un impulso a la iniciativa empresarial. El disponer de un músculo financiero muy importante le dará una posición mucho más sólida, porque la experiencia histórica también demuestra que los proyectos de superior cuantía tienen también más garantías de éxito, pero las dimensiones de la región indican que jugará con unas cartas más bien pobres: Cantabria no da de sí para generar varias docenas de iniciativas cada año entre las que elegir. Y resultaría muy desanimante que ahora que tenemos el dinero, no encontremos proyectos en dónde emplearlo.