Santander recupera el parking y una Plaza de Farolas reconvertida

La estrategia elegida por el Ayuntamiento santanderino de facilitar el acceso de los automóviles al centro de la ciudad, propiciando la ampliación de los parkings subterráneos existentes, en lugar de aparcamientos disuasorios en la periferia, va a culminar en los primeros días de diciembre con la apertura del renovado aparcamiento de Alfonso XIII. Una obra que, como los parkings inaugurados en 2002 en las Cachavas, la Esperanza y Puertochico, supone también una cierta remodelación urbana.
Si en la larga espera hasta ver recuperada la plaza de Alfonso XIII se ha puesto el énfasis en su aportación para resolver los problemas de estacionamiento en el centro urbano, lo cierto es que los santanderinos van a encontrarse, además, con la agradable sorpresa de que la plaza ha sido transformada, para convertirla en el gozne que unirá el casco viejo de la ciudad con los Jardines de Pereda.
La remodelación de los cerca de 8.000 m2 de superficie afectados por la obra ha permitido la creación de un gran espacio público en el corazón de la ciudad que el viandante podrá recorrer, sin que el tráfico sea ya un obstáculo insalvable, desde la plaza de las Atarazanas hasta la renovada plaza de Alfonso XIII, para internarse después en los rincones arbolados del Parque de Pereda.

Un vial de un solo sentido

Para lograrlo, ha sido preciso eliminar la agresiva presencia de la calzada de doble sentido que canalizaba el tráfico entre el Paseo de Pereda y el Hotel Bahía. Convertido ahora en un discreto vial de servicio, esta calzada tan sólo podrá ser utilizada por los coches que, desde Calvo Sotelo, quieran dirigirse hacia la calle Somorrostro para subir a la catedral o hacia la glorieta del ferry. Ese vial también será accesible para dar salida a la calle Cádiz, pero siempre en dirección a la Bahía.
Como se ha hecho ya en otras zonas semipeatonalizadas, el vial tiene la misma cota que la plaza y un relieve para forzar a los automovilistas a circular a baja velocidad. En este caso se ha optado por un pavimento de adoquines de granito que se adecúan en color y en estética a los materiales empleados en la plaza.
Esos materiales siguen la pauta de los que ya existían desde la última remodelación. Los arquitectos que han elaborado el proyecto han mantenido una sobria gama de colores, por entender que se identifican mejor con la imagen de Santander, y han optado por el granito gris para los encintados y bordillos y negro para las losas del pavimento, alternando en bandas con caliza blanca y pizarra para cubrir las originales marquesinas de los accesos peatonales al parking, unas jirafas –en el argot de los propios arquitectos– que sirven también de lucernarios y van a ser elementos singulares de la plaza.
Estas construcciones tienen el exclusivo fin de añadir volumen a un espacio que no va a contar con ningún tipo de ornamentación, salvo las zonas ajardinadas. El propio Ayuntamiento impuso la condición de que quedase diáfana gran parte de la superficie para poder ser utilizada en eventos como ferias o exposiciones al aire libre.
El contrapunto al rigor de estos materiales lo pondrán las zonas ajardinadas, situadas al norte y al sur de la plaza. En ambos casos se trataba de crear una barrera acústica y visual para aislarla del tráfico que discurre por la glorieta del ferry o por el Paseo de Pereda. En la parte más próxima a la Bahía se ha optado por crear una pequeña masa de arbolado, con un bosquecillo de manzanos, árboles de poco porte como resulta obligado allí donde el suelo es escaso, puesto que debajo está el parking. Su buena resistencia al salitre ha sido otra de las razones sopesadas en la elección de este frutal, ya que la proximidad del mar obligó a descartar árboles más delicados como los cerezos, inicialmente elegidos.
La zona verde en que se integra este bosquecillo ha sido tallada simulando dunas u olas de césped que también aportan volumen y movimiento a una plaza bastante austera en su diseño. Unos rosales plantados en el talud visible desde la glorieta, aportarán el único contrapunto de color.
En el otro extremo de la plaza, la solución elegida para aislarla del denso tráfico que circula por el eje de Calvo Sotelo y el Paseo de Pereda ha sido la de levantar una pantalla vegetal con plantas de bambú sobre una gran jardinera. El agua será otro elemento ornamental, en forma de tres pequeñas láminas rectangulares, de unos 10 metros cuadrados, prácticamente integradas en el pavimento y situadas en la zona más próxima al Paseo de Pereda.
Las luminarias y el mobiliario urbano que completan el equipamiento de la plaza han sido elegidos manteniendo el mismo criterio de líneas sencillas y geométricas, para crear un entorno armonioso y poco tendrán que ver con las recargadas farolas que acabaron por imponer su nombre frente al de Alfonso XIII, una referencia ciudadana que desaparece con esta remodelación.
Los diseñadores han dejado una amplia zona despejada junto a los Jardines de Pereda, de manera que se puedan instalar carpas para cualquier evento, como la Feria del Libro, que tradicionalmente se instala en las proximidades.
De esta forma, la vieja plaza de Las Farolas, mantiene la vocación de foro público que le ha acompañado a lo largo de su historia, como escenario de multitud de manifestaciones y convocatorias políticas y sindicales.

Un parking ampliado

Si la nueva plaza conquista más espacios para el viandante, el automovilista que quiere acceder al corazón de la ciudad también va a encontrar debajo un parking renovado y ampliado, que poco tiene que ver con el precedente.
El nuevo aparcamiento va a aportar 815 plazas, repartidas en tres plantas, a una zona de la ciudad especialmente necesitada. Salvo las 300 plazas de la última planta, que serán sorteadas entre residentes una vez que el Ayuntamiento termine de elaborar la ordenanza, las 515 restantes serán de rotación. Esto permitirá disponer de más del doble de las plazas que tenía el parking en el pasado. Se estima que el precio de las plazas para residentes se situará en torno a los 20.000 euros, muy inferior a la cotización de la zona.
A las plazas de rotación se podrá acceder por dos entradas orientadas en dirección norte y sur, mientras que los residentes tendrán reservado para su uso exclusivo la antigua entrada situada frente a Correos. El parking cuenta también con cuatro accesos peatonales, dos de ellos con ascensor panorámico.
En el equipamiento se han utilizado tecnologías de gestión y control de aparcamientos como el lector de matrículas o un sistema, utilizado por primera vez en Santander, para indicar al usuario mediante luces verdes y rojas, dónde hay plazas libres.
La ampliación de la capacidad no sólo era una necesidad para la ciudad, sino que también era obligada para que un operador privado se animase a realizar la elevada inversión que exigía la rehabilitación del antiguo parking o rentabilizase el canon exigido por el Ayuntamiento. La destrucción parcial ocasionada por un coche-bomba de ETA en diciembre de 2002, hizo necesario demoler la estructura dañada por la explosión antes de comenzar la reconstrucción. De hecho, la primera tarea que tuvieron que abordar los trabajadores de Teconsa fue la de extraer los coches que, cuatro años después de aquel suceso, continuaban atrapados bajo los forjados, incluido el propio coche-bomba, que fue retirado por el Ministerio del Interior.

Ampliación

Para ampliar el parking ha sido preciso excavar hacia el norte (en dirección a la Delegación del Gobierno) y hacia la Bahía, por el sur. De este modo, se han logrado unos 27.000 metros cuadrados, repartidos en tres plantas.
Esta operación ha revestido una gran complejidad técnica, debido a la naturaleza del terreno. Al tratarse de una zona ganada al mar mediante sucesivos rellenos, era preciso construir una cubeta perfectamente estanca, para lo que se han levantado muros de hormigón de 60 centímetros de espesor hasta formar un gran vaso. Si en la zona próxima al mar ha habido que empotrar las pantallas de hormigón en las rocas que aparecieron al excavar, en la parte norte, los depósitos lodosos de la antigua ría de Becedo han obligado a recurrir a micropilotes para cimentar el forjado.
Esta tarea ha consumido buena parte del tiempo empleado en la construcción del parking, que comenzó en febrero de 2006, aunque el mayor contratiempo para terminar la obra en los plazos inicialmente previstos –coincidiendo con las pasadas elecciones municipales de mayo– fue la aparición de los muelles históricos de la ciudad. Hasta tres épocas diferentes se han documentado en los restos aparecidos, con muelles, que van desde el Santander medieval hasta el decimonónico.

Preservar la memoria histórica

Para salvaguardar parte de esa memoria histórica, en una capital que no anda muy sobrada de restos arqueológicos que recuerden su pasado, se ha arbitrado una solución salomónica en la que han intervenido tanto el Ayuntamiento como la Consejería de Cultura. El acuerdo ha consistido en trasladar al Parque de Las Llamas los sillares más modernos, pertenecientes al siglo XIX, algo que ya se hizo la pasada primavera, para formar con ellos uno de los muros del estanque central del Parque, y dejar una parte de los restos con mayor valor histórico –las primeras hiladas de los viejos muelles de los siglos XVI y XVIII– en el lugar donde han aparecido y donde podrán ser visitados por el público. Una solución respetuosa con la lógica, ya que su traslado total a otro emplazamiento como llegó a sugerir el entonces alcalde, Gonzalo Piñeiro, privaría de sentido a unos restos arqueológicos que carecen de valor si se sacan de su contexto.
Para facilitar su contemplación, la promotora del parking, la firma Proinsa, ha iluminado y acotado mediante una barandilla la zona que se va a exponer al público. Los viejos sillares ocupan unos cien metros cuadrados y se podrán observar en la primera planta del parking. Para resaltar su valor histórico, el Ayuntamiento de Santander y la Consejería de Cultura preparan un proyecto museístico, con paneles informativos y elementos que permitan una mejor observación y comprensión de este hallazgo.
Para la empresa promotora, además de una demora en la conclusión de la obra, el afloramiento de esos restos y su mantenimiento en el mismo lugar ha supuesto la pérdida de unas 25 plazas de estacionamiento, por lo que espera renegociar con el Ayuntamiento un ajuste en el canon que se había comprometido a pagar por la explotación del parking durante los próximos 50 años y que se eleva a 18,5 millones de euros.

Un largo proceso

Cinco años han transcurridos desde el cierre del parking, tras el atentado, hasta su reapertura, que tendrá lugar en los próximos días. Una larga paralización motivada por el desacuerdo entre el Ayuntamiento de Santander y el entonces titular de la concesión, Infraestructuras Montañesas que, a cambio de hacerse cargo de la rehabilitación del aparcamiento semidestruido por la bomba de ETA, pretendía obtener una renovación de la concesión, que ya estaba prácticamente vencida, por 30 años más. Este planteamiento no fue aceptado por el Ayuntamiento que optó por rescatar la concesión, que concluía en 2005, y concursar de nuevo la reconstrucción y gestión del aparcamiento.
Todo ello derivó en una nueva convocatoria, impugnada por Infraestructuras Montañesas ante los tribunales, para la remodelación y ampliación del parking. Una oferta que despertó un gran interés entre los operadores privados, dada la estratégica situación de este aparcamiento. Nada menos que once ofertas pugnaron por hacerse con la concesión, otorgada finalmente a Proinsa, una firma del grupo Martínez Núñez. También pertenece al mismo holding la constructora Teconsa, que ha sido la encargada de esta obra, que ha devuelto a Santander una pieza clave en la red de aparcamientos subterráneos de la ciudad que, con esta última aportación, suma ya 6.800 plazas de las que cerca de 4.000 son de rotación pública.

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