Agricultores a tiempo parcial

Si Cantabria fuese una región plagada de lagos, como Finlandia, quizá nuestros jubilados ocupasen su ocio en navegar en un pequeño bote, adquirido gracias las generosas subvenciones que allí se otorgan con ese fin. Todo lo que el estado finlandés invierte en este tipo de ayudas lo ahorra en gastos sanitarios derivados de las negativas consecuencias que tiene la inactividad para la salud en las personas mayores.
Pero como la nuestra es una región de raíces netamente rurales y de tradición agropecuaria no es extraño que los ayuntamientos hayan recurrido a disponer pequeños huertos donde los jubilados puedan emplear su tiempo y mantenerse activos. Santander, Bezana o Camargo son solo algunos de los municipios en los que se ha llevado a cabo esta iniciativa, pero siempre enfocada a los mayores y con una limitación temporal para poder atender todas las solicitudes. Dos años suele ser el máximo plazo por el que se concede la explotación de esos pequeños huertos.
Sin embargo, cultivar tus propias hortalizas o verduras no tiene porque ser solo un recurso vinculado a las políticas sociales o de salud de un ayuntamiento. Iniciativas puestas en marcha en otras comunidades han demostrado que quienes más se interesaban por disponer de una pequeña parcela para trabajar en ella es gente joven. Sea por una mayor sensibilidad ecológica, por el placer de producirse uno mismo los alimentos o como vía de escape de una realidad muy poco confortable, el cultivo de un pequeño huerto se ha convertido en un hobby en alza. El problema es que no todo el mundo lo puede practicar, porque es imprescindible contar con un terreno.
Este planteamiento es el que ha llevado a Cristian Vélez a crear en Santander una empresa de alquiler de parcelas, Ecofarmers, que pone al alcance de quien lo desee la posibilidad de contar con un terreno propio donde poner a prueba sus habilidades como horticultor.

Tres hectáreas de huertos

Elegir Santander para el proyecto se justifica porque es en la capital donde se concentra el mayor número de potenciales aspirantes a convertirse en agricultores a tiempo parcial y donde menos probable es que cuenten con un terreno. Pero implicaba la dificultad de encontrar una finca adecuada en ese entorno urbano.
El suelo rústico del municipio santanderino está sujeto a las limitaciones que impone el POL (Plan de Protección del Litoral) y, en su ordenamiento urbanístico se contempla que los promotores que quieran construir en la ciudad deben compensar al Ayuntamiento con la cesión de terrenos adquiridos en esa franja litoral. De ahí las dificultades de Vélez para encontrar una finca con el tamaño adecuado y que pudiese alquilar a sus propietarios por un plazo de tiempo suficiente como para rentabilizar las inversiones que tendría que realizar. Finalmente llegó a un acuerdo con el propietario de una finca de cien mil metros cuadrados en la zona de Monte, para dedicar tres hectáreas a la agricultura ecológica, parceladas en pequeños huertos que cualquiera puede alquilar.

Parcelas de todos los tamaños

El tamaño mínimo de la parcela es de 25 metros cuadrados, una medida idónea para que una o dos personas entretengan su ocio cultivando sus propias verduras. Pero la superficie que se alquile puede ser tanta como se quiera. Todas las parcelas se ofrecen ya preparadas (aradas, desmenuzadas y abonadas) y todas cuentan con toma de agua propia. Además, el alquiler incluye la posibilidad de utilizar herramientas de un almacén colectivo, un curso de formación para quienes quieran iniciarse en la horticultura y asesoramiento permanente para resolver cualquier duda.
El alquiler de la parcela más pequeña cuesta 29,9 euros al mes, con una matrícula inicial de 50 euros. Los contratos tienen una duración mensual y se pueden prorrogar indefinidamente. El objetivo que se persigue es que nadie se sienta obligado a mantenerlas si decae su interés y que los usuarios acaben formando una comunidad de aficionados a la horticultura que intercambien experiencias y conocimientos.
Tampoco hay demasiadas restricciones en los cultivos, donde caben todo tipo de hortalizas, verduras, plantas aromáticas, ornamentales o frutales, aunque en este caso se les buscará una ubicación en la que no proyecten sombra sobre los huertos vecinos.

Proyectos solidarios

En el proyecto puesto en marcha por Vélez se incluyen varias modalidades de aprovechamiento solidario de los huertos. Por ejemplo, al usuario se le ofrece la posibilidad de que destine el diez por ciento de lo que coseche a la Cocina Económica, una obra social de las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl que funciona en Santander desde 1908. También le ha ofrecido diez huertos de cien metros cuadrados al Ayuntamiento de Santander sin coste para que la Corporación los ceda, a su vez, a familias en situación de necesidad. Ecofarmers les proporcionaría la asistencia técnica y material necesaria y la cosecha recogida se repartiría a partes iguales entre la familia y el Banco de Alimentos.
Otra opción son los llamados ‘huertos solidarios’, parcelas que alguien paga para que una familia con dificultades económicas las cultive para su propio consumo. Incluso se ha previsto una fórmula para quienes les gustaría contar con sus propios productos pero no tienen tiempo para hacer los cultivos. Para estos urbanitas que quieren comer sano y de manera más personalizada, la empresa ofrece cultivarles sus huertos, mantenerles informados de su evolución mediante fotografías periódicas, recoger la cosecha y enviársela a casa.

Agricultura ecológica

Ecofarmers ha iniciado el proceso para obtener la certificación de agricultura ecológica y otra parte de los terrenos se dedicarán a microhuertos para restaurantes o pequeñas tiendas de alimentación que quieran ofrecer productos ecológicos a sus clientes.
El proyecto ideado por Vélez se completa con la impartición de cursos y talleres para iniciarse o avanzar en este tipo de cultivos, y con el desarrollo de un programa de hábitos saludables de alimentación orientado a los niños que incluirá una visita guiada a la finca, con explicaciones también en inglés, para fomentar el bilingüismo, el cultivo ecológico, el ahorro del agua y el reciclaje.
Aunque se trate de un proyecto tan vinculado a la tierra, Vélez ha tardado un año en susperar toda la tramitación administrativa. Una espera que habrá merecido la pena si este promotor consigue hacer realidad su propósito de poner al alcance de quien lo desee la posibilidad de emplear su ocio en algo tan atávico como cultivar la tierra.

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