¿Son los empleados buenos prescriptores / influencers de su empresa?
En el mundo empresarial de hoy, la comunicación efectiva de los colaboradores es más que una habilidad deseable, es una herramienta indispensable que puede hacer o deshacer la imagen de una marca. Cada empleado es un embajador de la marca, un representante de la misión y los valores de la empresa. Cuando se comunican bien, no solo transmiten información, sino que también construyen relaciones, inspiran confianza y fomentan un ambiente de trabajo positivo. Es como tener un equipo de superhéroes de la comunicación, cada uno con su propio estilo único, pero todos luchando por el mismo objetivo: llevar la empresa a otro nivel.
En un entorno tan competitivo, cada interacción cuenta, los empleados no son solo trabajadores; son los embajadores de la marca, los portavoces de la misión y los personajes principales en la historia del éxito. Especialmente aquellos que representan en ferias, congresos y mesas redondas, donde una primera impresión puede ser la diferencia entre un negocio cerrado y una oportunidad perdida. Los empleados que se comunican bien son la voz de la empresa, y esa voz debe ser clara, coherente y, sobre todo, humana. Así que la próxima vez que alguien deba ponerse su traje de negocios, debe recordar que el superpoder no está en la corbata, sino en la capacidad de comunicarse.
Para conocer la importancia de la comunicación en el entorno corporativo, se ha contactado con Jesús Ripoll, CEO y fundador de la Escuela de Conferenciantes de Helpers Speakers, referentes en la formación de portavoces y oradores.
La importancia de una (buena) primera impresión
Por ejemplo, un empleado que se encuentra en un ascensor con un posible cliente clave. En ese breve trayecto, tiene la oportunidad de presentar su empresa y sus valores de una manera que podría resultar en una asociación fructífera. En lugar de subirse a ese tren (o ascensor), el tipo se bloquea, es incapaz de articular palabra y finalmente suelta un “pues parece que se ha quedado buena tarde”
Ahora viene la pregunta del millón: ¿Puede un equipo -o una persona- explicar en breves segundos a qué se dedica su compañía?
Aquí es donde entra en juego el arte del ‘elevator pitch’ o “discurso de ascensor”. Se trata de un discurso breve y convincente que explica claramente lo que hace su empresa, cómo lo hace y por qué es única. No es solo una tarjeta de presentación o una simple venta; es una narrativa cautivadora que encapsula la esencia de su marca y sus valores. Pero, ¿cómo se construye un elevator pitch efectivo? La respuesta es formación en oratoria.
La comunicación y oratoria en el entorno corporativo
La oratoria no es solo para políticos o conferenciantes; es una competencia crítica para cualquier profesional que desee ser un buen embajador de “su” marca (ya sea él mismo como emprendedor o representando a su empresa). La capacidad de comunicar ideas de manera clara, concisa y persuasiva es esencial en congresos, mesas redondas y, en realidad, en cualquier interacción profesional. Los empleados bien formados en esta disciplina pueden representar a su empresa sin problemas, transmitiendo confianza y credibilidad.
La formación en oratoria permite a los empleados dominar el arte de la narrativa, aprender a controlar su lenguaje corporal, tono de voz, a manejar con gracia las preguntas difíciles, a estructurar su intervención y tener claro el mapa mental, saber usar el humor sin resultar un “cuñao cargante”, tener claro qué líneas rojas no han de cruzar…
Esto no solo mejora su capacidad de representar a la empresa, sino que también fortalece la marca en sí. Cuando los empleados pueden hablar con pasión y precisión sobre los productos y servicios de la empresa, se convierten en embajadores genuinos de la marca: sí, verdaderos influencers.
Cómo subir el elevator pitch a la planta alta
De la conversación con Jesús Ripoll de Helpers Speakers se han sacado algunos consejos prácticos para trabajar la tarjeta de presentación a través de un elevator pitch. A continuación, algunos consejos para perfeccionarlo:
Concentrarse en lo importante: identificar el núcleo del mensaje y asegurarse de que cada palabra cuente.
Ser creativo: diferenciarse con un enfoque único que capture la atención y el interés de la audiencia.
Usar lenguaje positivo y natural: mantener un tono profesional pero accesible.
Transmitir con entusiasmo, confianza y pasión: la energía y la convicción pueden ser contagiosas.
Ensayar: practicar el discurso hasta sentirse cómodo y poder presentarlo sin esfuerzo.
Adaptar el mensaje: personalizar el elevator pitch para cada audiencia o situación específica.
Mantenlo breve: idealmente, el elevator pitch debe durar entre 30 y 60 segundos.
Incluir una llamada a la acción: terminar con una invitación clara a seguir la conversación.
Formarse y recordar que la práctica hace al maestro. Cuanto más se practique y se reciba retroalimentación, más se afinará el elevator pitch. Considerar formarse con expertos en comunicación, como los que se pueden encontrar en la Escuela de Conferenciantes de Helpers Speakers, para desarrollar aún más las habilidades.
Invertir en la formación (tanto la propia como la de los empleados) es como plantar un árbol que dará sombra y frutos en el futuro. No solo les proporcionas las herramientas para mejorar en su trabajo actual, sino que también los preparas para ser los líderes del mañana. Y al decir líderes, se refiere a esos que dan órdenes desde un despacho. Líderes en la conversación, en la negociación y en la representación de los valores que hacen única a la empresa.
Conclusión: ¿invertir en formación de oratoria? Sí rotundo
Solo hay que pensar, ¿qué mejor producto hay que un empleado bien informado y apasionado? Un empleado que no solo conoce el producto de adentro hacia afuera, sino que también cree en él. Ese entusiasmo es contagioso, y en eventos como ferias y congresos, se propaga más rápido que el último chisme de la oficina. Cuando un empleado se siente seguro de su conocimiento y habilidades, esa confianza se transmite. Y en el mundo de los negocios, la confianza es la moneda de mayor valor. Un empleado confiado puede convertir a los escépticos en creyentes y a los indecisos en fieles seguidores.
Así que, cualquier directivo debe recordar que sus empleados son su equipo y su tesoro. Formarlos es más que una obligación; es una oportunidad para cultivar la voz de la marca y asegurarse de que cada palabra que pronuncien sea tan poderosa como la visión que se tenga para la empresa.