“Estamos pensando en vender la pesca sin intermediarios”

Pregunta.– Las ayudas para paliar la subida del gasoil terminaron el pasado 31 de diciembre. ¿Cuál es el balance del acuerdo?
Rodolfo Iglesias.– Para nosotros, el acuerdo ha sido negativo porque es discriminatorio. Hay flotas a las que le sale el gasoil a 47 pesetas, flotas a las que le sale a 40 y otras a cinco pesetas porque el presidente de la Federación Nacional de Cofradías firmó que se bonificara el 67% de la Seguridad Social y hay barcos que llevan 16 hombres mientras que otros, con las mismas características y con el mismo consumo, llevan siete u ocho. Por eso, la rebaja de la Seguridad Social a un barco le puede suponer un ahorro de 500.000 pesetas y a otro sólo de 250.000. Por lo tanto, a uno le sale el gasoil a treinta y tantas pesetas y al otro a 47. También han salido beneficiados los barquitos muy pequeños que gastan poco gasóleo pero llevan cuatro o cinco personas. Nosotros lo que reivindicamos es un precio de 30 a 35 pesetas para todos.
P.– ¿El presidente no consultó a las Cofradías antes de firmar?
R. I.– El presidente sí consultó pero no como se había acordado en el Comité Ejecutivo. Se le había dicho que lo llevara a la Mesa, en Madrid, y allí lo analizaríamos. Él delegó en el secretario general, un economista que empezó a negociar a las seis de la tarde, acabó a las ocho y media y a las diez de la noche envió un fax a todas las cofradías pidiéndonos que nos definiéramos sobre el acuerdo, cuando a esa hora la mayoría estaban cerradas. Yo, como vocal del Comité Ejecutivo y representante de Cantabria, mandé un fax a las 11,35 de la noche en el que decía que la Federación de Cofradías de Cantabria, una vez consultados los patrones de todas ellas, a los que localicé como pude, no lo aceptaba. Después de firmar, el presidente dijo que había tenido el apoyo del 70% de las cofradías españolas y pudo tenerlo, pero fue porque muchísimas no tuvieron tiempo material de contestar. Las de Valencia y Barcelona, por ejemplo, contestaron a las 10 de la mañana, cuando el acuerdo ya se había firmado. El presidente tuvo el apoyo de Galicia casi en su totalidad porque tiene nueve mil y pico embarcaciones de artes menores que consumen menos de mil litros de gasóleo al mes y el acuerdo les interesaba, pero el grueso de la flota, que representamos nosotros ahora, ha salido perjudicado.
P.– A partir de ese desacuerdo se ha producido una escisión en la Federación Nacional de Cofradías.
R. I.– Efectivamente, a partir de ahí nos reunimos los miembros del Comité Ejecutivo que no aceptábamos el acuerdo, que somos Andalucía, Cataluña, Cantabria y Palma de Mallorca, a los que hay que sumar Guipúzcoa y Vizcaya, aunque no forman parte de la Federación, y envié un fax al presidente pidiéndole que reuniese al Comité para explicar por qué se tomó la decisión. Eso fue el 28 de septiembre y todavía no nos ha convocado. A raíz de eso, las autonomías afectadas hemos creado una plataforma y aunque todavía no está legalizada, ya hemos estado reunidos con el secretario general de Pesca Marítima y con el director general de Estructuras. Nosotros representamos a 5.338 barcos, lo que significa alrededor de 27.230 pescadores, y con 293 millones de litros de gasoil gastado, suponemos el 74% del consumo de la flota de bajura. Ellos pueden tener muchas cofradías, pero de barcos pequeñitos que consumen muy poco.
P.– ¿La Administración les ha reconocido como interlocutor?
R. I.– Sí, el propio secretario general de Pesca nos ha dicho que está abierto al diálogo y que cuando ahora se vuelva a negociar con el Transporte y con los Agricultores entraremos la Federación Nacional de Cofradías por un sitio y nuestra plataforma por otro.
P.– ¿Esta coordinadora actuará al margen de la Federación en otras cuestiones?
R. I.– En un principio lo que queremos es hacer una buena negociación del gasóleo y poder seguir trabajando. Y también queremos una reunión con el presidente de la Federación Nacional y si dimite, que es lo que pediremos, porque su negociación ha sido pésima, seguiríamos integrados en la Federación porque la flota de bajura no quiere estar dividida.
P.– Ese primer acuerdo ha estado tan sólo tres meses en vigor ¿tendrá más alcance temporal el que se va a negociar?
R. I.– Queremos que los nuevos acuerdos sean de alcance anual, y no vamos a decir que nos dejen el gasoil a treinta o treinta y cinco pesetas y que esa cifra se mantenga fija si mañana bajase más el precio de mercado, porque no tendría sentido. En una negociación sabemos que ambas partes tienen que ceder, pero tenemos muy claros los pasos que hay que dar, y se darán siempre consultando al sector.

“Nos planteamos vender nosotros mismos y quitar los intermediarios”

P.– ¿Por qué esa cantidad de 30 a 35 pesetas?
R. I.– Nos basamos en la rentabilidad de la propia empresa. Un barco medio de cerco puede gastar al día unos 1.500 litros de gasóleo que ahora está a 53 o 54 pesetas y eso supone desembolsar una cantidad de dinero muy elevada, teniendo en cuenta que el año pasado lo estábamos pagando a 20 pesetas o a 23. Con esas 30 o 35 pesetas hemos visto que el armador puede salir a la mar y rentabilizarlo, porque hay que tener en cuenta que el precio del pescado está como hace 20 años: el chicharro se cobra en lonja a 40 pesetas, lo mismo que la sardina, incluso a veces a 20 pesetas; otras veces hay que tirarlo a la mar porque no tiene venta. Nosotros no tenemos un producto en el que podamos aplicar el IPC.
P.– ¿Por qué no se puede repercutir la elevación de los costes, como en cualquier otro sector?
R. I.– La subasta del pescado en lonja es a la baja. Empezamos por un precio alto y va bajando; además, nos están trayendo mucho pescado de fuera, de peor calidad. No es merluza del Cantábrico –que vendemos a 1.500 pesetas y la ves en la plaza a 4.000, con lo que el intermediario está ganando mucho dinero pero el pescador no–, sino, por ejemplo, de Namibia, que aparece en los puestos a 1.500 pesetas. El problema está en lo que nos traen de fuera; yo estoy de acuerdo en que todos somos europeos y tenemos que aceptar la anchoa de Francia o el bonito de Francia y de Inglaterra porque son países de la Unión Europea, pero lo que nos está haciendo más daño es lo que traen de terceros países, como Marruecos, Namibia o Sudáfrica, que es pescado de muy mala calidad, a veces en condiciones para la conserva. La verdad es que no encontramos otra solución que tratar de darle una salida nosotros mismos. Estamos pensando en quitar de enmedio al intermediario y vender nosotros directamente a los Mercas, pero eso llevaría tiempo, porque hay una serie de requisitos legales. Tampoco podríamos hacerlo como Cofradía porque la Cofradía es una entidad de derecho público sin ánimo de lucro; tendríamos que buscar otras fórmulas jurídicas para poder hacerlo.
P.– ¿En qué mecanismos ha pensado la Coordinadora para compensar el precio de gasoil?
R. I.– Esa misma pregunta nos la planteó el secretario general de Pesca porque no se puede rebajar directamente el precio del gasoil pesquero, que no tiene ningún impuesto, y la seguridad social del mar es un régimen subvencionado. Que el Ministerio, con sus economistas y abogados, busquen una solución, y si tiene que ser a través de la seguridad social, que no se haga a través de los armadores; dénselo a la cofradías de pescadores y que lo repartan de una forma equitativa. Lo que pedíamos, y seguimos insistiendo, es el precio objetivo de 30 o 35 pesetas porque les hemos demostrado que es imposible sostener esto más tiempo. Con el gasóleo a 53 y 60 pesetas, suponiendo que traiga a tierra los 7.000 kilos de sardinas que se me permite pescar como máximo por embarcación y día, y lo venda en lonja a 40 pesetas, son 280.000 pesetas lo que ingreso. De ahí tengo que quitar 1.500 litros de gasoil a 60 pesetas, y tengo que quitar la parte correspondiente de seguridad social con lo que no me queda nada… Y estoy hablando de barcos de 200 millones de pesetas, que nos han dado una subvención del 60%, pero hay que pagar las letras del otro 40%.
P.– La pesca de altura del Cantábrico ha sufrido un serio revés con la decisión de la UE recortar la cuota de captura de merluza.
R. I.– La merluza se había pescado en el golfo de Vizcaya hasta Escocia por derechos históricos, y ahora nos recortan un 47%, que supone 5.521 toneladas, y nos aumentan 250 toneladas en aguas del Cantábrico que son simbólicas porque no las hay. Prácticamente ya no hay merluza en el Cantábrico; la poca que sale es esporádica, al final de la primavera. Merluceros que iban al día y te traían 40 o 50 cajas, ahora traen una o dos y, como no es rentable, se están dedicando a otras pesquerías.

“Sales a la mar y no hay nada. Es como si pasases por un desierto”

P.– En otras especies sí hemos salido favorecidos.
R. I.– En la anchoa hemos salido muy bien porque tenemos la misma cuota que el año pasado: 29.700 toneladas de las 33.000 que tiene toda la Unión Europea. Otra cosa muy buena que hemos conseguido es poder pescar entre las seis y las doce millas, la zona a la que solemos ir a comienzos de costera, y que el año pasado nos vedaron por estudios científicos, aunque no la vedaron para los franceses, porque los encargados de vigilar las aguas son los propios estados miembros. Los patrulleros franceses enseguida se nos echaban encima y nos multaban o nos echaban a tierra para hacer el expediente, mientras que los franceses podían faenar en esa zona. Nos sentíamos discriminados. Esta veda nos quitaba 70 millas a lo largo de la costa francesa entre Bayona y Burdeos. Esperemos que venga una costera tan buena como la del año pasado, que fue excelente a pesar de que los biólogos pedían un recorte del 85% de la cuota porque decían que esto de la anchoa está muy mal y se acaba. Menos mal que los ministros de la Comunidad entendieron que era un recorte excesivo, porque los biólogos se equivocaron y ha sido una de las mejores costeras desde hace 20 años.
P.– ¿Esta la flota cántabra bien dimensionada para la pesca que existe?
R. I.– Hoy en día, Cantabria no tiene muchos barcos. Por ejemplo, de cerco tenemos 70 embarcaciones que se dedican al bocarte, al chicharro y a la sardina en invierno y que en verano suelen ir a la costera del bonito. No es excesivo, porque luego nos quedan muy pocas merluceras. En todo el noroeste del Cantábrico hay 220 o 230 embarcaciones que se dedican a la costera de anchoa, un número razonable. Lo que ocurre es que países como Francia se están dedicando a pescar con unas artes no selectivas. Desde el año 90 o 91, en que empezaron a usar las redes pelágicas y las volantas, las llamadas cortinas de la muerte, las capturas han ido disminuyendo dentro del caladero Noroeste y dentro del Golfo de Vizcaya, que son sus aguas. Nosotros trabajamos la costera de la anchoa desde mediados de marzo a uno de junio, y hasta el siguiente marzo no volvíamos a tocarla, pero ellos están pescando prácticamente todo el año, excepto esos meses que nos dejan pescar a nosotros para que no haya enfrentamientos por la incompatibilidad de artes. Antes esa anchoa venía para el Cantábrico pero ahora ya no nos llega.
P.– ¿No hay homogeneidad dentro de la Unión Europea en artes de pesca?
R. I.– No, ese es el contrasentido. En España, afortunadamente, tenemos prohibida la pesca con volanta al bonito y la pesca con artes pelágicas, que son artes de arrastre sobre la superficie o a media altura, pero ellos no lo tienen prohibido. El francés es más economista que pescador, busca una rentabilidad inmediata y coge indiscriminadamente todas las especies que le caigan. Ecológicamente, es un aparejo destructivo porque caen delfines, tortugas… todas las especies habidas y por haber; y luego están los descartes, la pesca más pequeña de lo autorizado, que tienen que tirar. En una palabra, están destruyendo la mar. Lo que le hemos pedido siempre a la UE es que pesquen como nosotros, con artes altamente selectivas y así seguiremos viviendo de la pesca; de otra manera, desaparecerá. Nuestra pesca artesanal, la de toda la vida, ha tenido costeras mejores y peores, pero siempre se han compensado unas con otras; sin embargo ahora cada vez están viniendo peor. El stock de sardina se está acabando; antes salías y con el sonar localizabas los bancos de peces pero, además, veías las manchas de sardina. Ahora sales y es como si pasases por un desierto. El sonar no detecta pescado, no lo hay, se está acabando.
P.– Precisamente ahora se va a establecer una parada biológica de dos meses para la pesca de la sardina.
R. I.– No se ha planteado como parada biológica, sino como veda y nosotros hemos pedido a la comunidad autónoma que uno de los dos meses sea parada biológica subvencionada.
P.– ¿Puede darse por concluida la reestructuración de la flota cántabra?
R. I.– Hay puertos en los que la flota se ha modernizado casi totalmente y otros en los que todavía falta. Creo que ahora tenemos el sesenta y tantos por ciento de la flota modernizada y podemos llegar al 90% contando con que las ayudas del IFOP duren hasta el 2006. También hay embarcaciones que dejan la actividad y van para el desguace, aunque son casos muy aislados.
P.– ¿Hay un proceso de renovación generacional en el sector pesquero?
R. I.– Estamos teniendo problemas de gente porque la vida del pescador es dura y el trabajo que realmente hace no está remunerado. En los puertos, nos estamos dando cuenta que la gente joven ya no se está dedicando a ir a la mar. Los que estudian buscan un futuro en el que puedan ganar más dinero y la gente que no estudia, el típico chaval que empezaba a los 16 años en la mar porque su padre era pescador y lo único que sabía era pescar, se está pasando a la construcción. Por ejemplo, en el caso de San Vicente se me han ido ocho a trabajar a la autovía. Hoy en día, los barcos están mucho mejor preparados y la comodidad ha mejorado mucho, pero sigue siendo un sector que no tiene un sueldo fijo; hay veces que un marinero puede ganar al mes 25.000 o 30.000 pesetas, meses de invierno muy malos, semanas sin poder salir a la mar… Podría hablar de pescadores que tienen de soldada anual apenas un millón de pesetas. En la mar tampoco hay horarios, cuando vas a bonitos puedes estar hasta 28 días sin tocar tierra, moviéndose en un barco de 30 metros de eslora en el que conviven 15 o 16 personas; por eso muchos jóvenes lo rechazan.

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