Controles a pie de establo
En los próximos dos años, el Gobierno cántabro gastará 6,2 millones de euros en el control sanitario de las 295.000 cabezas de ganado que forman la cabaña vacuna de la región. Un paso más en una larga lucha de décadas por erradicar enfermedades como la tuberculosis, brucelosis, leucosis o la perineumonía bovina, en la que no siempre se ha contado con la comprensión y colaboración de los ganaderos.
Aunque la campaña se sacará de nuevo a concurso este otoño, la tradicional ausencia de competidores invita a suponer que, de nuevo, el trabajo de campo le será encargado a Servicios Veterinarios de Cantabria, la empresa que durante los últimos dieciocho años ha venido recorriendo todos los establos de la región con esta misión.
Cantabria, que fue una de las primeras comunidades en sistematizar las campañas de saneamiento ganadero, ha sido pionera también en la contratación de estos trabajos con veterinarios en paro, dado que la tarea desborda las posibilidades de su plantilla.
Los veterinarios contratados, al finalizar la campaña, volvían irremediablemente al desempleo durante casi medio año. En 1988, 27 de ellos fundaron una sociedad anónima, denominada Servicios Veterinarios de Cantabria (Servetcansa) con la idea de acudir a los concursos que por entonces comenzó a convocar la Consejería de Ganadería, y conseguir otros contratos para dar estabilidad a sus empleos. Desde entonces, esta firma ha venido haciéndose cargo de todas las campañas de saneamiento ganadero convocadas en la región y su colaboración con la Administración se ha ido ampliando a medida que la Unión Europea exigía más controles de salubridad e identificación de las reses.
El ejemplo de la empresa cántabra ha sido seguido por otros veterinarios de Castilla y León, que hace dos años crearon una cooperativa para participar en las campañas de saneamiento. En otras regiones, este servicio lo suele prestar la empresa pública Tragsa, que contrata para cada campaña a los técnicos que precisa.
Casi cien trabajadores
Atender a las necesidades sanitarias de una cabaña tan dispersa como la cántabra, y con muchas estabulaciones repartidas por zonas de difícil acceso, exige contar con una plantilla amplia y Servicios Veterinarios no ha dejado de crecer en estos años, hasta contar con cerca de cien trabajadores. De ellos, 54 son licenciados en veterinaria que realizan el trabajo de campo. También ha habido cambios en la titularidad de la empresa, ya que a medida que varios de los fundadores se integraron en la Administración como funcionarios, han ido vendiendo su participación en la sociedad.
Una de las preocupaciones permanentes de quienes fundaron la empresa fue la de desarrollar más actividades para ocupar los meses que no son empleados en las campañas de saneamiento. En parte, se consiguió cuando la Administración generalizó la exigencia de las pruebas sanitarias de venta. La intervención de los veterinarios en cada transacción de reses para la identificación del animal aporta una garantía adicional a la que ofrece la campaña de saneamiento.
Otro tanto ocurrió con las medidas adoptadas en 1998 para identificar a todos los animales nacidos en Cantabria. El veterinario ha de colocar un crotal en la oreja de la res recién nacida y expedir un documento que, a modo de DNI, servirá para asegurar la trazabilidad del animal a lo largo de toda su vida.
Con estas nuevas actividades, Servicios Veterinarios logró garantizarse una ocupación estable para su plantilla, hasta el punto de que hoy el 90% de su personal es fijo.
La propia evolución de las campañas de saneamiento ha contribuido a ello. Desde 2004 se han desdoblado en dos fases, cuyo desarrollo les ocupa todo el año. A los controles habituales que se realizan durante lo que el sector abrevia como “la campaña” –una prueba de un amplio catálogo de enfermedades que viene a durar unos seis meses– se han sumado unas pruebas específicas para la erradicación de la brucelosis, cuyo rebrote había alcanzado niveles de afectación muy elevados.
Las duras medidas establecidas por la Consejería para hacer frente a esta enfermedad encontraron una fuerte contestación en algunos sectores ganaderos, ante la crudeza con que hubo que aplicar los vaciados sanitarios de establos, pero los resultados son muy favorables. La incidencia de la brucelosis ha pasado en tres años del alarmante 5,4% al que había llegado a un 0,39%, lo que ha evitado que la UE acabase imponiendo una vacunación masiva que habría tenido consecuencias económicas muy negativas para los ganaderos, ya que hubiese provocado la pérdida de la tarjeta sanitaria para todos ellos. La vacuna inocula una porción del agente patógeno que, a partir de ese momento, se confunde en los análisis de sangre con los auténticos positivos producidos por la enfermedad y, por tanto, eso habría significado el cierre temporal de los mercados.
Para evitar la colusión de intereses que podría producirse si los veterinarios de la campaña oficial prestasen, al mismo tiempo, servicios privados a los ganaderos en la atención en partos, inseminaciones o dietas de nutrición, la empresa decidió renunciar a este tipo de encargos. De esta forma se evita la vinculación económica con explotaciones sobre las que realiza un trabajo de vigilancia y control que, en algunos casos comportan la obligación de tomar medidas muy duras, tanto para el que ha de decidir el sacrificio de todo un establo, como para el propietario de las vacas, que se encuentra ante una circunstancia desoladora.
La informática en el establo
Recorrer los valles y montes de Cantabria para llegar a cada una de las explotaciones ganaderas no es sencillo ni cómodo. Por eso, los veterinarios de Servetcansa fueron pioneros en la utilización de terminales portátiles para introducir la información desde los establos que visitan y volcarla luego en las bases de datos de la Consejería. El éxito de este sistema ha relegado al olvido el uso del papel en el seguimiento de las campañas y permite que la Administración tenga un control inmediato y permanentemente actualizado de los trabajos de campo.
Estos terminales, diseñados para las difíciles condiciones en que se realizan las campañas de saneamiento, se van a complementar ahora con máquinas fotográficas digitales que sustituirán a las viejas Polaroid, utilizadas para la identificación de los animales en las pruebas sanitarias de venta.
Sin temor al futuro
La fortísima reducción del número de explotaciones ganaderas que experimenta Cantabria es considerado por la empresa como un proceso natural de selección que, a la postre, dejará a los ganaderos más profesionales y activos.
En realidad, su trabajo futuro no dependerá tanto del número de vacas como de la evolución de la política comunitaria de controles sanitarios, cada vez más exigente, y de las decisiones que tome la Consejería de Ganadería: “A día de hoy, no hay ninguna enfermedad emergente que esté en proceso de control –señala el presidente del consejo de administración de Servetcansa, Vicente Fernández Torre–, pero las enfermedades van evolucionando y a veces no lo hacen de la manera que desearíamos”.
El papel de los veterinarios casi nunca es fácil y no siempre han sido bien recibidos en los establos. Durante muchos años han tenido que luchar con la picaresca de ganaderos que pretendían esconder parte de sus reses trasladándolas de estabulación, pero, a medida que el sector se depura, también se ha profesionalizado y así lo reconoce Fernández Torre: “El ganadero cuenta ya con la suficiente preparación profesional para admitir que alguien tiene que ir a hacer este trabajo en su establo”.
La adquisición en 2001 de una flota de vehículos propia y rotulados también ha servido para disipar el recelo que siempre suscitan las visitas entre los ganaderos y ha contribuido a respaldar su carácter oficial. Cada uno de los 38 vehículos de Servicios Veterinarios Cántabros recorren cada año una media de 50.000 kilómetros por carreteras y pistas forestales.
La seguridad de la empresa en su futuro se manifiesta en la decisión de levantar una nueva sede en el polígono de Requejada (Polanco), a donde se trasladará el próximo verano desde su actual ubicación, muy próxima. En las nuevas oficinas también habrá sitio para Ambigest, un firma especializada en el control de plagas cuya franquicia para Cantabria y Asturias asumieron hace doce años con la intención de diversificar su actividad hacia ámbitos de negocio que no le estaban vedados por el estricto código deontológico al que le obliga su responsabilidad como controladores de la cabaña ganadera cántabra.