PILAR VINSAC, ESCUELA DE DISEÑO VINSAC

P.- ¿Cómo acaba en Santander una barcelonesa afincada en Madrid como usted?
R.- Por pura casualidad. Hace 20 años vine para impartir un curso de diseño de interiores de cinco meses. Como el curso salió bien, me volvieron a enviar aquí y me ofrecieron hacerme cargo de la filial de la escuela de diseño para la que trabajaba. Acepté, pero al año siguiente cerraron la delegación.
P.- Y con las mismas, ¿no pensó en regresar a Madrid?
R.- En ese momento se me planteó la disyuntiva de volver atrás o tirar para adelante, pero como ya había desmontado la casa y mis hijos estaban matriculados en la universidad me dije ¡a por todas!. Nadie apostaba por mí, pero basta que me digan no para que yo lo intente. Fue arriesgado porque empezamos ofreciendo una titulación privada pero, poco a poco, hemos ido homologando los cursos y cambiando de locales para cumplir con los requisitos del Ministerio.
P.- ¿Tenía mucha competencia en Cantabria?
R.- Había dos escuelas oficiales que han ido cerrando en los últimos años porque no es rentable. Lo que pasa es que yo he tenido mucho apoyo de las personas que he conseguido poner a mi alrededor. Desde el principio hubo dos que decidieron seguir en mi barco y ahora son 18 profesores que se implican y que creen en los proyectos. Su calidad profesional y humana es el mayor valor de Vinsac. Sin ellos no hubiera llegado donde estoy.
P.- ¿Siempre tuvo afición por el diseño?
R.- En realidad, soy una arquitecta frustrada que abandonó la carrera porque no se le daban bien las matemáticas. Por eso hice Diseño de Interiores, de ahí pase a Diseño Gráfico y, como me entró el gusanillo, también a Diseño de Moda. En mi época no estaba bien visto que las mujeres estudiaran carreras técnicas (en mi clase éramos 2 de 140 alumnos) y lo hice en contra de la voluntad de mi familia. Mi padre quería que estudiase Farmacia y, como no quise, me puso una tienda y empecé a trabajar pero sin dejar de matricularme en Arquitectura. Hasta que comprendí que no valía para ello.
P.- ¿El diseñador nace o se hace?
R.- El diseñador es una persona cotidiana y el diseño algo funcional. Si lo que crea solo se puede ver y no utilizar no es diseño, por eso tiene que estar muy arropado con lo cotidiano. Durante muchos años tuve guardado un papelillo con un diseño que dibujé junto a los garbanzos y al azúcar de la lista de la compra.
P.- ¿Y cómo consigue uno que llegue la inspiración?
R.- Yo les suelo decir a mis alumnos que el diseñador no puede trabajar de 8 a 3, tiene que tener la mente abierta las 24 horas del día por si le llega la inspiración. Recuerdo que un día, cuando trabajaba como diseñadora de moda para empresas, no me salía nada y, como también era ama de casa y madre de dos hijos pequeños, me puse a cocinar. Haciendo unas croquetas me salió una colección preciosa. Con el color gris del cazo y el tono ocre de la masa diseñé unos vestidos grises con los cuellos drapeados en blanco y capuchas que tuvieron mucho éxito y se vendieron muy bien.
P.- ¿Ha cambiado mucho la enseñanza del diseño desde que usted empezó?
R.- La informática es lo que más nos ha hecho cambiar y reciclarnos, porque antes se hacía todo a mano. No obstante, el diseño es algo más que aprender a utilizar un programa informático, está en la cabeza y el ordenador sólo hace lo que nosotros le mandamos. Aquí formamos a diseñadores en el sentido más amplio de la palabra.
P.- Pero la creatividad no se enseña en clase…
R.- Todo el mundo es creativo. Lo que tenemos que buscar son las herramientas para que esa creatividad florezca: unos por medio del dibujo, otros a través de la palabra, de los escritos… Lo que más nos gratifica son esos alumnos, sobre todo gente mayor que, al terminar el curso, reconocen haber descubierto en su interior un potencial que no sabían ni que existía.
P.- ¿Se parecen los estudiantes de hoy a los de antes?
R.- Ahora, las nuevas tecnologías les llevan a pensar que cualquier cosa se puede hacer con solo darle a un botón. Buscan el camino mas fácil y la cultura del sacrificio se está perdiendo. Parte del alumnado lo primero que te pregunta al llegar aquí es si hay que estudiar mucho.
P.- Por fortuna, para escuelas como la suya, la FP cada vez tiene mejor imagen…
P.- Estamos lejos de países como Alemania, donde está muy valorada y es dual, pero vamos en camino. Yo soy una gran defensora de la FP y se la aconsejo a todos los que estén despistados porque permite saber en poco tiempo si has acertado en tu vocación y, si no, acceder a la Universidad con una titulación que te permite trabajar. Lo difícil es que algunas familias comprendan que el diseño no es una salida profesional menor.
P.- Hábleme de la agencia de modelos. ¿Cómo se mantiene en una región donde hay tan pocos desfiles?
R.- Por eso nos hemos especializado más en azafatas de congresos. La agencia Escena también fue fruto de la casualidad. Nos costaba mucho encontrar modelos para hacer el desfile de fin de curso de la escuela de diseño, así que empezamos a formarlas nosotros para la ocasión.Tan mal no debió salir cuando nos las solicitaban de discotecas y empresas de moda. Por eso decidimos crear la agencia.
P.- ¿La igualdad de sexos gana terreno en el mundo de la imagen?
R.- Nosotros intentamos la igualdad de oportunidades en ambos sentidos, porque los chicos también tienen problemas para encontrar trabajo como azafatos ya que la mayoría de empresas solo buscan chicas. En los últimos cinco años estamos logrando introducirlos cada vez más y las empresas que prueban repiten, porque a las mujeres también nos gusta que un hombre guapo y diligente nos atienda (ríe).
P.- Preside la Asociación Moda de Cantabria, aunque este sector cada día tiene menos peso en la región…
R.- Esta asociación la creamos unos cuantos empresarios del sector textil a finales de los 90, antes del boom de la confección asiática, y llegamos a ser unos treinta. Pero, con los años, las empresas de moda han ido cerrando y la mantenemos por una razón casi sentimental. De ella nació la propuesta del concurso de Jóvenes Diseñadores a la Dirección General de Juventud del que han salido buenos profesionales que están trabajando, aunque la mayoría fuera.
P.- ¿Cómo se enfrenta usted a la crisis?
R.- Soy optimista y no una persona apática que espera a que pase el chaparrón para tomar decisiones. Siempre me he desenvuelto en situaciones de crisis personales o laborales así que estoy acostumbrada a reaccionar y se me ocurren cosas en los momentos malos. Cuando va todo bien me aburro, por eso hay quien dice que me gusta caminar por el borde del precipicio. Tengo muchas ideas que no sé si me dará tiempo a poner en marcha… De momento, sólo quiero que la escuela y la agencia funcionen y para ello estoy delegando en mi hija Gemma.

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