Paradojas modernas

A la bajamar se ven las latas. Este axioma popular costero cargado de realismo, hubiera debido aplicarse en tiempos recientes cuando embebidos por el éxito, no éramos conscientes de vivir dentro de un enorme globo de enriquecimiento general que crecía de forma incontrolada. La crisis no sólo ha enseñado las verguenzas de todas las economías, sino que también ha dejado en evidencia muchas contradicciones teóricas.

Los liberales se hacen intervencionistas.– Los más feroces defensores del libre mercado son ahora los más exigentes, al menos en España, a la hora de pedir que el sector público ponga en marcha más medidas y con más rapidez. ¿El Estado debe intervenir o no? Salvo en EE UU, donde sigue habiendo un grupo conservador muy sólido con sus principios de que la economía se regula sola, en todos los demás países los ultraliberales se han olvidado de sus teorías. Lo más sorprendente es que no se han sentido tampoco en la necesidad de explicar públicamente por qué.

Los que más cobran sostienen que hay que rebajar los salarios.– Los 640 euros de salario mínimo le parecen excesivos para asegurar la competitividad del país a banqueros que han cobrado en el último año más de 14 millones de euros. Eso sí, alguna mala conciencia les ha debido producir esta sensible diferencia de remuneraciones y la mayoría de los consejos de administración se van a recortar este año ligeramente sus holgados emolumentos.

La izquierda más radical que defendía una alternativa al capitalismo, no tiene ninguna.– El modelo capitalista tal como lo hemos conocido probablemente hizo crisis el pasado mes de septiembre cuando se llevó por delante la banca de inversión y estuvo a punto de acabar con todo el sistema financiero, de no haber intervenido las autoridades de todos los países con enormes cantidades de dinero público. Izquierda Unida y otros partidos que en Europa defienden un modelo alternativo al capitalismo han tenido la oportunidad histórica de plantear públicamente su modelo teórico. No lo han hecho y es que, a veces, que la realidad nos dé la razón resulta una mala faena.

Los bancos no quieren dar créditos.– Las entidades financieras tienen su razón de ser y su negocio en la intermediación del dinero. Cuanto más mueven y más deprisa, más margen obtienen; por tanto, debieran ser las más interesadas en conceder los créditos. Sin embargo, prácticamente los han paralizado, al plantear unas exigencias difíciles de cumplir para cualquier solicitante, ya sea empresa o particular.
Los modelos económicos hacen aguas.– Una vez que los bancos centrales han llevado los tipos de interés a las proximidades del cero, las posibilidades de actuar en este terreno para reactivar la economía ya están prácticamente agotadas. Krugman recordaba en España que, de acuerdo con la regla de Taylor, los tipos de interés deberían estar ahora ocho puntos por debajo de cero, es decir, que quien pide un crédito no sólo no tendría que pagar intereses, sino que cobraría por ello, lo que obviamente es impensable.

Los pobres tendrán que ayudar a los ricos.– El ex director del Fondo Monetario Internacional, Rodrigo Rato, sostuvo en Santander que la salida a la crisis está en la capacidad de consumo de los países emergentes, siempre que sus gobiernos hagan fluir hacia las clases medias el ahorro nacional que invierten en el exterior. Esa demanda creciente de los que considerábamos pobres será, en su opinión, el único motor capaz de arrancar de nuevo las economías desarrolladas.

Nadie sabía nada de los productos financieros sofisticados.– El propio Rato reconoció ante la pregunta de un asistente al acto de Santander no estar muy ducho sobre los productos estructurados y, con la misma naturalidad con que un paisano hablaría sobre la materia, le aconsejó a su interlocutor: “Haga como yo, que no invierto en estas cosas que no conozco”. La diferencia es que Rato no es un paisano cualquiera; ha sido el director del organismo encargado de poner orden en las finanzas internacionales y la anécdota revela hasta qué punto ha llegado la falta de control sobre los productos derivados y estructurados que han provocado la crisis financiera internacional, la irresponsabilidad de quienes debían controlarlos y, lo que es peor, la ausencia de mala conciencia por lo ocurrido.

La buena gestión está en la creación de valor.– La consigna favorita de los empresarios y banqueros que remuneraban a sus accionistas a través del dividendo pero, sobre todo, a través de la revalorización de las acciones, ha pasado a la historia. Cuando la Bolsa dejó de subir, dejaron de utilizarla y ahora, obviamente, hay un consenso tácito en olvidarla. Afortunadamente para ellos, tampoco la recuerdan los accionistas, que si hubiesen retenido la requetemanida frase en la memoria hoy tendrían que cesar a todos los administradores, por incompetentes manifiestos (llevan tres años destruyendo valor).

Los salarios están destinados a crecer indefinidamente.– Vincular el crecimiento de los salarios a la inflación, para no perder poder adquisitivo, puede dar grandes sorpresas si los precios suben menos de lo previsto (como ha pasado en el convenio de hostelería) o bajan, ya que los trabajadores se ven obligados a devolver dinero, una posibilidad que hasta ahora nadie pudo imaginar.

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