Los IESEs cántabros se sientan en primera fila

El master se ha convertido en un peldaño más de la formación universitaria y son tantas y tan diversas las opciones que ya nadie queda excluido de una formación, antes considerada de excelencia. Quizá por esa razón resulta llamativo que los antiguos alumnos del IESE –la escuela de negocios más valorada de España y la tercera del ranking europeo– muestren tal sentido de pertenencia hacia una institución que, como casi todos reconocen, dio un giro a su trayectoria profesional o les aportó una nueva visión sobre el mundo de la empresa.
Entre los más de 23.000 estudiantes de todo el mundo que han pasado por sus aulas, los ieses cántabros representan una buena muestra de lo que es la Escuela. Al menos, una treintena han pasado por alguna de las dos sedes que tiene el IESE –Barcelona y Madrid– para cursar un MBA (el programa principal de dos años) o los cursos de dirección general (PDG) y desarrollo directivo (PDD) para ejecutivos que ya están trabajando. Hoy son empresarios, profesores universitarios o directivos de grandes multinacionales.

Diferente a todos

Si existen cientos de escuelas internacionales de dirección que imparten estos programas ¿por qué eligieron el IESE? El prestigio del centro, nacido en el seno del Opus Dei en 1958, sería la respuesta más fácil. Pero no nos engañemos, sólo por reconocimiento social o profesional no se pagan los casi 56.700 euros (nueve millones y medio de pesetas) que hoy en día cuesta completar un MBA. El precio de la matrícula no es ningún aliciente, y tampoco se puede decir que ofrezca una enseñanza personalizada, porque cada promoción supera los doscientos alumnos. Y eso por no añadir un largo etcétera de ‘circunstancias adversas’ como las dificultades de acceso –sólo entra uno de cada ocho que lo solicitan– o la ‘presión agobiante’ que la institución ejerce sobre sus estudiantes.
“Es caro, implica dedicación y desgasta mucho, pero lo positivo es infinitamente superior”, explica el director comercial de Cementos Alfa, Manuel Vega-Arango. Como la mayoría de sus compañeros de curso, pagó el MBA con créditos personales, y no se arrepiente porque “el sacrificio mereció la pena”. Una opinión que también comparten otros ex alumnos, como Luis Cubría, responsable de C&A Asociados, que considera el MBA una inversión rentable. Aunque admiten que fue duro, especialmente para algunos pioneros como José Luis Ocejo. El fundador de IENISA fue uno de los primeros cántabros que estudió en el IESE (1975-76), gracias a que Rílez Electricidad, la empresa en la que por entonces trabajaba, corrió con todos los gastos: “Me pasé un año entero viajando a Barcelona en el coche cama del tren, pero sin el curso nunca hubiera decidido fundar una empresa”, reflexiona Ocejo.
En fin, que sarna con gusto no pica y tiene otras compensaciones. Quienes han estudiado en el IESE saben que el desempleo es un concepto que pasa a desaparecer de su diccionario: “Hay años mejores y peores que inciden sobre la calidad de los trabajos pero, al acabar, siempre encuentras alternativas”, señala el consultor Luis Cubría.

El método del caso

Harvard patentó el aprendizaje a través del estudio de casos prácticos. Esta forma de acercarse a la realidad empresarial, convertida hoy en el método estrella de cualquier curso de postgrado que se precie, es el enfoque que utilizan los profesores del IESE. El sistema consiste en analizar y discutir las distintas circunstancias a las que se enfrentan las empresas en su día a día y convierte a los profesores en “prolíficos escritores de casos y notas técnicas, tanto en inglés como en español”, como describen en la escuela.
Para Pablo Fernández, que pasó de sentarse como alumno a ocupar el atril en las aulas del IESE hace más de veinte años, “el método del caso, con pocas conferencias, es el más apropiado para los directivos, aunque precisa de buenos profesores”. Un problema que el IESE soluciona “pidiendo a sus docentes que adquieran amplia experiencia en consultas a empresas de su área de especialidad. Y lo cierto es que los ieses de Cantabria califican con un sobresaliente unánime al cuadro de profesores, a los que definen como “reputados profesionales con experiencia” y de los que destacan no sólo sus conocimientos, sino también sus actitudes.
“Fueron los mejores profesores de mi vida, porque me enseñaron que lo importante de una empresa no son los directivos, sino el capital humano”, recuerda emocionado el fundador de IENISA. Una idea suscrita por Adolfo Blanco, director de cursos de postgrado de la Universidad de Cantabria, quien achaca el prestigio del IESE a “la importancia concedida al factor humano, a diferencia de lo que ocurre en otras escuelas de negocios donde se ha descubierto hace poco”. Blanco destaca “la entrega de profesores que se sabían los nombres de todos los alumnos y dejaban las puertas de sus despachos abiertas, como en las universidades americanas”.
Los mismos requisitos exigidos al profesorado se aplican en la selección de los alumnos lo que, para el profesor Pablo Fernández, “redunda en la calidad intelectual y humana de los compañeros”. De hecho, hay quien reconoce que cursó estudios previos para preparar las duras pruebas de ingreso. “Aspiraba a tener un sello de calidad reconocido y puse toda la carne en el asador”, dice Agustín Fernández, director financiero de Sol Andalusí y, anteriormente, adjunto a la dirección de Repostería Martínez.
El perfil del alumnado es claramente internacional aunque el gerente de Main Metall, Wolfgang Eck, cree que “el IESE debería reforzar aún más sus aspiraciones internacionales en Europa, como acaba de hacer en China, donde ha creado una escuela de negocios”. Los ex alumnos, como el controller de Viesgo, Marino Marina, valoran que “la trayectoria profesional y la procedencia académica y cultural de los estudiantes sea muy distinta” y algunos, como Enrique Gómez, director de Citibank en Cantabria, lo llegan a considerar el principal valor añadido: “Como el resto lo daba por hecho, lo que más me sorprendió fue ver cómo resuelven las situaciones personas que están en las antípodas de nuestra cultura”, comenta.

Competitividad y cooperación

Superada la admisión, toda la metodología docente está pensada para poner a prueba al estudiante. “Hay gente que ha salido mal porque, por mucho que te esfuerces, si las calificaciones de tus compañeros son mejores que las tuyas, te marchas”, dice el responsable comercial de Cementos Alfa. Para ser justos, es un sistema que no sólo fomenta la competitividad, también la cooperación y el trabajo en equipo, “en una dinámica similar a la de cualquier empresa”, alaban Manuel Vega-Arango o José Luis Sánchez, que fuera subdirector general de Nuclenor. “El intercambio de puntos de vista en las sesiones generales servía para ampliar nuestra capacidad de análisis y comprender la importancia de abordar enfoques diferentes a los que habitualmente consideramos”, recalca Sánchez.
El curso se convierte así en lo más parecido a la realidad empresarial pero “no garantiza el éxito ni sustituye la experiencia vivida. Sólo proporciona herramientas y el resultado que se consiga después depende de uno mismo”, precisa el responsable de Main Metall, Wolfgang Eck.

Maduración personal

A l valor de los conocimientos, muchos ejecutivos añaden su propio desarrollo personal. Javier Aldunate y Agustín Fernández, cuya trayectoria profesional les ha llevado fuera de tierras cántabras, coinciden en el enfoque ético y en la formación integral que proporciona a los alumnos. “Durante dos años te sometes a una férrea disciplina de estudio y de vida en la que todo gira en torno al IESE. Haces amigos para siempre y te colocas en una situación de competitividad en la que parece que ningún obstáculo es insalvable”, destaca Fernández al comentar su experiencia. “Como el IESE enseña valores de compromiso, responsabilidad y entrega en el trabajo”, el catedrático Adolfo Blanco opina que también fomenta la eficacia a través de la cooperación.
Javier Sánchez Lamelas, actualmente en Estados Unidos donde ha alcanzado la dirección global de la marca Coca-Cola, lo resume en una sola frase: “El IESE te hace mejor persona”. Sánchez Lamelas cree que la mayoría de los estudiantes cambian su manera de pensar y experimentan un gran proceso de maduración. “A la gente cuantitativa la vuelve más cualitativa y viceversa. Es un cambio formidable y los beneficios personales y profesionales se ven casi inmediatamente”, afirma.
Sin pensárselo dos veces, todos recomendarían el master por lo que significó para su vida profesional y privada y por la posibilidad de recibir mejores ofertas de trabajo. No en vano, el motor que impulsa a muchos profesionales a contactar con la escuela es el de conseguir un trabajo bien remunerado. Ejecutivos jóvenes como Luis Cubría reconocen abiertamente que se acercaron al IESE en busca de una palanca que les impulsase en sus expectativas profesionales. Cubría hizo el master nada más terminar la carrera, otros optaron por hacer un paréntesis en su trabajo, como Enrique Gómez Vaquero o como Adolfo Blanco, en su matrimonio.

Perfeccionamiento directivo

El MBA es, sin duda, el curso más completo y prestigioso de los que se imparten en el IESE, pero algunos profesionales que hoy ocupan puestos de responsabilidad en Cantabria no buscaban introducirse en el mundo empresarial o encontrar un buen trabajo sino mejorar en el que ya tenían. Así que, antes de abandonarlo todo para entregarse durante dos años a los estudios, optaron por otros programas de perfeccionamiento para directivos con un calendario más flexible.
A veces, la idea parte de los planes de formación para directivos de las propias empresas. Es el caso de Global Steel Wire o de Nuclenor, que envían al IESE a su cúpula directiva. El responsable de ingeniería de Nuclenor, José Ramón Torralbo, acaba de terminar el programa de dirección general que antes habían cursado otros altos cargos ya jubilados de su empresa como Javier Olaso o José Luis Sánchez, anteriores director y subdirector de la compañía.
Frente a la dedicación exclusiva del MBA, los programas PDG van dirigidos a directivos en ejercicio que necesitan entrenar sus capacidades, actualizar conocimientos y revisar las herramientas y actitudes que utilizan para la toma de decisiones. De él han sacado provecho profesionales de otras ramas como José Ramón Álvarez Redondo, ex consejero de Industria, o Jesús Mozota, jefe de servicio de Valdecilla, además de alumnos tan conocidos como Emilio Butragueño, uno de los compañeros de promoción de Torralbo, que acaba de ser nombrado vicepresidente del Real Madrid.
Ese factor social de club selecto también tiene un valor añadido indudable para quienes cursan el master, ya que las relaciones profesionales que pueden entablar son importantes en el futuro de muchos alumnos. “Todavía hoy conservo amistad con muchos de mis compañeros, algunos en altos cargos”, comenta el ex consejero y profesor de la Politécnica de Madrid, José Ramón Alvarez Redondo.
No todos buscan lo mismo y cada programa del IESE trata de satisfacer las necesidades de un determinado perfil profesional. Con ese objeto se creó el PDD, para que los ejecutivos vayan más allá de la problemática interna de su empresa y sepan descubrir los retos y oportunidades que ofrecen otras organizaciones. Esa es la idea que pudo animar a otro nutrido grupo de profesionales como Gabriel Leiras, director de la Caixa, Jaime González, nuevo responsable de transporte por carretera de Tranfesa o varios ejecutivos de Global Steel Wire.
MBAs, PDGs o PDDs, los miembros del club iese parecen decididos a encontrar un asiento en primera fila, y muchos lo consiguen.

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