ZF Biotox: El aliado de las farmacéuticas americanas

Trabajan en el polígono de Santoña y su materia prima son los peces, pero no para convertirlos en conservas sino para fines mucho más sofisticados: ensayar en ellos la aplicación de moléculas químicas que pueden dar lugar a futuros fármacos. El cobaya de estos experimentos es un minúsculo pez tropical, el pez cebra, una emergente estrella en el ámbito de las investigaciones biomédicas, y la empresa que lleva a cabo esta tarea es ZF Biotox, un laboratorio de reciente creación que, además de hacer su trabajo diario de testeo, se prepara para exportar las técnicas que ha desarrollado para agilizar este proceso.
La externalización de tareas es una política cada vez más común entre las grandes compañías y las farmacéuticas no son ajenas a ese proceso. Esa tendencia ha abierto oportunidades de negocio que no pasaron desapercibidas para Andoni Cruz y Roberto Hernán, dos biólogos con experiencia profesional en investigación farmacológica que vieron la posibilidad de crear una empresa propia en un campo como el cribado de moléculas de nuevos medicamentos. Y, como de alguna forma hay que probarlas, su ratón de laboratorio son las larvas del pez cebra, más aceptables para una opinión pública cada vez más sensible hacia el uso de vertebrados superiores para experimentación.
La investigación sobre la eficacia de los futuros fármacos es un proceso muy largo y muy costoso. Se estima que desde el descubrimiento de una molécula de la que se presume una eficacia terapéutica hasta su aprobación como un medicamento por las agencias reguladoras pueden pasar unos quince años, con un coste medio de unos 650 millones de euros. En el proceso para ver si son útiles, las moléculas se testan en diferentes fases, desde la predicción de su posible utilidad mediante cálculos de ordenador a los ensayos in vitro en células vivas, aunque las más conocidas sean la experimentación en modelos animales o la prueba final en humanos.
En Europa ya existen directivas para tratar de evitar el uso de ratones de laboratorio y de simios en los experimentos y ese es el motivo por el cual ha cobrado protagonismo el pez cebra, un sustituto idóneo para los ensayos. Este pequeño pez tropical, de apenas tres centímetros, tiene una sorprendente similitud con el ser humano en todos los procesos metabólicos y una analogía genética cercana al 80%, más que suficiente para hacer las primeras valoraciones de los efectos que los nuevos principios activos pueden tener sobre el organismo del hombre. Además, su manejo es muy sencillo y su tasa de reproducción –una hembra puede hacer una puesta semanal de entre 200 y 300 huevos– asegura la disponibilidad de un gran número de larvas para efectuar ensayos a gran escala. Otra de las ventajas que presenta esta particular cobaya es que sus larvas son transparentes hasta los 25 días, por lo que el corazón y otros órganos internos son perceptibles a simple vista, algo muy práctico para los análisis que lleva a cabo ZF Biotox, centrados en la posible cardiotoxicidad de las moléculas ensayadas.

Acelerar la toma de datos

Aunque en el ámbito académico se han usado los peces cebra desde los años setenta, su generalización en la industria farmacéutica no se ha producido hasta los últimos cuatro años. Una circunstancia que animó en 2008 a Andoni Cruz y a Roberto Hernán a poner en marcha su propia empresa, con el apoyo de otros tres socios fundadores. Pero su auténtico objetivo no estaba en la aplicación de este método experimental para terceros si no en la posibilidad de agilizar todo el proceso de toma de datos.
Para el testeo de moléculas se utilizan placas de pocillos. La más común está formada por 96 pequeñas cavidades en las que depositan, para su análisis, las larvas sometidas a distintas condiciones. El problema es que, aunque la obtención de datos se haya automatizado, en la lectura de cada pocillo se emplean, entre 15 y 20 segundos en el mejor de los casos. Un proceso demasiado lento y rutinario teniendo en cuenta que las farmacéuticas tienen que analizar millones de compuestos. De ahí que esta firma cántabra se haya aplicado en conseguir un sistema capaz de leer de una sola vez todos los pocillos de cada placa. Para desarrollar esta tecnología destinada a multiplicar la velocidad de testeo, ZF Biotox tiene abiertas líneas de investigación con diferentes centros universitarios, incluida una fundación argentina.

Una patente para las grandes farmacéuticas

En esta búsqueda de un método de testeo masivo de fármacos han surgido oportunidades de negocio que pueden hacer derivar a la empresa desde las pruebas moleculares en el pez cebra hacia otro campo mucho más prometedor: la producción masiva de células para la industria farmacéutica. Por lo pronto, han patentado un método de congelación celular que ha despertado el interés de varias farmacéuticas norteamericanas, hasta el punto de haber llegado a un acuerdo para la puesta en marcha de un proyecto piloto para una de ellas.
Con el cultivo de células para la empresa cliente puede realizar testeos masivos de fármacos en ellas, siempre que se pudiese resolver otro problema, el envío sin daños de este material biológico hasta el lugar de destino. Las células han de mantenerse a una temperatura de ochenta grados bajo cero, lo que complica su traslado y eso ha dificultado hasta ahora la externalización de este método de testaje. La empresa santoñesa ha desarrollado una técnica de congelación denominada cell in well que les permite cultivarlas y hacerlas viajar sin problemas. Eso sí, se ha visto obligada a reorientar sus instalaciones: “Teníamos un laboratorio de investigación y desarrollo y hemos tenido que reconvertirlo en un laboratorio de producción celular”, explica Andoni Cruz. Un proceso caro que ha obligado a la empresa a volver a captar capital.
La patente de la santoñesa ZF Biotox ha despertado un gran interés en el mundo de la biotecnología y no faltan inversores dispuestos a financiar sus proyectos. Incluso le han llegado a proponer trasladarse a Estados Unidos, algo lógico si se tiene en cuenta que trabajan con un material perecedero cuyo destino suele ser, casi siempre, ese país y, por muchas técnicas de conservación que se empleen, el traslado no debe durar más de tres días.
La biotecnología se ha convertido en un nicho atractivo de mercado para inversores que huyen de sectores demasiado maduros y la propuestas del laboratorio santoñés está siendo muy bien acogida. Su problema es poner precio a una tecnología que no cuenta con referentes en el mercado: “Es casi más complicado que el I+D”, bromea Andoni Cruz. “Es difícil establecer precios cuando sales sin competidores y no sabes cuánto le estás ahorrando con ello a los clientes”, reconoce.
Si el acuerdo con la firma norteamericana se concreta, los responsables de ZF Biotox se plantean duplicar su plantilla, creando seis nuevos puestos de trabajo para técnicos de laboratorio.
La previsión puede quedarse corta cuando comiencen a explorar una segunda patente que ya tienen registrada y debe introducirles en el emergente mundo de la terapia con células madre. En este caso, su aportación es una técnica para la aplicación médica inmediata de esas células, sin necesidad de una preparación previa. Una muestra más de la inquietud y del recorrido potencial de esta pequeña empresa santoñesa que trabaja con peces, pero poco tiene que ver con las conserveras que la rodean.

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