Tecnología en pañales
De acuerdo con el último informe del Consejo Económico y Social de Cantabria, el gasto realizado en I+D en Cantabria es de 48 millones de euros al año, apenas un 0,54% del PIB regional, muy por debajo de la media española (1,03%) y a enorme distancia de la europea. Pero, además, es una inversión que corresponde, mayoritariamente al sector público, a pesar de que en Cantabria hay censadas 226 empresas en sectores de tecnología alta o medio-alta (el 0,96% del censo nacional). De aquí solo puede deducirse que las empresas tecnológicas locales realizan inversiones bastante inferiores a sus equivalentes en otras regiones. Y eso no se corresponde ni con su tamaño, ni con sus ventas. De hecho, son bastante más grandes que la media, ya que facturan 1.766 millones de euros (el 1,23% del total nacional) y generan un valor añadido de 560,5 millones de euros, el 1,64% del total nacional.
¿Cómo puede explicarse que el peso relativo de la investigación apenas sea la tercera parte del que debiera corresponderle por su VAB? Por una sola razón. Algunas de ellas son compañías cuya cabecera está fuera de Cantabria y a pesar de operar en sectores tecnológicos avanzados, no tienen necesidades de investigación, porque se la transfieren sus matrices desde Madrid o desde el extranjero. En otros casos, son subcontratistas de gabinetes de ingeniería ubicados fuera de la región.
Todo ello provoca que el sector tecnológico cántabro sea mucho más endeble de lo que pueden hacer pensar las cifras de facturación.
Esto resulta más evidente cuando se desciende en el nivel de análisis. De todas las empresas innovadoras sólo un 12,4% son, en realidad, de alta tecnología, pero su cifra de negocios es tan modesta que apenas aportan el 3,4% del valor añadido por todo el sector tecnológico, frente a un promedio nacional del 18%. Es decir, que en la alta tecnología propiamente dicha sólo operan un puñado de empresas y de tamaño muy reducido. Pero lo más preocupante es que su evolución en el mercado no remunera el riesgo ni la capacidad de su personal, puesto que el valor añadido unitario que producen es inferior al de las empresas con menos tecnología.
Pocas, pequeñas y poco rentables… Un panorama escasamente alentador, dado que las empresas tecnológicas están llamadas a reemplazar a un sector industrial muy maduro, como es el de Cantabria, más propio de la primera mitad del siglo XX que del XXI. La posibilidad de que esto ocurra es, hoy por hoy, nula, ya que su peso económico es tan escaso que ni siquiera todas ellas juntas podrían compensar el efecto causado por la pérdida de una sola de las fábricas tradicionales, como Trefilerías Quijano.
Mejoran los equipamientos en hogares y empresas
Donde sí se observa un avance notable es en el equipamiento tecnológico de hogares y empresas. En septiembre se alcanzaron en Cantabria las 40.000 conexiones de banda ancha, repartidas por mitades casi exactas entre la compañía de cable Ono y el ADSL de Telefónica. Esto quiere decir que una sexta parte de los hogares y empresas de la región están preparados para manejar la tecnología más avanzada. Pero, ¿eso realmente cambia la posición relativa de Cantabria o, simplemente, la región se deja mover por la misma ola que está moviendo el resto del mundo? Por lo pronto, hay que constatar que somos los españoles que menos nos fiamos de Internet para hacer compras.
Es posible que al finalizar la legislatura, todos los cántabros sean internautas, como pretende el Gobierno. Si no tienen la conexión en casa, dispondrán de una en la oficina, en la escuela o en algún centro público próximo. Pero no parece que eso vaya a cambiar sustancialmente la estructura económica de la región. De todas las empresas que surgieron en Cantabria a finales de los años 90 vinculadas a Internet sólo sobreviven, muy modestamente, un puñado y, por lo general, gracias a una diversificación de sus actividades. Tampoco las compañías tradicionales de la región han sacado un especial partido de las ventas por Internet y los ciudadanos de la calle, aunque lo utilicen, siguen prefiriendo para comprar los comercios con escaparates y vendedores hasta el punto que el último informe del Instituto Nacional de Estadística (correspondiente a julio de 2003) indica que sólo un cántabro de cada cien compró algo por Internet en el trimestre precedente, la tasa más baja del país, inferior, incluso, a la de Extremadura y a enorme distancia de comunidades como Madrid, que cuadruplica este porcentaje.
Dado que la principal compra que los españoles hacen a través de la red son los billetes de avión, es posible que la llegada de Ryanair cambie estos hábitos y eleve sustancialmente las operaciones de los cántabros en la red, pero tampoco eso significaría un salto cualitativo en la tecnificación local.
La importancia que han dado las administraciones públicas a la extensión de Internet parece indicarlo así pero, de ser cierto, nos encontraríamos con que países claramente subdesarrollados de Asia o de Hispanoamérica estarían mucho más evolucionados que Cantabria y mejor preparados para el futuro, lo cual es mucho suponer. La situación de Cantabria, en este caso, resultaría alarmante, ya que, según los datos de 2002 la penetración de Internet en la región era apenas la mitad que en Portugal, a pesar de tener bastante más renta, y sólo ligeramente superior a la de Grecia, el último país de la UE-15 en éste y en otros muchos terrenos.
¿Un periodo de sequía en la venta de ordenadores?
Parece razonable relativizar todas estas cifras. Por ejemplo, ha bastado una campaña pública de subvención a la compra de ordenadores para elevar sustancialmente los ratios tecnológicos de los hogares. Y, obviamente, con eso no han cambiado mucho las cosas. Es cierto que se ha producido una pequeña revolución en la venta de equipos, pero hay quien lo observa desde otro punto de vista y augura un fuerte bajón en la comercialización de ordenadores durante los próximos tres años, ya que buena parte de las renovaciones se han anticipado para aprovechar las subvenciones del Gobierno.
En realidad, hacer estrategias sobre Internet y en las nuevas tecnologías tiene muchos riesgos, porque la evolución en muchas ocasiones resulta impredecible. Basta recordar el fracaso de las compañías telefónicas al poner todas sus expectativas en el UMTS, con grandes quebrantos económicos, y la trivialidad con el que mercado ha acogido la llegada de esta tecnología cuando finalmente se ha puesto en servicio. Por no hablar del negocio de los SMS que, en realidad, fueron pensados como un sistema de comunicación interna para los técnicos de las compañías de móviles, o con el intercambio de música y archivos que, de la noche a la mañana, ha modificado por completo la naturaleza del tráfico en la red.