PANORAMA INTERNACIONAL
El final de la era americana
La defunción de General Motors hace tiempo que se veía venir. Acaba de expirar como empresa solvente tras una bancarrota que no solo ha sido una secuencia de fallos de la que fue primera empresa mundial frente a los desafíos de una industria en crisis. También es el resultado de la mala gestión política.
El Gobierno debería haberla dejado caer antes y limitar su ayuda a financiar operaciones para evitar el colapso en la cadena de suministro. Pero su excesiva benevolencia le ha forzado a tomar una parte excesiva en las acciones para proteger su dinero. Cuanto antes desinvierta mejor y, mientras tanto, debe alejar el negocio de los cálculos políticos.
Para algunos, la caída de GM es el último tañido de la aristocracia trabajadora americana que en los días felices de la fabricación sindicalizada apoyó a una clase media de cuello blanco con buenos salarios y beneficios sociales. El cambio tecnológico ha hecho raros estos empleos y las economías ricas, por medio de la globalización, han cambiado industria por servicios.
El cierre de un ciclo histórico era inevitable pero sus consecuencias podrían haber sido menos dolorosas. El Gobierno nunca puso en marcha políticas que facilitaran la reestructuración económica postindustrial. Aplicó el remedio del crédito fácil sosteniendo una ilusión de mejora económica general que se ha terminado para EE.UU.
Financial Times
En la capital no hay crisis
Por lo menos hay un sitio en EE. UU que se comporta como si fuera impermeable a la recesión, Washington D.F.
Puede que caigan chuzos de punta en cualquier esquina de la economía pero para la capital estadounidense corren buenos tiempos. El desempleo ha caído al 5,9% en marzo, lo que está a leguas de la tasa nacional, que ya ha alcanzado el 9,4%. El secreto es que el Gobierno federal se ha convertido en el segundo sector por volumen de empleo.
En un discurso reciente, el senador de Virginia, Mark Warner, vio un futuro verde para Washington: “El nivel de actividad del Gobierno en la economía no tiene precedente”, dijo. Y añadió: “los nuevos proyectos de estímulo a la inversión en tecnología verde parecen una caja de magia para la capital. Desde luego que ayuda estar donde hay dinero”. O, mejor dicho, donde llega el dinero de todos.
Wall Street Journal
Ayudar o no ayudar es la cuestión
Si el subdesarrollo de África se fundamenta sobre la ayuda oficial, como dice la economista Dambisa Moyo, abordarlo tendría que ser tan sencillo como ella sugiere. En cierta forma, la ayuda debilita el sentido de responsabilidad y la capacidad de gestión de los gobiernos. Sin embargo, el petróleo y algún otro ingreso por recursos endógenos se han mostrado más perniciosos.
Los africanos están cansados de ser calificados de mendigos y de ser representados por estrellas del rock y universitarios. Es saludable que haya voces que desafíen ese estado de cosas y ganen relevancia internacional.
La autora tiene razón al decir que los gobiernos africanos deberían hacer más para mejorar el ambiente inversor pero minusvalora la escala de sus desafíos al sugerir que los intereses comerciales o la deuda comercial pueden conducir por sí solos el desarrollo del continente.
No es que la ayuda deba continuar para siempre o concederse en tal cantidad que rompa las relaciones entre donantes y receptores. Ha funcionado en otras partes del mundo y en la propia Africa ha mejorado el rendimiento en la última década. La Sanidad y otros indicadores del desarrollo lo demuestran. ¿Habría sido así sin la ayuda occidental? Quizá sólo en unos pocos países.
Financial Times
Revuelta impositiva en Springfield
Las victorias de los contribuyentes son raras, así que hay que celebrar las noticias que llegan de Springfield (Illinois) donde el Congreso ha votado en contra de un plan para elevar un 50% los impuestos.
Cuando se produjo el cambio de gobernador en enero, el nuevo, Pat Quinn, propuso inmediatamente una subida impositiva para las personas físicas del 3 al 4,5% y para las empresas entre el 4,8 y el 7,2%, además de extender el impuesto sobre el consumo a algunos servicios como la limpieza en seco o la conexión a Internet.
Los demócratas dicen que la subida de los impuestos está basada en un principio tan viejo como la Biblia, la capacidad de pago, pero los votantes distinguen entre la obediencia a Dios y a Quinn y la consternación pública ha sido tan grande que incluso 26 demócratas han votado en contra. Igual de sorprendente es que ni un solo republicano haya votado a favor ahora que la distinción ideológica entre unos y otros se ha vuelto tan pantanosa como el río Chicago.
Uno de los fallos del plan de Quinn es el escaso esfuerzo en reducir el gasto público, que había aumentado un 45% por persona en la pasada década.
Tras la derrota de la subida impositiva en California, la revuelta de Illinois es la mayor evidencia de que los votantes rechazan la política de más impuestos y más gastos. Demócratas de Washington, tomad nota.
Wall Street Journal